Semilla de un futuro glorioso

Guía, amparo y sustento de la inocencia de su hijo, Dña. Lucilia fue la semilla dorada y magnífica de la que nació la vocación del Dr. Plinio.

Con frecuencia, el estado espiritual de una madre condiciona el de su hijo, pues Dios tiene en cuenta la fidelidad materna para dar a los descendientes las gracias necesarias al cumplimiento de su misión. Para desempeñar bien esta tarea, es necesario que la madre sepa rezar, tenga una sólida vida interior, frecuente los sacramentos y, así, se beneficie de la gracia y progrese en la vida espiritual. De este modo, contribuirá a que su propia santidad se refleje en sus hijos.

Dice el Señor en el Evangelio: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados» (Mt 5, 6); el amor de una madre por su hijo debe ser tal que tenga hambre y sed de perfección y quiera entregarse enteramente para santificar a su hijo, hasta tal punto que, estando junto al niño, lo ilusione y lo mueva a exclamar: «¡Qué bonito es ser santo!».

El privilegio de tener una buena madre

Ésa era la opinión del Dr. Plinio: «La mayor de las universidades no tiene el papel de una madre: el de condicionar, dentro de su perspectiva y que transmite a su hijo, una serie de nociones generales, […] que se proyectarán más tarde sobre toda su vida. Después de beber en ella las buenas influencias, propias a acercarlo a la Iglesia Católica y a darle una avidez enorme para acoger a la Iglesia Católica en su alma, cuando el hijo termina el recorrido de su vida, se da cuenta de que eso concuerda con lo que recibió de su madre desde el principio».

Qué privilegio tener una buena madre, en la que brillan las virtudes y los dones del Espíritu Santo, y que toma a su hijo en brazos llena de cariño

Si nos hacemos una idea concreta del privilegio de tener una buena madre, en la que brillan las virtudes y los dones del Espíritu Santo, que toma a su hijo en brazos llena de un cariño, de un afecto y una manera de ser con los cuales abre los ojos a la realidad y le da el primer impulso en el recto camino, tendremos en mente la noción clara del papel de Dña. Lucilia en la ascensión espiritual del Dr. Plinio.

Un testimonio de eso son las palabras de encomio que le dedicó, tan pronto como exhaló su último aliento: «Estudié su hermosa alma con incesante atención y por eso mismo me gustaba. Hasta tal punto que, si no fuese mi madre, sino la madre de otro, la querría de la misma manera, y encontraría la forma de irme a vivir con ella. Mi madre me enseñó a amar a Nuestro Señor Jesucristo, me enseñó a amar a la Santa Iglesia Católica».

Alma medieval, suscitada con vistas al futuro

Dios, en su infinita sabiduría, preparó con anticipación el florecimiento de la tan elevada vocación del Dr. Plinio, dándole a Dña. Lucilia como madre. Tenía ella el alma adornada con las gracias de la Edad Media y con lo mejor del Ancien Régime[1] y de la Belle Époque, es decir, lo que la era de las catedrales y de las cruzadas había producido post mortem, una vez iniciada la decadencia revolucionaria. En realidad, basándome en las palabras del Dr. Plinio y en mi propia experiencia personal, creo que Dña. Lucilia poseía algo más que no hubo en ninguna época anterior.

La gran misión de Dña. Lucilia consistió en ser una semilla pequeña e ignorada, pero llena de irisaciones de algo que sería bueno en el futuro

En efecto, asevera el buen principio teológico que la Iglesia, en cuanto Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo, no permanece inerte a lo largo de los tiempos, sino que crece constantemente en gracia y santidad hasta el fin del mundo. Mientras haya una persona bautizada sobre la faz de la tierra, la Iglesia estará viva en ella y progresando cada vez más, porque cuenta con la promesa de la inmortalidad hecha por el Señor.

Ahora bien, dentro de ese crecimiento, Dña. Lucilia representaba una simiente dorada y magnífica, llena de irisaciones de algo que sería bueno en el futuro.

Una semilla de inocencia modesta, pequeña, ignorada

A este respecto, resulta ilustrativo un comentario que hizo el Dr. Plinio en 1977:

«Había en su espíritu un punto altísimo, que era el campo de su inocencia. ¿Qué relación tiene ese campo de su inocencia con mi inocencia? ¿Y qué relación tiene ese campo de inocencia con su papel dentro de la historia? […] Había conservado sobre todo los lados buenos del siglo xix, que eran las tradiciones medievales aún vivas; y su alma era una continuación de eso. De manera que comencé a amar en ella a la Edad Media, y muchas veces pensaba: “¡Qué parecida es a mamá!”.

»Sin embargo, mi madre no tenía una noción exacta de lo que había sido la Edad Media. Le gustaban mucho las cosas góticas, pero su alma era más gótica de lo que ella percibía en el gótico. Fue un eco fidelísimo, aunque subconsciente, de esa gloriosa era de fe, y mientras el mundo entero decaía y abandonaba […] el espíritu de la Edad Media, ella engendró un hijo entusiasta de la cristiandad medieval.

»Ella es el guion que une; el puente entre todo lo que hubo otrora y el futuro. Representaba el último llanto del pasado, que lloraba por morir. Y a su hijo, Nuestra Señora lo destinó a fundar una familia de almas que sería el alborear de la Edad Media resurrecta en el Reino de María. […] O sea, la palabra guion dice poco: es la última semilla de un árbol esplendoroso que muere, pero de la cual nacerá otro árbol aún más grande. Esa semilla fue ella: modesta, pequeña, ignorada, sin dejar tras de sí otro rastro más que ése, pero dejando ése. Y ése es su gran papel histórico, su gran misión».

Dada la extraordinaria vocación del Dr. Plinio, ¿no era normal que naciese de una madre inocente, como lo fue Dña. Lucilia, que nunca cometió una falta grave durante los 92 años de su larga vida? Sí, ese llamamiento, según el plan de Dios desde toda la eternidad, debería estar fundado en la inocencia y, sin ésta, le sería imposible al Dr. Plinio cumplirlo. De la inocencia es de donde brotarían tantas otras prerrogativas, dones y beneficios que la Providencia quería concederle.

Por eso, fue beneficiado con tan virtuosa madre, verdadero manantial, jardín florido de rectitud, con el objetivo de que tuviera ante sus ojos un punto de análisis, de atracción y de sustentación para su propia inocencia. ◊

Extraído, con pequeñas adaptaciones, de:
Clá Dias, EP, João Scognamiglio.
El don de la sabiduría en la mente,
vida y obra de Plinio Corrêa de Oliveira
.
Città del Vaticano-Lima: LEV;
Heraldos del Evangelio, 2016, t. i, pp. 109-114.

 

Notas


1 Del francés: Antiguo Régimen. La expresión fue utilizada originalmente por agitadores girondinos y jacobinos para designar, peyorativamente, el sistema de gobierno monárquico de los Valois y los Borbones, anterior a la Revolución francesa de 1789. En realidad, esa época se caracterizó por el esplendor del ceremonial de la vida de la corte y el orden armónico y jerárquico reinante en la sociedad.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Del mismo autor

Artículos relaccionados