Perfección insondable y arquetípica

Circunstancias las más variadas nos ponen en contacto con las maravillas engendradas por Dios en el universo. Sean de naturaleza mineral, vegetal o animal, las criaturas fueron idealizadas y ordenadas a la manera de un gran libro, en el cual las almas llenas de fe y de inocencia pueden «leer» la grandeza de su Artífice (cf. Rom 1, 20).

¿Quién, por ejemplo, se mantendrá indiferente ante un lindo campo de tulipanes multicolores? Y, acercándose a esas frágiles y encantadoras plantas, ¿le será imposible llenarse de admiración al acariciar la textura de sus pétalos aterciopelados, al ver sus vivos colores, al considerar la elegancia de sus formas? ¿Quién no se dejará extasiar por el esplendor de un rosal en flor, de un bulevar de lapachos amarillos, de un ramo de orquídeas?

Análoga admiración causan las piedras preciosas. Grandes o pequeñas, translúcidas o casi opacas, talladas de distintas maneras, son como estrellas escondidas en la tierra, que el trabajo del lapidario —equivalente al del jardinero— revela a la luz del día. Un diamante, un rubí, un zafiro… o piedras tal vez más simples, pero también muy bellas, que, presentando variadas formas y colores, dan oportunidad a mil y una obras de arte cuya perennidad consagra el talento del hombre y la infinitud de Dios.

No obstante, vemos que esas criaturas son profunda y paradójicamente incompletas. La flor crece y se desarrolla, recorriendo diferentes etapas de belleza hasta llegar a su apogeo. Pero a partir de ese momento camina rápidamente rumbo a la ruina y posterior desaparición. En sentido contrario, la loable perennidad de la joya la vuelve estática, carente del vigor, exuberancia y esplendor que la vida le confiere a la más común de las plantas.

Así, cada criatura parece que apunta hacia un auge de perfección que no posee, como si le faltara justamente la cúspide de su propia excelencia. ¿Se habría equivocado Dios? ¿Se olvidó de plasmar en el mundo la cumbre de cada ser? ¿Creó lo bueno pero descuidó lo perfecto? ¿Su obra estaría entonces incompleta?

Teniendo como finalidad reflejar a Dios, la Creación sólo puede ser bien comprendida si se analiza de forma jerárquica: todas las perfecciones de los seres que la componen convergen hacia un punto, que es Nuestro Señor Jesucristo, el Rey del universo. Sin embargo, al ser Él el Hombre Dios debería haber una pura criatura que reuniera en sí tales excelencias.

Esa criatura es Nuestra Señora. En Ella se encuentra aquella cúspide de perfección hacia la cual toda criatura apunta sin alcanzarla. Por encima de cada ser creado flota un ápice inefable, existente tan sólo en María Santísima.

Ella es la Rosa perenne, la Orquídea imperecedera, el Diamante vivo, el Rubí maleable… Es la Princesa del universo, la criatura de belleza perfecta, la alegría del mundo entero, con respecto de la cual se explicarán maravillas eternidad adentro. ¡La Virgen Santísima nunca será suficientemente conocida, elogiada y amada!

Nuestra Señora de Fátima
Nuestra Señora de Fátima, con un atardecer en la sierra de Cantareira como fondo (Fotos: Timothy Ring y Teresita Morazzani)
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4 COMENTARIOS

  1. Salve Maria! Pidamos proteccion aNuestra Señora por salud, fortaleza y proteccion para todos especialmete a los Heraldos del Evangelio del mundo entero.

  2. Salve maria hermoso todo cada vez aprendemos cada dia mas ojola publiquen mas del libro de mon señor Cla D el de la Virgen y las revistas gracias unidos en oracion por todos los Heraldos desde honduras terciarios salve maria

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