Florecimiento de la santidad

Gracias al impulso de los frailes predicadores, entre los cuales destaca Santo Tomás de Aquino, la escolástica alcanzó la cúspide de su brillo, maravillando al mundo entero por la perfecta exposición de la teología y de la filosofía. La Iglesia le conferiría a la Orden Dominicana la custodia del sagrado depósito de la Revelación, y sus miembros serían calificados como «martillos de la heterodoxia».

Esta familia religiosa completó el cuadro de las principales corrientes de espiritualidad que componían, en toda su riqueza de matices, la gloria de la civilización cristiana. En esa bendita época se cumplió en cierto modo la petición del Padre nuestro: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo». Y de ahí resultó el florecimiento de la santidad en todas las clases y estados de vida.

 

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