Mucho más que cualquier ángel o santo, Nuestra Señora deseaba a cada paso cumplir la voluntad de Dios, para conformarse plenamente a Él.
Anhelaba que la bondad de su Hijo fuera acogida en el interior de incontables corazones, aceptando padecer con Él para conquistar un mayor número de hijos. Pero si la santidad de Dios así lo requiriera, su celo la llevaba a pedirle que ejerciera la justicia, castigando a los recalcitrantes: «Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes» (Lc 1, 52).
Que hermoso todo lo que nos enseñan y comparten para que aprendamos sobre nuestra fé en Dios y la religión Católica.