Reina de la voluntad divina

Por una especialísima predilección, Nuestra Señora participa de la realeza divina de modo «sui géneris». Dios como que se entregó enteramente a Ella y le confió el cetro de su poder, para que gobierne la Creación, la Historia y —¡oh misterio insondable!— a Él mismo. A este título, se puede afirmar que, por un sublime arcano, María es Reina hasta de la voluntad divina, gozando de una audiencia omnipotente ante el trono del Altísimo. Todo está bajo sus pies, y la Trinidad se complace en ser regida por su Hija, Madre y Esposa.

El Creador se sometió de tal manera a la Virgen que, por así decirlo, sin Ella nada puede hacer.

 

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