Lumbrera del sentido católico

Existe una pureza virginal de la inteligencia que hemos de cultivar celosamente: detestar la herejía con el vigor indignado con que las almas castas detestan la lujuria. De esta virtud nos da un luminoso ejemplo Santo Tomás de Aquino.

Santo Tomás de Aquino fue una gran lumbrera puesta por Dios en medio de su Iglesia a fin de esclarecer, confortar y animar a las almas a lo largo de los siglos para que gallardamente resistieran a los embates de la herejía.

Enfrentando con su poderosa inteligencia y su ardiente piedad todos los problemas que en su tiempo estaban franqueados a la investigación de la mente humana, recorrió las más áridas, las más oscuras y las más traicioneras regiones del conocimiento, con una sencillez, una claridad, una energía verdaderamente sobrenaturales.

Fuente de la vida intelectual católica

Superando no sólo la sabiduría humana de los filósofos paganos, sino la propia sabiduría de los doctores de la Iglesia que le precedieron, compuso, entre otras obras, la Suma Teológica, en donde dejó registradas todas sus victorias acerca de la herejía, la ignorancia o el pecado. Su doctrina se conservó siempre tan pura que la Santa Iglesia la señala como fuente indispensable de toda la vida intelectual verdaderamente católica.

Si hubo un intelectual que nunca tuvo la mínima mancha de herejía, ese intelectual fue Santo Tomás de Aquino. Su sentido católico fue prodigioso. Por una parte, nunca chocó con las verdades ya definidas por la Santa Iglesia en su tiempo. Por otra, resolvió un sinnúmero de cuestiones sobre las que la Santa Iglesia aún no se había pronunciado y, para su solución, preparó y apresuró el pronunciamiento infalible de la Esposa de Jesucristo.

Finalmente, la nota característica y constante de su vida fue una sumisión tal a la doctrina católica que, aun cuando la Iglesia definiera más tarde, en sentido contrario al de Santo Tomás, alguna verdad, él se convertiría inmediatamente en el paladín más humilde, más amoroso y más caluroso del pensamiento que había impugnado, y el adversario más irreductible del error que hubiera enseñado como verdad.

Admirable sentido católico

Así pues, Santo Tomás realizó plenamente los tres grados del sentido católico.

Hay católicos que piensan de una manera diferente a la Iglesia y cuya fe es tan débil que se someten con dificultad y dolorosamente a las determinaciones que ella establece.

Los hay, por otro lado, que no sienten renuencia en admitir lo que la Iglesia enseña, pero, ante cualquier problema, difícilmente atinan con la verdadera solución, si no estuvieran informados previamente del pensamiento católico.

Finalmente, el más alto de los grados consiste en aceptar prontamente y con facilidad amorosa todo lo que la Iglesia enseña, en estar tan imbuido del espíritu de la Iglesia que se piensa como ella piensa aunque, en ese momento no se conozca el pronunciamiento de las cuestiones y, por fin, se piense de tal manera sobre los asuntos que aún no ha definido, que, cuando los defina, estemos dispuestos a modificar nuestra opinión, lo cual, por cierto, raramente será necesario, porque habremos sabido presentir en la gran mayoría de los casos el pensamiento de la Iglesia.

De modo que si hay una virtud que debemos admirar en Santo Tomás, que debemos procurar imitar, y cuya obtención debemos ardientemente pedirle a Dios por intercesión del gran doctor, esa virtud es la del sentido católico.

Detestar la herejía como las almas puras detestan la lujuria

Todos sabemos cuánto hemos de amar la pureza y con qué magnífica promesa la galardonó el Señor en el sermón de las bienaventuranzas. Nadie ignora la dilección ardientísima con la que el Corazón de Jesús ama a las personas que nunca se mancharon con el pecado de la impureza. Basta pensar en el amor que tuvo por Nuestra Señora y por San Juan Evangelista, el apóstol virginal, para comprender lo que significa, para Nuestro Señor, la pureza.

Santo Tomás con la «Suma contra gentiles» – Monasterio de Santo Domingo, Lima

Pero si existe una pureza que, según nuestro estado, debemos conservar íntegra en nuestro cuerpo y en nuestro corazón, existe también una pureza virginal de la inteligencia, que debemos cultivar celosamente, y que ciertamente agrada inconmensurablemente a Nuestro Señor. Es la pureza de la inteligencia verdaderamente católica, templo vivo e inmaculado del Espíritu Santo que nunca ha sentido atracción ni dado apoyo a ninguna doctrina herética, que detesta la herejía con todo el vigor indignado con que las almas puras detestan la lujuria, y que se preserva de toda y cualquier adhesión a un pensamiento que no sea el de la Iglesia, con el cuidado con que las almas castas saben mantener lejos de sí todas las impresiones impuras.

Nuestro Señor dijo que Él es la vid y nosotros los sarmientos. Cuanto más unidos estemos a la vid, mayor será la savia que tendremos en nosotros. Ahora bien, lo mismo se puede decir de la Iglesia: ella es la vid y nosotros los sarmientos; cuanto más unidos estemos a ella, mayor será la savia que tendremos en nosotros. Y como estaremos tanto más unidos a la Iglesia cuanto más unido esté a ella nuestro pensamiento, tanto más intensa será nuestra vida espiritual cuanto más completo sea nuestro sentido católico.

Incondicional obediencia al trono de San Pedro

Sin embargo, no conviene que nos quedemos en generalidades. En el tiempo de confusión en que vivimos, no basta con hablar de sumisión a la Iglesia. Conviene ser explícito y hablar enseguida de la infalibilidad papal. La pureza virginal de nuestra inteligencia sólo puede resultar de nuestra afectuosa e incondicional obediencia al trono de San Pedro. Si estamos enteramente con el Papa, estaremos enteramente con la Iglesia, con Jesucristo y, por tanto, con Dios.

Que en la fiesta del gran doctor, nuestro sentido católico encuentre el apoyo de gracias siempre más vigorosas y que estas gracias reciban de nuestra voluntad una cooperación siempre más entusiasta; ésa debe ser la conclusión práctica de nuestra meditación. 

Extraído de:
«Meditação na festa de São Tomás».
In: Legionário. São Paulo. Año XIII. N.º 391
(10 mar, 1940); p. 2.

 

1 COMENTARIO

  1. Acertado y profético el calificativo , dado por el Dr Plinio. a Santo Tomas de Aquino, también conocido como el Doctor Angélico y autor de “ la Suma Teológica”
    De St Tomas se pueden decir cosas excelentes, tanto en lo referente al temperamento y carácter que conformaban su personalidad ( agradable, acogedor, discreto…), como a sus virtudes (humilde, obediente, bondadoso..), vida contemplativa ( oración y devoción eucarística) o a su admirable valía intelectual
    De cultura inmensa y gran discernimiento, eje central del pensamiento cristiano en un justo equilibrio entre razón y Fe y sumisión a la iglesia , con una pureza de inteligencia catolica como nos señala el Dr Plinio, que nunca estuvo atraído ni dio apoyo a ninguna doctrina hierática, fue una lumbrera puesta por Dios al servicio de Su Iglesia y que en estos momentos convulsos, nos debería servir como ejemplo

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