Hija mía: ya estás continuando mi obra redentora, la obra de salvación… Por tus llagas, por tu crucifixión, continúas dando al mundo, dando a las almas lo que otrora di por mis llagas, por mi crucifixión en lo alto del Calvario. […]
El mundo, los pobres pecadores me obligan a todas las exigencias, me obligan a crucificarte con la crucifixión más dolorosa.
Ánimo, hija mía, sé apóstol. Ánimo, ánimo, hija mía, sé misionera en tu lecho de dolor.
Es noble tu misión; es nobilísima tu dignidad de esposa de Cristo, de víctima de Cristo, de flor eucarística, de madre de los pecadores.
Han pasado catorce años. Fue en este lugar, a esta hora, donde hace catorce años fuiste crucificada y en ese momento tuve mi desahogo contigo. Son catorce años de gloria, catorce años de salvación, catorce años de heroísmo, de amor a las almas.
Gracias, esposa mía, por tu generosidad. Te estrecho contra mi divino Corazón, por tu entrega total. Eres mía, toda mía, me perteneces, me amas y yo te amo.
Palabras de Nuestro Señor a la Beata Alexandrina.
PINHO, SJ, Mariano. «No calvário de Balasar.
Alexandrina Maria da Costa».
2.ª ed. Braga: Apostolado da Oração,
2005, pp. 289; 292.