¿Qué es un sacerdote según el corazón de Dios?

Un pequeño Dios en la tierra, una imagen viva de Jesucristo, un ángel en su pureza de alma y de cuerpo: he aquí algunos de los numerosos títulos conferidos por el gran San Juan Eudes a los auténticos sacerdotes.

 

El don más precioso y el favor más señalado que la divina Bondad puede hacerle a una iglesia es el de darle un buen pastor, sea un obispo, sea un párroco. Porque es la gracia de las gracias y el don de los dones, que comprende en sí todos los demás dones y todas las demás gracias. […]

Mediador entre Dios y los hombres

El Buen Pastor – Iglesia del Santísimo Sacramento del Bronx,
Nueva York

Un buen pastor es uno de los líderes y capitanes del ejército del gran Dios, que siempre está de arma en mano y luchando constantemente por su gloria y por la defensa de su Iglesia contra sus enemigos —el demonio, el mundo, la carne y el pecado—, a fin de conquistar para Él reinos, es decir, almas; pues cada alma fiel es un reino de Dios, más valioso que todos los imperios de la tierra.

Es uno de los príncipes del Reino de Dios y uno de los reyes de su Imperio, que es su Iglesia, establecido por el Señor para gobernar, según las leyes y las máximas evangélicas, a tantos reyes y reinas como cristianos y cristianas haya bajo su mando, y para hacerlos dignos de poseer eternamente un mismo reino con el soberano Monarca del universo.

Es un evangelista y un apóstol, cuyo principal ejercicio es el de anunciar sin cesar, en público y en privado, de obra y de palabra, el Evangelio de Jesucristo, y continuar en la tierra con las mismas funciones a las que se dedicaron los Apóstoles, así como la vida y las virtudes que éstos practicaron.

Es el esposo sagrado de la divina esposa, es decir, la Iglesia de Jesucristo, que está tan abrasado en purísimo y santísimo amor por ella, que no sueña día y noche más que en encontrar toda suerte de medios para embellecerla, adornarla, enriquecerla y hacerla digna del amor eterno del celestial e inmortal Esposo.

Es un mediador entre Dios y los hombres, para que éstos conozcan, adoren, sirvan, teman y amen a Dios; para anunciarles sus deseos; para llevarlos a rendirle todo homenaje; en fin, para estar constantemente ocupados, de espíritu y de corazón, de palabra y de acción, «en las cosas que conciernen al servicio y a la gloria de Dios» (cf. Heb 5, 1). […]

Un dios vivo e itinerante

¿Qué más puedo decir?

Un buen pastor es un salvador y un Cristo en la tierra, que ocupa su lugar, representa su Persona, se reviste de su autoridad, actúa en su nombre, está adornado de sus cualidades, ejerce su juicio en el tribunal de la penitencia, desempeña las más altas funciones que Él llevó a cabo en este mundo, constituido para continuar la obra de la Redención del universo y que, a imitación suya, emplea todo su espíritu, su corazón, sus afectos, sus fuerzas, su tiempo, y está siempre dispuesto a dar su sangre y a sacrificar su vida para procurar por todos los medios la salvación de las almas que Dios le ha confiado.

Es un dios vivo e itinerante; dios por la gracia, por participación y por una semejanza muy marcada y particular; dios revestido de las cualidades y las perfecciones de Dios, a saber: su autoridad, su bondad, su poder, su justicia, su misericordia, su espíritu, su caridad, su bondad, su benignidad, su pureza y su santidad; dios comprometido con las obras más importantes de Dios, como son todas las funciones pastorales y sacerdotales, pues dice el gran San Dionisio Areopagita: «Lo más divino de todas las cosas divinas es la de cooperar con Dios en la salvación de las almas»1; dios, en fin, que hace dioses, dice San Gregorio Nacianceno,2 o sea, cristianos que llevan el nombre de dios en las divinas Escrituras.

Es un pastor que porta en sí mismo una imagen viva de la bondad y de la vigilancia del gran Pastor de las almas. Un pastor que, por temor a que el lobo infernal las devore, no abandona a sus ovejas, sino que suele estar en medio de ellas a fin de tener siempre puestos sus ojos en ellas para guiarlas, y para que ellas siempre los tengan en él para seguirlo. Es un pastor que conoce a todas sus ovejas y sabe de sus necesidades, debilidades y enfermedades para remediarlas.

Guía con el buen ejemplo a sus ovejas

Es un pastor que alimenta a su rebaño con palabras y con el ejemplo, espiritual y corporalmente, según toda su fuerza; y que no está entre el número de los que un santo doctor habla de esta manera: «La divina justicia juzgará rigurosamente a los seglares, con más rigor a los religiosos, pero con mayor rigor aún a los pastores perversos y crueles. Dios les pedirá cuentas muy severas por no haber saciado corporalmente a sus ovejas por medio de una asistencia temporal; pero todavía más severas por no haberlas saciado a través de la palabra de la doctrina celestial; severísimas cuentas por no haberlo hecho mediante el ejemplo de una buena vida». […]

Quien dice de tal pastor y tal sacerdote, dice de un hombre que se empeña cuidadosa y frecuentemente en considerar las obligaciones de su oficio; que se percata de las necesidades de sus ovejas, a fin de satisfacerlas; que busca esmeradamente desórdenes entre su rebaño, para eliminarlos; y que se aplica en todos los sentidos en promover la gloria de Dios y la salvación de todas las almas que le han sido confiadas, por las cuales debe responder sangre por sangre y alma por alma.

Quien dice de tal pastor y tal sacerdote, dice de un hombre que emplea todo su espíritu, su corazón, sus pensamientos, sus aficiones, sus palabras, sus acciones, su tiempo, sus bienes, su vida, todo lo que tiene, es, sabe y puede para destruir la tiranía de Satanás y del pecado e instaurar el Reino de Jesucristo en los corazones de los que Dios le ha encomendado.

Querubín en claridad, serafín en caridad

Finalmente, quien dice de tal pastor y tal sacerdote, dice de un ángel en pureza de espíritu y de cuerpo, un querubín en luz y en ciencia, un serafín en amor y en caridad, un apóstol en celo, en trabajo y en santidad, un pequeño Dios en la tierra, en poder y autoridad, en paciencia y benignidad, y una imagen viva de Jesucristo en este mundo, y de Cristo velando, rezando, predicando, catequizando, trabajando, sudando, llorando, yendo de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, sufriendo, agonizando, muriendo y sacrificándose por la salvación de todas las almas creadas a su imagen y semejanza.

Tal pastor y tal sacerdote es la luz de los que viven en tinieblas y en sombra de muerte (cf. Lc 1, 79), la reconducción de los extraviados, el martillo y la destrucción de los errores, de los cismas y las herejías, la conversión de los pecadores, la santificación de los justos, la fuerza de los débiles, el consuelo de los afligidos, el tesoro de los pobres, el júbilo de los buenos, el pavor de los malos, la confusión del Infierno, la gloria del Cielo, el terror de los demonios, la alegría de los ángeles, la ruina del reino de Satanás, la instauración del Imperio de Jesucristo, el adorno de la Iglesia, la corona del soberano Pastor; en una palabra, es un mundo de bienes, de gracias y de bendiciones para toda la Iglesia, pero especialmente para aquella sobre la cual Dios lo estableció.

 

Extraído de: «Oeuvres complètes.
Le Mémorial de la Vie Ecclésiastique».
Vannes: Lafolye Frères,
1906, t. III, pp. 23-32.

 

Notas

1 SAN DIONISIO AREOPAGITA. De Cœlesti Hierarchia, c. V.
2 «Deum existentem et Deos efficientem» (SAN GREGORIO NACIANCENO. Orat. Apolog.).

 

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1 COMENTARIO

  1. Gracias por la invitación para suscribirme a esta hermosa revista…cada artículo, cada lectura , es un gozo de mi corazón que tranquiliza mi alma ante tanta mala noticia del mundo… Dios les bendiga y anime a continuar con su hermanomosaico labor!

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