El Espíritu Santo es esencialmente amor. Su virginal Esposa, su «alter ego», para que fuera semejante a Él sólo podría tener su alma toda ella hecha de amor. El encuentro de esos dos amores engendró la gracia inédita que transformó a hombres pusilánimes en auténticos héroes de la fe.
La llama que se posó sobre cada apóstol representaba, en el fondo, la gracia a ellos concedida de la certeza de cuánto Dios y Nuestra Señora los amaban.
Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP
En la foto superior: La venida del Espíritu Santo sobre la Virgen y los Apóstoles
Iglesia de los Servitas, Innsbruck (Austria)