Sacerdotes de Cristo y ministros del anticristo

Cristo, arquetipo de sacerdote, elevó el antiguo sacerdocio a un nivel sin precedentes. Como Buen Pastor, pasó la vida haciendo el bien (cf. Hch 10, 38); como Pan de los ángeles, entregó su propia carne en la comunión; como Cordero inmaculado, se ofreció en el altar de la cruz por la humanidad corrompida; como restaurador de los levitas, expulsó a los mercaderes del Templo. Perseguido especialmente por los pontífices, erigió un nuevo orden sacerdotal, según Melquisedec. Su Pasión fue un supremo acto exorcista contra la turba enloquecida; su vida fue la ruina de los inicuos.

«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21). Jesús, para perpetuar su obra, envió primeramente a los Apóstoles, aquellos que son, por su propia etimología, los enviados. A éstos el Hombre Dios les confirió el sacramento del Orden, para que no sólo siguieran su ejemplo, sino que actuaran en su Personain Persona Christi. Por lo tanto, fueron ordenados para oponerse a todo lo que es «anticrístico».

Existen tres sustantivos que designan, en el vocabulario corriente, a los ministros ordenados: sacerdote, padre y presbítero.

Sacerdote significa el que da las cosas sagradassacra dans. De hecho, su función es la de «ofrecer dones y sacrificios por los pecados» (Heb 5, 1). Tal sacralización puede ser resumida en el papel mediador entre Dios y los hombres, sea elevando oblaciones al Altísimo, sea recogiendo de Él bendiciones a favor de los fieles.

Por el contrario, los ministros del anticristo sobornan lo profano. Son «falsos mesías», «seudocristos», (cf. Mc 13, 22), simoníacos disfrazados de humildes, que desprecian el decoro de la liturgia y tienen alergia a los sacramentos.

Padre, a su vez, viene del latín pater, es decir, progenitor, porque engendra a los hijos de Dios a través del Bautismo y los educa en las vías del divino Maestro, además de acoger a otros tantos «hijos pródigos» mediante el sacramento de la Reconciliación.

Por su parte, «el anticristo es el que niega al Padre y al Hijo» (1 Jn 2, 22). Como «hijos del diablo» (cf. Jn 8, 44), sus ministros desprecian a la familia y lo que en ella hay de tradición; como nepotistas, protegen a los suyos, mientras que, con escándalos, alejan a los pequeños del Reino de los Cielos.

Por último, el término griego presbítero significa literalmente «más anciano», pero no en el sentido cronológico, sino en el de madurez. El presbítero ha de ser maduro, esto es, sensato, prudente, juicioso o enérgico. Ha de tender hacia la perfección —a lo «per-facto», hacia lo hecho, acabado—, maduro hasta el final, que no es otra cosa que la santidad, perfección de la caridad.

Los hierofantes de Satanás, por su lado, son eternos adolescentes.  Histriónicos, traducen la vida como un juego interminable. Emasculados, huyen del combate como el diablo de la cruz. Trepidantes, viven de impulsos y no de convicciones. Son peores que cobardes, porque no temen lo oscuro, como los niños, sino la luz…

En conclusión, los sacerdotes de Cristo son ministros ordenados, no sólo porque pertenecen al orden de los clérigos, sino también porque tienden a la restauración del orden sacral, paternal y presbiteral de la sociedad. Por lo tanto, «si la Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del orden» —como lo definió el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira—, los sacerdotes de Cristo son también arquetipos de la Contra-Revolución: son ordenados para ordenar. 

 

Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús – Basílica de Nuestra Señora de la Concepción, Madrid

 

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