Jesús diría esto no sólo en el sentido de protección, sino también de respeto, de dedicación, de admiración. «¡Qué alma limpia! ¡Qué alma pura! Yo, Dios, autor y foco de toda la pureza, me contemplo viendo a este niño. Y veo en él un reflejo creado de mí mismo. Yo lo crie para que me mirara y me amara».

Plinio Corrêa de Oliveira

 

Jesús bendiciendo a unos niños – Iglesia Gesù, Miami (EE. UU.)

 

Artículo anteriorDesafiadores de los aires
Artículo siguienteRevista Heraldos del Evangelio. Año XIX. N.º 216. Julio 2021

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí