En una ocasión se le apareció el Señor Jesús y le pidió su corazón: «Dame, amada, tu corazón».
Ella se lo ofrece con alegría y le parece como si el Señor lo aplicara a su Corazón divino a semejanza de un canal que llegaba hasta la tierra. Por él derramaba generosamente las efusiones de su incontenible bondad y le decía: «Mira, en adelante me gozaré usando siempre tu corazón como un canal por el que a todos los que se dispongan con generosidad a recibir esa infusión de la gracia y te lo pidan con humildad y confianza, derramaré del torrente de mi melifluo Corazón desbordantes efluvios de consuelo divino».
Santa Gertrudis de Helfta
Legatus divinæ pietatis. L. III, c. 66.
En la foto destacada: Santa Gertrudis de Helfta – Iglesia de Nuestra Señora de la Gloria, Juiz de Fora (Brasil)