¡He ahí la solución!

¡Nuestro Señor me dio a su Madre como Madre mía! ¡He ahí la solución! Siento que, por ser yo tan ordinario, tan débil, tan ruin, Ella tiene una lástima especial. Y mientras mido la profundidad de mis llagas, me sonríe y como que me dice: «Hijo mío, es verdad. Pero ¡mucho más buena soy yo que ruin eres tú! Lo paso por alto, te acaricio, te quiero mucho, te acerco a mí».

 

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