Señales de la intercesión de Mons. João – Acortando distancias entre el Cielo y la tierra

Traspasado el umbral de la eternidad, era inevitable que surgiera la pregunta: ¿sería éste el final o el comienzo de la convivencia?...

Mañana de domingo, 3 de noviembre, últimas horas de despedida. Pausada y solemne avanza la fila hacia el féretro de Mons. João. Miles de personas la recorrieron con serenidad para rendirle su último homenaje. Aquel varón había marcado sus corazones para siempre. Peticiones, agradecimientos, besos; no hay una fórmula para despedirse de un padre tan querido. Se deja allí el corazón filialmente nostálgico y se sale con el alma puesta en la esperanza del reencuentro…

El reloj marca las once y tres minutos cuando el Dr. Augusto Goedert, médico residente en Curitiba (Brasil) y que en ese momento se encuentra en la basílica de Nuestra Señora del Rosario de Caieiras, siente que su teléfono móvil vibra en el bolsillo. Ni se le ocurre contestar, pues está besando las manos de Mons. João y haciéndole sus peticiones.

A unos kilómetros de distancia, Fernanda Rodrigues Dias dos Reis sufre una terrible angustia: su hija más pequeña, Ana Catarina, de tan sólo un año y nueve meses, se atragantó al tomar un poco de leche y, a pesar de sus esfuerzos por ayudarla a recuperar la respiración, todo es en vano…

Siete minutos sin respirar

«Estaba desesperada. Ana fue perdiendo el color, poniéndose morada, con la boca muy oscura y los brazos también morados. Estaba flácida en mi regazo… Les gritaba a mis hijos: ¡Coged las “reliquias”! ¡Coged las “reliquias”!», recuerda Fernanda.

¿A qué se refería? Así denominaba, de manera popular e imprecisa, a simples objetos que habían sido tocados en el cuerpo de Mons. João el día anterior, en especial un rosario. Mientras sus hijos las buscaban, ella y una amiga hicieron llamadas pidiendo ayuda: al padre del niño, que estaba ausente, a los bomberos, al Dr. Goedert…

Unos minutos después, este último devolvió la llamada perdida, dio las instrucciones pertinentes y se dispuso a ir de inmediato al lugar donde se encontraba Ana Catarina. Sin embargo…, como médico, sabía que no llegaría a tiempo para socorrerla y le pidió a Mons. João que lo hiciera, porque para él las distancias ya no existían.

Ana Catarina pasó aproximadamente siete minutos sin respirar, lívida y lánguida ante su madre y hermanos consternados. Fernanda continúa su relato: «Los niños me trajeron las “reliquias”, las puse sobre el pecho de Ana Catarina y grité con gran dolor: “¡Mons. João, tráigala de vuelta! ¡Tráigala de vuelta!”». La niña dio entonces un suspiro y empezó a reaccionar.

De este terrible episodio, cuyo feliz desenlace carece de una explicación médica plausible, dado el considerable tiempo que la niña permaneció inconsciente y sin respirar, no le quedó ninguna secuela, salvo, para la familia, el recuerdo del auxilio inmediato de su padre espiritual.

Así comenzaron los relatos de gracias similares, que desmentían las apariencias de una separación irremediable.

«Los niños trajeron las “reliquias”, las puse sobre el pecho de Ana Catarina y grité con gran dolor: “¡Mons. João, tráigala de vuelta! ¡Tráigala de vuelta!”»
Fernanda con su esposo e hijos; en sus brazos sostiene a la menor, Ana Catarina

Una llamada telefónica… desde la eternidad

Al día siguiente, 4 de noviembre, durante la acción de gracias de la misa matutina, Raphaël Six, miembro de los Heraldos del Evangelio, que vive en la casa que fue la última residencia de Mons. João, le pidió una gracia y una señal de que sería atendido.

Una vez concluida la celebración, inició sus actividades diarias: «Entonces oí sonar el teléfono de la biblioteca y me dirigí a la mesa de la recepción para contestar. ¡Cuál no sería mi sorpresa al leer en la pantalla el nombre de la persona que llamaba: “Mons. João Clá”! Contesté, pensando que algún sacerdote telefoneaba desde el despacho de Monseñor; no obstante, la llamada se cortó…».

Tras haber realizado las averiguaciones necesarias para descubrir quién podría haber utilizado esa extensión, Raphaël comprobó que nadie había hecho la llamada telefónica y entendió que Mons. João le había concedido la señal solicitada.

Cáliz recuperado seis meses después del robo

La respuesta a la petición del P. Antonio Castro Hernando, EP, residente en Argentina, llegó de una forma un tanto diferente. Este sacerdote necesitaba restaurar su cáliz y un matrimonio de cooperadores de los Heraldos se ofreció a hacerlo en Perú. Sin embargo, antes de llegar allí, el vaso sagrado fue robado…

Narra el P. Hernando: «Pedí la intercesión de Mons. João para recuperar el cáliz, celebrando misas por esa intención, sobre todo para que no fuera objeto de sacrilegio o profanación. Los cooperadores también ayudaron con sus oraciones, pero nada. Parecía que Monseñor no nos escuchaba o, por razones de sabiduría superior, no quería atendernos».

Pasaron seis meses. Un día, un joven argentino de la localidad de Santiago del Estero se comunicó con los Heraldos para informarles de que había visto un cáliz, similar a los que usaban los sacerdotes de la institución, en manos de un indigente, quien pidió una cantidad irrisoria por la devolución del objeto sagrado… ¡Era el que había sido robado! Tras recuperarlo intacto, el muchacho lo envió de vuelta a Buenos Aires.

Dos encuentros en sueños

Muchas son las personas que han soñado con Mons. João. Aunque en ello pueda darse un fuerte factor subjetivo, «por sus frutos se conoce al árbol» y, en los episodios que se narran a continuación, estas pequeñas comunicaciones fueron de gran utilidad para el progreso en la vida sobrenatural de quienes las recibieron.

Advirtiendo a unos, consolando a otros, Mons. João atendía a todos con afecto paternal
Kátia con su esposo e hijos

Desde São Carlos (Brasil), escribe Kátia Vilas Boas Gonçalves. En su mensaje, cuenta los pensamientos que le vinieron a la mente al despedirse de Mons. João ante el féretro: la primera vez que lo vio, doce años antes; el dolor de no haber convivido más de cerca con ese padre; el pesar de, tal vez, sólo creer de hecho en esa paternidad espiritual cuando ya se había ido…

Continúa su relato: «Muchos hijos son así: sienten la falta de su padre cuando ya no está… Aquella noche, me acosté para dormir con un sentimiento de culpa por no haberlo amado tanto como se merecía. El sueño llegó y con él vino Monseñor. Lloraba en sus brazos, en el ataúd, y él se sentó. Estaba contento y con las mejillas sonrojadas; me dijo que me calmara y que todo estaba bien. Le pedí un consejo y me dijo que me mantuviera firme en mi devoción a la Virgen y que rezara el rosario. Volvió a acostarse en el ataúd, y me desperté sintiendo en mis brazos la presión de su abrazo. Mi corazón estaba lleno de entusiasmo y alegría; ¡toda la angustia había desaparecido!».

A unos, Mons. João abraza; a otros, advierte…

Remy y su familia

Es el caso, realmente impactante, de Remy Adalberto Rodríguez Jerez, de República Dominicana, salvado de la muerte gracias a una amonestación de Mons. João. El hecho ocurrió la madrugada del 6 de abril. Mientras dormía, Remy se vio en una famosa discoteca de Santo Domingo, llamada Jet Set, donde diversas circunstancias lo incitaban a pecar. En otro plano del sueño estaba Mons. João, celebrando una misa: «Monseñor estaba en el altar, durante la elevación de la hostia después de la consagración. Se detuvo un momento y me miró fijamente. Pero no era una mirada de desprecio, sino más bien de cautela, como diciendo: “¡Cuidado! ¡¿Qué estás haciendo, Remy?!”. Quería protegerme; estaba allí para que no cometiera ningún pecado».

Al despertarse, Remy, que había pensado asistir a una fiesta nocturna en dicho local ese día, con su esposa, decidió no ir. Y fue gracias a eso que no perdió la vida junto a las 236 personas que murieron esa madrugada, con el derrumbe del techo de la discoteca…

Al igual que en vida, Mons. João sigue siendo inflexible contra el mal, ¡no permitiendo nunca que sus hijos concedan nada al enemigo!

«Yo cuido de ti»

Pero Mons. João no necesita de sueños para manifestarse. Basta, como en el caso que se narra a continuación, con una mirada.

Kauane y su familia durante el funeral de Mons. João

Una noche, mientras rezaba el rosario en compañía de su esposo, Kauane Tobías comenzó a sentir un lancinante dolor en la pierna, consecuencia de un cáncer óseo contra el que luchaba desde hacía tiempo. El dolor se intensificó y la medicación no surtía efecto.

Mientras sus oraciones se mezclaban con las lágrimas, Kauane miró fijamente una fotografía de Mons. João que tiene en su habitación: «Cuando miré la fotografía, recibí una gracia tan grande, tan grande… Escuché a Monseñor decirme: “¡Hija mía, yo cuido de ti!”. Dejé de rezar y empecé a llorar… Soy hija única de madre soltera y, en ese momento, experimenté un amor paternal del que nunca había sido objeto. En ese instante, ¡el dolor desapareció!».

Pequeñas peticiones…, generosa atención

Para Jeannet de Injoque, colaboradora de los Heraldos de Perú, la noticia del fallecimiento de su fundador le llegó acompañada de una sobrenatural alegría —al sentir que a partir de entonces contaba con un nuevo intercesor—, que la curó de una severa depresión causada por la muerte de su esposo unos años antes.

Así fortalecida, no dudó en recurrir a Mons. João para superar otra prueba, esta vez material: «Estaba pasando por una situación económica un tanto difícil y me preocupaban algunas deudas pendientes. Tenía unos terrenos en venta y, por la mañana, le pedí a Monseñor que me ayudara a vender al menos uno de ellos». La tarde de ese mismo día, una persona se puso en contacto con ella, interesada en comprar su terreno, ¡y le pagó de inmediato!

Por su parte, I. R. rogó por la conversión de su hijo, que desde la adolescencia había caído en el alcoholismo: «Tan pronto como falleció Mons. João, cogí una fotografía suya y le pedí, con mucha confianza, que interviniera en esta difícil situación. No sólo quería que mi hijo dejara de beber, sino que deseaba verlo renovado. Ésa era una de mis peticiones diarias a Monseñor. Pasaron los días, hasta que empecé a observar un comportamiento diferente en mi hijo». Aprovechando el cambio para insistirle en la necesidad de abandonar ese vicio, I. R. escuchó del chico que desde hacía un tiempo no lograba ingerir bebidas alcohólicas, porque sentía náuseas al hacerlo… Y, para completar la alegría de su madre, manifestó su deseo de buscar el sacramento de la reconciliación.

Las puertas de la eternidad no limitaron la generosidad de Mons. João, que intercede por sus hijos ante el trono de Dios
Renata con su esposo y su hija

Renata Amorim, brasileña residente en Canadá, fue escuchada tras visitar la basílica de Nuestra Señora del Rosario con su familia: «Tuve la gracia de rezar ante la tumba de Mons. João. Allí dejé mis peticiones con fe y esperanza, en particular con relación a mi salud. Padezco endometriosis, una enfermedad que afecta profundamente el cuerpo, y también la mente, y que me causaba, entre otras complicaciones, infertilidad. En exámenes anteriores habían detectado la presencia de quistes ováricos. El 12 de noviembre de 2024, continuamos nuestro viaje a Fortaleza y, como de costumbre, me realicé mis exámenes de rutina. Para mi sorpresa y alegría, tan sólo una semana después de mi visita a la basílica, el médico me informó que los quistes habían desaparecido por completo. Fue un momento de gran emoción para mí y mi familia. ¡Alabado sea Dios!».

«Atiende rápido»

El 21 de noviembre de 2024, Marina Leanza Binotti rezó ante la tumba de Mons. João, pidiéndole un regalo de Navidad: que su madre, Sonia, recibiera un riñón compatible para trasplante. Al día siguiente, recibieron una llamada del Hospital del Riñón de São Paulo, ¡informándoles de una donación!

Sin embargo, después de haber realizado las pruebas de compatibilidad, se enteraron de que había una persona por delante en la lista de trasplantes. En un clima de gran angustia, esperaron la respuesta final. Marina comenzó a rezar el rosario, sosteniendo una fotografía de Mons. João en sus manos e invocando su intercesión. Con el «Amén» de la última avemaría llegó también la noticia: ¡el riñón sería donado a Sonia! Llena de gratitud, dejó la foto de Monseñor con su madre y se dirigió al mostrador de admisiones para iniciar los trámites necesarios.

Sônia después de la cirugía

En la sala donde se encontraba Sonia había un matrimonio en una situación muy desafortunada: Paulo César acababa de saber que le precedían tres personas en la lista de trasplantes y, por segunda vez en el año, perdería la oportunidad de recibir un riñón… Al ver su consternación, Sonia se le acercó con la fotografía y, sin conocer siquiera el nombre de Mons. João, le propuso a la esposa de Paulo: «Récele a él, porque atiende rápido». Sorprendida, pero confiada, encomendó el caso a Monseñor y también fue escuchada de inmediato: al poco rato, una enfermera avisó que se iba a realizar el trasplante.

Con la misma prontitud fue socorrida Nathasha Borges, de Recife (Brasil). Unos días después de una cirugía, el drenaje de silicona que le habían implantado en su pierna perforó la arteria femoral y sufrió una grave hemorragia. La situación era extremadamente delicada y las posibilidades de vivir, mínimas, ya que en estas circunstancias una hemorragia puede provocar la muerte en cinco minutos… Nathasha sobrevivió dos largas horas, a pesar de haber perdido un tercio de la sangre total de su cuerpo.

En sus manos, incluso durante la inconsciencia, sujetaba un pequeño trozo de papel tocado por Mons. João, invocando su auxilio: «No tengo ninguna duda de la intercesión de Monseñor, pues tenía una “reliquia” suya en mis manos todo el tiempo, pidiéndole que intercediera por mi vida y me ayudara a aceptar la voluntad de Dios. […] En otra ciudad, a cincuenta kilómetros de distancia, mi madre, sin saber nada de lo que me estaba pasando, vio aparecer la foto de Monseñor en su móvil dos veces. Ya estaba casi dormida y le pareció extraño, porque el teléfono no tiene protector de pantalla. Entonces oyó: “¡Levántate y reza, tu hija se está muriendo!”».

Después de ser estabilizada por el equipo médico, en una conversación telefónica con su madre, Nathasha pudo comprobar que Mons. João estaba cuidando de ella e incluso había avisado a su madre de lo sucedido, para que se uniera a su hija en oración.

*     *     *

Con motivo del primer aniversario del fallecimiento de Mons. João, hemos querido compartir con nuestros lectores este breve resumen de los favores obtenidos por su intercesión, con el fin de que sean una señal de confianza para todos aquellos que deseen recurrir a él. Asimismo, sería necesario mencionar las gracias de conversión, curaciones espirituales y favores interiores que ha concedido en abundancia, pero no cabrían en todas las páginas de esta edición…

Filialmente esperamos que el poder impetratorio de nuestro padre y fundador, cuya generosidad no limitaron las puertas de la eternidad, tenga una audiencia cada vez mayor ante el trono del Altísimo, donde anhelamos poder reencontrarnos con él algún día. ◊

 

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