¡Plinio Corrêa de Oliveira está vivo!

El Dr. Plinio pasó toda su existencia anhelando el Reino de María. No obstante, la Providencia quiso llevárselo de esta vida antes de que pudiera comprobar su implantación en la tierra… ¿Habrá fallado la promesa?

Es algo inherente al espíritu humano buscar el unum de las cosas; es decir, la inteligencia tiende a alcanzar un punto que defina y sintetice lo que ha sido conocido en detalle y analizado minuciosamente. Estas páginas, sin duda, no escapan a la regla.1

¿Se habrá dicho todo respecto al Dr. Plinio, su espíritu y su vocación…? Los que lo conocieron pueden afirmar con certeza que no

Al concluir su lectura, es inevitable que deseemos encontrarnos con un desenlace. Enseguida surgen en nuestras mentes las siguientes preguntas: «¿Se habrá dicho todo respecto al Dr. Plinio? ¿Se han delineado completamente sus rasgos? ¿Se han comprendido íntegramente su vocación y su papel en la historia?».

Quizá un lector poco avisado se incline por una respuesta afirmativa. Sin embargo, quien ha tratado con el Dr. Plinio tiene una opinión diferente…

Torre cuya punta se pierde en el cielo

Aunque la presente publicación ofrece una idea de quién fue, al destacar los múltiples aspectos de su alma, se constata que es muy difícil conseguir una noción completa de la vocación y del espíritu de un varón que, a los 60 años, pudo afirmar que la extensión de sus memorias llenaría una obra de ¡más de cien volúmenes!2

Ni el insigne don de profetismo y discernimiento de los espíritus por el que podía ver las almas, penetrar a distancia en las situaciones o describir un país en el que nunca había estado; ni su personalidad enérgica, espléndidamente corajosa y representativa de la grandeza de Dios; ni siquiera su paternal bondad, que atraía a sí a numerosos hijos: nada de esto lo retrata por entero.

El Dr. Plinio en 1994

Él mismo declaró, en diversas ocasiones, haber experimentado respecto de sí, de manera un tanto fugaz, la curiosa sensación de alguien situado en la ventana de una torre que no puede ver la propia cima de ésta.

De hecho, la Providencia quiso elevarlo como una torre de sabiduría: los que entraban en ella adquirían conocimientos nunca enseñados en universidades ni encontrados en libros. Y quien convivía con él, tenía la impresión de estar más cerca de Dios, tal era la llama de entusiasmo inextinguible que ardía en su alma, una columna de fuego tan elevada que su punta se perdía en el cielo.

Una misión por cumplir

Sin embargo, no es sólo por la amplitud y riqueza de sus predicados por lo que resulta arduo presentar la imagen completa del Dr. Plinio. Hay otra razón mucho más profunda, basada en el hecho de que su misión providencial aún no se ha realizado en la tierra. Lejos de apreciarlo como un personaje del pasado, cuya carrera se consumó el 3 de octubre de 1995, es necesario considerarlo en estrecha relación con el desarrollo actual de los acontecimientos.

Las persecuciones, las calumnias, el olvido, incluso la muerte o la piedra de la tumba no son capaces de impedir que su luz brille

¡Cuántos hombres pasan por la vida como hojas de un árbol que, al secarse, son arrastradas por el viento, y cuyo recuerdo no perdura!

Existe, no obstante, un principio difundido a lo largo de la historia en lo referente a los valores espirituales: siempre que un hombre asistido por singulares dones del Espíritu Santo y distinguido por una vocación especial parece extinguirse en el ostracismo, en cierto momento los obstáculos levantados por sus enemigos, para ocultar la belleza y la grandeza de su persona, ya no se sustentan más.

Ni las persecuciones, ni las campañas de calumnias o el silencio de los adversarios, ni el olvido de algunos de entre sus más cercanos, ni siquiera la muerte o el granito de una tumba son capaces de impedir que su luz brille, imponiéndose así a las tinieblas…

¡Su luz brillará para toda la humanidad!

Tales eran mis cogitaciones los días previos al fallecimiento del Dr. Plinio y, especialmente, durante su funeral, al sentir el abandono en el que partía, olvidado y rechazado por muchos, hasta tal punto que ninguna autoridad eclesiástica, civil o militar acudió a rendirle su último homenaje. Fue enterrado únicamente por sus hijos.

Monseñor João junto al cuerpo del Dr. Plinio

Ante esa realidad llegué a concluir: «Es un misterio. No es posible que un varón de la estatura moral del Dr. Plinio muera aislado y desaparezca en las brumas de la historia como tantos otros. Si los hombres le dan la espalda, ¡los ángeles y los bienaventurados bajan del Cielo a la tierra para presenciar sus exequias! ¡Pasarán meses, tal vez años, pero despuntará la aurora en la que, por un influjo de la gracia divina, su luz resurgirá en medio de la niebla y, como un sol abrasador y fulgurante del mediodía, brillará para toda la humanidad!

Ya durante las misas y los demás actos celebrados antes del sepelio del Dr. Plinio, al notar la atmósfera de fe que reinaba en el ambiente, pude confirmar mi convicción filial. Lejos de reacciones de abatimiento, tristeza o incredulidad, el primer efecto de su partida de este mundo fue una irrupción de nuevas e intensas gracias entre sus auténticos seguidores, que a todos henchía de júbilo a pesar de la aparente tragedia.

Nunca sus hijos espirituales habían demostrado tan claramente la certeza de la victoria de su misión como en esas conmovedoras ceremonias. Allí estaban con fisonomía alegre, pecho erguido, expresión firme y confiante.

Dios y sus elegidos no mueren

A partir de aquellos días, me pasó algo similar a lo ocurrido con ocasión del fallecimiento de Dña. Lucilia: me costaba acostumbrarme a la idea de que el Dr. Plinio había muerto. Lo sentía vivo, constantemente a mi alcance; ya no como antes, cuando lo conducía en su silla de ruedas, sino precediéndome en los caminos y como que andando de espaldas, de manera a promover un intercambio de miradas.

Tan estrecha era la unión de alma con el Dr. Plinio que, desde la eternidad, se acentuaba su presencia en lo más íntimo del corazón de Mons. João

Además, percibía una acción cada vez más intensa del espíritu del Dr. Plinio actuando en mi interior, difícil de expresar con palabras. Tan estrecha había sido mi unión con él, que ahora desde la eternidad, por un verdadero fenómeno místico, se acentuaba su presencia en lo más íntimo de mi corazón.

Por otro lado, a medida que pasaba el tiempo, esa inspiración sobrenatural se mantenía también en los demás seguidores suyos, unidos en el entusiasmo y en la fidelidad a su maestro. Su figura permanecía viva en la memoria de todos y, desde el Cielo, era un canal de santidad para sus discípulos.

El Dr. Plinio en la década 1990

Cabe recordar aquí la frase pronunciada por el presidente católico de Ecuador, Gabriel García Moreno, apuñalado y agonizante sobre el suelo de la calle, frente al Palacio de Gobierno de Quito: «¡Dios no muere!».3

Ahora bien, si Dios no muere, un varón de Dios, precisamente por ser un reflejo de Dios, ¡tampoco muere!… La muerte es un hiato que existe solamente cuando es considerada desde la perspectiva del tiempo; ante el trono de Dios, sus elegidos están siempre vivos.

De hecho, aunque el Dr. Plinio experimentó físicamente el trance de la muerte hace ya tres décadas, su espíritu sigue vivo y activo, y, con el auxilio de la Medianera de todas las gracias, permanecerá inmortal en su obra por los siglos venideros. Está vivo en sus escritos, vivo en el precioso legado de sus explicitudes, vivo en los rumbos que señaló, vivo en las costumbres que instituyó; más aún, vivo en el tipo humano que inspiró, es decir, en aquellos en cuyas almas fue plantada una semilla de profetismo participativa de su propio carisma.

Primeros albores del Reino de María

El Dr. Plinio pasó toda su existencia anhelando el Reino de María; reino profetizado por San Luis María Grignion de Montfort y anunciado por la Santísima Virgen a los tres pastorcitos en Fátima; reino vislumbrado por él ya en su adolescencia y objeto continuo de su contemplación embelesada; reino en el que, por fin, los frutos de la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo y de las lágrimas de María se harán plenamente efectivos sobre la faz de la tierra.

Su espíritu sigue vivo y continuará inmortal en las almas en las que fue plantada una semilla de profetismo, participativa de su propio carisma

Sin embargo, la Providencia quiso llevárselo de esta vida antes de que pudiera comprobar con los ojos de la carne la realización de la promesa… Sin duda, la verá con los ojos del alma desde la perspectiva de la eternidad, y su misión se cumplirá, tal y como siempre esperó, por medio de sus hijos espirituales.

En determinado momento, por la ley de la historia habrá una manifestación gloriosa por parte de Dios. La Revolución, denunciada por el Dr. Plinio a lo largo de tantos años, será humillada, condenada y derrotada, y la Iglesia reflorecerá con una belleza, una luz y un vigor totalmente inéditos.

Monseñor João en enero de 2008

¿Cuándo sucederá esto? No lo sabemos. Pero desde lo alto de la montaña de la fe ya se vislumbran los primeros albores de la magnífica luz del reinado de la Santísima Virgen sobre la tierra. Que Ella pueda, según mi ardiente deseo, servirse de estas páginas para acelerar el momento en que se proclame concreta y definitivamente el triunfo de su Inmaculado Corazón. ◊

 

Notas


1 El presente artículo es una transcripción del capítulo conclusivo de la obra, en cinco volúmenes, escrita por Mons. João sobre el Dr. Plinio (cf. O dom de sabedoria na vida, mente e obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Ciudad del Vaticano-São Paulo: LEV; Lumen Sapientiæ, 2016, t. v, pp. 479-486). Con ligeras adaptaciones que pretenden hacerlo más accesible al lector, el texto se presta perfectamente como colofón de esta edición de nuestra revista dedicada a ese ilustre líder católico.

2 Cf. Clá Dias, ep, João Scognamiglio. O dom de sabedoria na mente, vida a obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Città del Vaticano-São Paulo: LEV; Lumen Sapientiæ, 2016, t. i, p. 29.

3 Gálvez, Manuel. Vida de Don Gabriel García Moreno. Madrid: González, 1945, p. 480.

 

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