Serenidad ante las peores tragedias

En medio de los dramas y dificultades de la vida en esta tierra, cada vez son más las personas que han recurrido a la generosa intervención de Dña. Lucilia. Y nos escriben para contarnos su confortadora acción.

 

Atraídos por la serenidad que tanto caracterizaba la inocente alma de Dña. Lucilia, son muchos los que nos escriben contándonos las gracias obtenidas por mediación suya, destacando la infalible y habilidosa protección de esta señora en situaciones que parecían irremediables.

Además del éxito venciendo dificultades, el factor común de todos los beneficios atribuidos a su intercesión es la paz con la que los distintos casos han sido resueltos; una paz, por cierto, que los favorecidos conservan después de recurrir a ella.

Cuadro de Dña. Lucilia perteneciente a Teresa Sanches y caja con pétalos usados para la infusión

Una grave infección

El 19 de marzo de 2019, tras permanecer unas horas en observación en un hospital por un problema cardíaco, Teresa Sanches se encontraba ya de vuelta en su casa; pero al intervenir en una habitual pelea entre sus perros, uno de ellos le mordió el dedo índice de su mano derecha y de nuevo necesitó asistencia médica ese mismo día…

Este hecho fue el episodio inicial de una etapa de sufrimientos que culminó en lo que ella denominaría el «acontecimiento que marcó mi vida», refiriéndose al descubrimiento de una poderosa arma en las aflicciones: la maternal intercesión de Dña. Lucilia.

En el hospital le recomendaron que se pusiera la vacuna antirrábica y tomara analgésicos que le aliviaran el dolor. Aunque, infelizmente, esa y posteriores prescripciones médicas no solucionaron su problema. En tan sólo veintisiete días se vio obligada a buscar atención de urgencia cinco veces y la vieron distintos especialistas.

Conforme pasaba el tiempo el dolor se volvía más insoportable y el aspecto de su dedo, más preocupante. Tomó tres tipos diferentes de antibióticos, pero ninguno impidió que la purulenta infección empeorara. Tras una resonancia magnética le diagnosticaron osteomielitis en grado avanzado: tenía que ser operada, corriendo el riesgo de que le amputaran el dedo.

Eficaz y luciliano remedio

Hallándose en esa angustiante situación Teresa recibió, un mes después del incidente, una inspiración que parecía que solventaría su problema, el cual no había sido resuelto hasta entonces por ningún médico:

«El Viernes Santo fui a la basílica de Nuestra Señora del Rosario para hacer vigilia ante el monumento del Santísimo Sacramento. Tenía mucho dolor, sentía cómo latía mi dedo. La persona que estaba de guardia percibió que algo me estaba pasando y me preguntó si me encontraba bien. Al explicarle lo que me ocurría me sugirió que usara agua bendita y, en ese instante, me acordé de los pétalos de rosa de Dña. Lucilia».

Tan pronto como consiguió algunos pétalos de rosa que adornaban la tumba de Dña. Lucilia, Teresa empezó un nuevo «tratamiento»: «Puse los pétalos en agua templada y sumergí mi dedo. Aún sentía mucho dolor, pero tenía mucha confianza».

El segundo día experimentó cierto cambio en el cuadro: «Continué remojando el dedo en agua templada con los pétalos de Dña. Lucilia y por la noche me encontraba bastante mejor, casi no sentía dolor».

Teresa junto a los dos sacerdotes heraldos a los que les narró el milagro

«Con la certeza del milagro, recibí el alta»

No obstante, lo más impresionante fue que en el aniversario del natalicio de Dña. Lucilia, el 22 de abril, Teresa tuvo una súbita recuperación, lo cual le hizo ver que detrás de la solución estaba esa bondadosa señora: «Milagrosamente ese día mi dedo se había deshinchado y ya no había secreción».

En una nueva consulta recibió la buena noticia: «El médico me explicó que mi caso había sido muy serio, pero observó que mi dedo estaba en fase de recuperación y que ni siquiera había segregación para enviarla a análisis. Sólo me indicó que fuera a un infectólogo para que me recetara los antibióticos adecuados, con el objeto de evitar que reincidiera la infección. En esa misma fecha fui a la consulta del especialista, quien me confirmó que el dedo estaba en esa fase de recuperación. Con la certeza del milagro realizado por Dña. Lucilia, seguí las orientaciones del médico y recibí el alta del tratamiento».

Bajo la protección de un chal maternal

Doña Lucilia no se limita a cubrir con su maternal y protector chal únicamente a la nación brasileña, sino que lo extiende también más allá de las fronteras de nuestro país, envolviendo todos los corazones que la buscan con confianza.

Segura de esto, Clara de García, de Guatemala, no dudó en pedirle ayuda durante un drama por el cual estaba pasando:

«En mayo del 2012 me enfermé de una infección muy fuerte, con repentina pérdida de peso y ascitis (acumulación de líquido seroso en la cavidad abdominal). Perdí unas doce kilos en cuestión de un mes. Estaba muy delicada de salud; no tenía ni fuerzas para llevar a cabo mis actividades diarias, después de que había sido una persona muy activa y, sobre todo, muy sana durante toda mi vida. A pesar de mi debilidad, notaba que debía ponerme en manos de Dña. Lucilia para soportar los dolores y sufrimientos que estaba sintiendo».

Iniciaba un período de una gran prueba, pues luego de varios exámenes le diagnosticaron hepatitis C, fruto de una transfusión de sangre que se había hecho cuarenta años antes.

Una vez que los médicos no le dieron ninguna esperanza, pensaba que ya se encontraba en sus últimos meses de vida. No le quedaba más que refugiarse bajo el amparo de la bondadosa señora que ya le había ayudado en otras ocasiones:

«Me encomendé mucho a Dña. Lucilia todos los días, ofreciendo mis rosarios, oraciones y sobre todo mi sufrimiento, para que encontraran alguna cura a la terrible enfermedad que tenía».

Paz y serenidad en medio del drama

En medio de esos padecimientos pudo percibir que su súplica estaba siendo de cierta forma atendida: «A pesar de mi debilidad, tuve mucha paz y serenidad, lo que sin ninguna duda atribuyo a una acción de Dña. Lucilia; esta paz se extendió a toda la familia, y puedo afirmar que en ese tipo de situación mi familia no reaccionaría así».

Con el objeto de informarse mejor acerca de su enfermedad y hallar posibles tratamientos, viajó hasta Houston (EE. UU.), donde además recibió el siguiente juicio diagnóstico: «Sufría cirrosis en fase terminal y, dado que arrastraba esa enfermedad dormida durante cuarenta años, lo más seguro era que tuviera cáncer en el hígado y pocos meses de vida. Por otro lado, no podían comenzar ningún tratamiento a causa de la debilidad que tenía. En conclusión, era evidente que moriría en poco tiempo».

Pese a la trágica noticia, pudo comprobar una vez más cómo ella y sus familiares estaban siendo amparados por una gracia sobrenatural:

«Mis hijos y mi esposo aceptaban totalmente la voluntad de Dios y en la familia se respiraba un aire de calma; nunca desesperamos, no hubo discusiones, a pesar de la incertidumbre y gravedad del caso; contaba con el apoyo de mis yernos y nuera. Además, el deseo de pedir la intercesión de Dña. Lucilia era unánime».

Clara de García recibió el diagnóstico de que tenía cirrosis en fase terminal, cáncer en el hígado y que no podía comenzar ningún tratamiento, a causa de la debilidad que sufría

Una infusión revitalizante

Ante este cuadro, Clara recibiría un valioso consejo:

«Alguien me sugirió que hiciera una infusión de hierbas con pétalos de las rosas que adornan la tumba de Dña. Lucilia y que la bebiera con mucha fe y confianza, pidiéndole a ella que intercediera por el restablecimiento de mi salud si fuera la voluntad de Dios».

Y, para sorpresa suya, fue poco a poco recuperándose: «A fínanles de año me sentía mejor y había ganado peso. El doctor que me veía periódicamente, al percibir una mejoría tan abrupta, me dijo, mirando la medalla de Nuestra Señora [que llevaba en mi pecho]: “Continúe haciendo lo que está haciendo, porque está funcionando”. Lo que yo estaba haciendo era tomar esa infusión; y Dña. Lucilia me hacía el milagro».

Después de un largo período tomando tan benéfico remedio, Clara se encontraba lo suficientemente fortalecida como para empezar un tratamiento médico que la curara. Sin embargo, «el procedimiento, que debería durar tan sólo de cuatro a seis semanas, se prolongó seis meses, debido al mal estado del hígado; y, a pesar de lo potente del medicamento, no lograron eliminar la hepatitis. Sentí que había recibido ayuda del Cielo, pero tenía que seguir pidiendo…».

«Vimos a Dios actuando a través de ella»

Más tarde consiguió iniciar un nuevo tratamiento, recién autorizado por la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés). No obstante, durante dicho tratamiento le encontraron un tumor canceroso en el hígado imposible de eliminar debido al lugar donde se hallaba.

Ante esa situación, Clara decidió viajar a Brasil para visitar la tumba de su celestial bienhechora: «Allí, entre otras cosas le dije: “¡Doña Lucilia, vea usted qué hace con mi tumor; yo no lo quiero!”, si bien que estaba resignada a hacer la voluntad de Dios».

Al regresar a Houston, se constató que el tratamiento para la hepatitis C había sido eficaz y que ya no la padecía. Pero la cirrosis seguía avanzando… La única forma de eliminarla era mediante un trasplante; sin embargo, le encontraron otro tumor canceroso en su hígado.

Podría parecer que todo estaba perdido, pero Dios estaba escribiendo derecho sobre líneas… ¡rectas! Si, porque «aunque eso fuera más grave, era también una ayudad celestial, pues, al ser dos tumores, subía en la escala de prioridad» de la lista de espera para trasplantes, afirma Clara. Y concluye agradecida: «Tenía las condiciones perfectas para ser candidata al trasplante. Una vez más vimos la mano de Dios actuando a través de Dña. Lucilia».

Clara con sus hijas, en convalescencia

Maternal y dulce consuelo

En medio de esa lucha, una de sus hijas que estaba en Brasil se dirigió a la tumba de Dña. Lucilia para pedirle una vez más por su madre rogándole: «Doña Lucilia, sólo le pido un hígado nuevo para mi mamá. En este momento no puedo ofrecerle más que una avemaría, pero yo sé que basta con una avemaría para que usted me atienda». Tres días después llegó la noticia de que ya tenían un donante.

«El trasplante finalmente se realizó y, aunque en los meses siguientes la situación aún tuvo idas y venidas, para diciembre de 2017 ya estaba curada y sorprendentemente recuperada. Esto impresionó a los médicos y a muchas personas más; varias veces estuve al borde de la muerte y los médicos no tenían esperanza de que pudiera mejorar. Ahora, con mis 74 años, siento tanta o más energía que antes de que todo esto sucediera.

«Estoy infinitamente agradecida con Dña. Lucilia por este gran milagro y tener el honor de participar mi testimonio de una lucha de casi seis años, donde, a pesar de las pruebas, los sufrimientos y sacrificios por los que tuve que pasar, sentí su maternal y dulce consuelo acompañándome».

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Ora mimando, ora dando fuerzas para luchar un poco más, ora llenando de esperanza, de las más variadas maneras esta extremosa dama ha orientado con su maternal «jeitinho» a quienes invocan su intercesión durante las peores tragedias, enfermedades y contradicciones.

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