Nuestra Señora no escatimaba con su divino Hijo grandes muestras de cariño y afecto. El Niño, a su vez, la interrumpía, ora besándole en la cara, ora haciéndole caricias.

Otras veces, para alegrar a su hijito, Nuestra Señora se ponía a cantarle canciones compuestas improvisadamente. El Niño Jesús se distendía y sonreía, complacido con el cariño de aquella que había creado para ser la Madre de todas las madres.

El divino Infante deseaba ser invadido por la dulzura de Nuestra Señora a fin de que más tarde, al predicar, les transmitiera a los hombres esa luminosidad que en Ella había contemplado, como reflejo perfecto de la Bondad increada.

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

 

En la foto destacada: La Virgen con el Niño – Museo Metropolitano de Arte, Nueva York

 

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