En el episodio de la Visitación, podemos contemplar a la Santísima Virgen desde un ángulo poco conocido y amado, aunque de capital importancia para comprender la misión de nuestra Reina celestial: en cuanto Esposa mística del Espíritu Santo. Bajo este título, Nuestra Señora brillará en los siglos futuros por su capacidad de cambiar las almas con una eficacia superior a toda expectativa.
En el encuentro con Santa Isabel, se descorre el velo en cuanto al papel de María en la santificación de la Iglesia, al ser Ella como un solo espíritu con el divino Consolador, en virtud del vínculo esponsalicio de naturaleza mística que se estableció entre ambos a partir de la Anunciación.