Nada a medias me agrada: o todo o nada

¡Ay, si los mortales comprendiesen —y sobre todo mis sacerdotes y almas religiosas— cuánto me hieren y desagradan las distancias, separaciones, desconfianzas y pequeñas imperfecciones inveteradas que saliendo de ellas, qué tan de cerca me pertenecen! Nadie, quizá, o muy pocas almas a las que ilumino tendrían idea de cuántas vocaciones, tanto sacerdotales como religiosas, serían retiradas al cabo de los años a causa de arraigadas infidelidades. Quieren servirme a medias, conservando sus caprichos y genios, satisfaciendo en todo su voluntad y tomándose libertades incompatibles con su estado y profesión.

Por eso no los tolero, nada a medias me agrada, o todo o nada, a mi semejanza, que no me quedó una gota de sangre ni de agua en mi cuerpo destrozado en la cruz. Pero ¡después continué viviendo con estas almas escogidas debajo de un mismo techo, en el sagrario, expuesto a tantas profanaciones, odios y sacrilegios! Todo lo que debía pasar en mi vida sacramental, ¡yo lo conocí!

Y las llamo para compartir con ellas mis amarguras, para que después alcancen el gozo eterno, para que progresen a lo largo de los años, a veces a costa de sacrificios y heroísmo, para que, justamente cuando se aproxime el momento de ceñir las frentes con coronas de gloria inmortal, no se desvíen del camino ni se cansen del suave yugo de mi cruz o, apegándose a las criaturas mortales y poniendo su confianza en la carne que sucumbe con la muerte, se alejen de mí y pierdan su espíritu…

Entonces, las abandono y dejo que sigan todos los deseos de su corazón pervertido, para desconocerlas delante de mi Padre celestial, puesto que ellas en su vida se avergonzaron de la humillación, de la obediencia, de la práctica de las virtudes, las que hacen violencia a la naturaleza, haciendo bellas a las almas, asemejándose a mí, que soy el modelo de los predestinados; y sin esas semejanzas nadie podrá salvarse.

¡Ay, de aquellos y aquellas! ¡Ay!

Palabras del Niño Jesús a la
Madre Mariana de Jesús Torres