Reine en nuestros corazones el puro amor de Dios.
No vayáis a imaginaros que mi alejamiento de vuestro lado y mi silencio exterior me hayan hecho olvidar vuestra caridad para conmigo y la que os debo tener. Me indicáis en vuestra carta que vuestros deseos permanecen tan firmes, tan ardientes y tan continuos como antaño; es señal infalible de que provienen de Dios. Conviene, pues, que pongáis toda vuestra confianza en Dios: tened por seguro que alcanzaréis más de lo que creéis. El cielo y la tierra pasarán antes que falte la palabra de Dios, consintiendo que una persona que confiaba en Él con perseverancia se viese frustrada en su esperanza.
Experimento que continuáis pidiendo a Dios la divina Sabiduría para este miserable pecador mediante cruces; siento los efectos de vuestras plegarias ya que hoy más que nunca me encuentro empobrecido, crucificado, humillado. Hombres y demonios en esta gran ciudad de París me hacen una guerra bien amable y dulce. Si se me calumnia, si se me ridiculiza, si se hace jirones mi reputación, si se llega a encarcelarme, ¡oh qué preciosos dones, oh qué delicados manjares, oh qué encantadoras grandezas! Son el séquito y el equipaje indispensables que la divina Sabiduría hace llegar a las moradas de aquellos en quienes ansía habitar.
SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT.
Carta a María Luisa de Jesús, noviembre de 1703.
In: Obras. Madrid: BAC, 1954, pp. 98-99.