La actitud de la Virgen durante la Pasión del Señor fue una gran consolación para el Hombre Dios: su compasión lo fortalecía, sus lágrimas suavizaban su Sagrado Corazón, su firmeza lo animaba a proseguir hasta el final. En Ella veía la perfecta correspondencia a todo lo que había dado a la humanidad desde la Encarnación. En Ella su sangre daba frutos en plenitud. Pero, sobre todo, en el Inmaculado Corazón de María encontraba reflejada su propia Pasión. Ambos corazones, que forman uno solo, fueron clavados juntos en la cruz y allí esperaban la gloriosa Resurrección.

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

 

En la foto destacada: Nuestra Señora de los Dolores – Casa San Pedro, Mairiporã (Brasil)

 

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1 COMENTARIO

  1. Perfecta reflexión que eleva el alma a la admiración de nuestra madre en la figura de corredentora. Plasma el amor, el acompañamiento y la fortaleza de un ser extraordinario. Muchas gracias Padre, por mostrarnos con tanto detalle la grandeza de nuestra madre celestial y por recordarnos que el corazón de Jesús y María son uno sólo.

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