El deseo del Dr. Plinio de servir a la Iglesia con sabiduría y eficacia hizo del «Legionário», una simple hoja parroquial, el periódico católico más combativo e influyente de Brasil.

 

A la edad de 25 años, sentía que había nacido para servir a la Iglesia Católica. Ella era la que daba significado a mi existencia. Y cuanto más me tomaba a pecho ese servicio, más no me era oculta la enorme crisis que afectaba a la sociedad temporal, creando para la Iglesia problemas cuya gravedad se mostraba claramente ante mis ojos.

Todo mi futuro, por tanto, debería estar dedicado a hacer vencer la causa católica, girando en torno de un eje principal, es decir, el triunfo de los intereses de la Iglesia.

Precisamente en la época en que esos pensamientos me ocupaban el espíritu, empecé a dirigir un pequeño periódico mensual de la parroquia de Santa Cecilia, de São Paulo, llamado Legionário. Cuando aún era diputado federal, me habían invitado para que fuera el director, a fin de darle proyección. Considerando oportuna dicha intención, quise favorecerlo y acepté: «Pueden poner ya mi nombre», les dije, «pero sólo asumiré el cargo cuando concluyan mis deberes parlamentarios».

De hecho, terminado mi mandato en la Asamblea Nacional Constituyente, me pidieron que asumiera la dirección efectiva del Legionário. Me di cuenta de que era un promisor medio de apostolado, pudiendo llegar a ser excelente, siempre que tuviera un buen equipo de redactores y utilizara convenientemente el periódico en orden a los objetivos que pretendía alcanzar.

Periódico católico con repercusión internacional

Algunos ejemplares del periódico, entre ellos la página en la cual fue publicado el primer artículo del Dr. Plinio

Para ello movilicé a algunos amigos a fin de que me ayudaran en la redacción y la administración. Los miércoles por la noche teníamos la reunión en la que se establecían las materias que se tratarían y distribuíamos los artículos y secciones entre los redactores. Como medio de desarrollar nuestro grupo, comenzamos a invitar a los jóvenes más inteligentes de las distintas congregaciones marianas para que escribieran en el Legionário.

Al cabo de un tiempo, la hoja se transformó en un semanario, tendiente a ser diario, lo cual era mi objetivo. Esta completa reformulación tenía en vista hacer de él el primer periódico católico de Brasil. Por la misericordiosa protección de Nuestra Señora, lo conseguimos. Pronto el Legionário empezaría a pesar en la vida interna de los católicos de Río de Janeiro, Minas Gerais, Río Grande do Sul, Pernambuco… Repercutía fuera de nuestras fronteras: en Montevideo, Buenos Aires, un poco en Santiago de Chile, incluso en Europa y, más raramente, en Estados Unidos.

El Legionário se convertía así en un medio en el que nuestro ambiente y nuestras ideas ejercerían una enorme influencia. Era donde queríamos llegar.

Un cambio inspirado en un periódico francés

Obtuve muchos esclarecimientos con respecto a la influencia y el modo de acción que deseaba para el periódico analizando un diario llamado Sept, quincenario francés con más o menos las mismas páginas que el Legionário.

Estaba organizado de manera muy animada, con un diseño atrayente y temas de actualidad. Por eso, a pesar de ser un periódico modesto de pocas páginas —que circulaba por la Francia y Bélgica de aquel tiempo—, tenía mucha garra e intervenía en los acontecimientos, influenciando. En una palabra, trataba de todo lo que había de más candente y delicado.

Hasta ese momento, el Legionário tenía cierta tendencia de dirigirse al gran público, en el interés de conquistarlo. Estaba escrito, en gran medida, con el objetivo de convertir a los no católicos y, en parte, de enfervorizar y orientar a los católicos. Leyendo el periódico Sept, comprendí que eso estaba errado, pues un periódico de pequeño porte, o bien debía dirigirse a un público especial, influyente y numeroso, y a través de ese público influenciar al conjunto, o bien no servía para nada.

Objetivo claro: formar la mentalidad de los católicos

El Legionário dejó entonces de ser un periódico para convertir a los no católicos y se convirtió en un periódico destinado a orientar a los católicos. Y no a cualesquiera católicos, sino a los del Movimiento Católico.

El Movimiento Católico estaba constituido en aquel tiempo por los fieles más fervorosos, que iban a Misa los domingos y, en general, pertenecían a asociaciones religiosas. Se llamaba así porque era un grupo muy grande de personas que dedicaban parte de su tiempo, o todo su tiempo, a favorecer por su actuación a la Iglesia Católica, a la expansión de la fe.

El Dr. Plinio y el cuerpo de redactores del «Legionário» durante una visita del almirante Yamamoto, líder católico japonés.

Comprendí enseguida que al actuar sobre ese público y orientarlo tendríamos la posibilidad de influenciar en el conjunto de los acontecimientos en Brasil. Transformé, por tanto, el Legionário en un órgano especializado para el Movimiento Católico. No tenía como finalidad ayudar a los católicos a convertir a los no católicos, sino formar su mentalidad.

Cómo atraer, cómo persuadir

Pronto percibí que deberíamos tratar asuntos más actuales, haciendo una crítica rigurosamente católica y, por consiguiente, ayudando al público a relacionar desde el punto de vista religioso temas de los cuales ninguna hoja católica abordaba en aquella época, en Brasil. El Legionário debía entrar en esos temas y tratarlos con coraje, marcando la nota.

Por otra parte, cuando se alcanzara ese objetivo, ¿cómo usarlo para combatir la Revolución? Para combatirla, era necesario persuadir. Ahora bien, ¿cómo persuadir? ¿Por el raciocinio? ¿Por la simpatía? ¿Cómo captar la buena voluntad? ¿Cuáles serían los obstáculos con los que esa buena voluntad se encontraría? Y, finalmente, si no consiguiéramos atraer ni persuadir, ¿qué haríamos?

Estas son preguntas que se hace una persona que dispone de un pequeño periódico católico y quiere sacar provecho de él para una gran misión; alguien que comprendió que con tan poco se puede hacer mucho, y quiere aprovecharlo todo hasta el último punto.

La primera cosa necesaria para persuadir a un lector es tratar temas que le interesen; de otra manera no se consigue captar su atención. Alguien dirá: «Pero si él no se interesa por los temas que escribo». Mi respuesta es: «Entonces búsquese una forma de exponer el tema de modo que despierte su interés». O sea, se debe estudiar la psicología del lector para descubrir la manera de interesarlo.

Para eso hace falta tener una idea completamente articulada de las mentalidades. Compete, pues, observar las mentalidades; de lo contrario, uno no será capaz de nada en este orden de cosas.

Una segunda cuestión: habiendo atraído la atención del lector, ¿cómo persuadirlo? Es necesario presentar muy bien el raciocinio, con claridad y sencillez, sin pretensión, directamente. El argumento debe penetrar en la mentalidad del hombre que ha errado como un desinfectante penetra hasta el fondo de la herida de quien tiene una infección expuesta. El enfermo puede sentir dolor y patalear, pero el microbio muere.

Argumentación bella y vocabulario abundante

El Dr. Plinio en la sede del «Legionário», con ocasión de la bendición de las nuevas rotativas en 1938

La argumentación debe ser lo más agradable posible. Sin embargo, no basta con usar palabras bonitas. Lo más adecuado es hacer sentir la belleza del argumento como tal. El pensamiento sin adorno, presentado en su sencillez y en su luz, tiene una belleza propia, similar a la del rayo; y cabe a quien escribe transmitírsela al lector.

Para eso se hace indispensable poseer un vocabulario abundante. O uno posee un completo dominio del léxico, lo estudia bien, lo aprovecha bien, o no llega a nada.

El escritor debe saber explorar las cualidades de la lengua en la que se expresa, en lugar de procurar imitar el lenguaje magnífico de otros pueblos. Cada uno precisa aprovechar las bellezas del vocabulario que tiene.

Por ejemplo, en el portugués existe un mundo de imponderables, hay palabras cuyo sentido está a un milímetro de la otra, la segunda de la tercera, ésta de la cuarta, etc., de manera que dan una precisión magnífica a lo que se quiere expresar.

Luego era necesario habituar a los redactores del Legionário a esas necesidades.

¿Frases largas o frases cortas?

La dosificación y la ponderación exacta de todos esos aspectos presentan problemas interesantes. Por ejemplo, ¿se debe usar frases largas o cortas?

La frase corta es más fácil de entenderse. Pero tal constatación significa muy poco, porque equivale a afirmar que, para el mundo de los burros, esa parece ser la única forma de comunicación posible. Ahora bien, esto no es verdad. La frase corta se distingue por la sencillez, con una utilidad y un encanto propios. Para decirlo todo de una vez, consideremos los Evangelios: tienen todos los grados y formas de belleza, pues están inspirados por el Espíritu Santo, pero en él no se encuentran frases extensas.

¿La frase extensa tiene alguna belleza? Sí, mucha belleza. La construcción de la frase larga, al permitir encajar varias ideas armoniosamente, presenta un conjunto de pensamientos. Como tal, acostumbra al espíritu a considerar más los conjuntos que los simples elementos y, bajo este aspecto, desarrolla la capacidad de síntesis, no en el sentido de abreviar, sino de agrupar, aglutinar, clasificar, lo cual es una cualidad eminente del hombre.

Entonces hemos de mirar un poco nuestra propia tendencia. Individualmente, ¿nos inclinamos hacia la frase larga o hacia la breve? Considerando nuestra propensión, sepamos sacar de ella el máximo provecho. Por mi parte, soy muy tendiente a frases largas.

El arte de conversar da vida al arte de escribir

¿De dónde viene esa tendencia? Logré conocer, aunque casi expirante, el arte de conversar. Lo conocí y lo admiré enormemente, procurando desarrollarlo tanto como mis cualidades naturales me lo permitían. Mucho antes del Legionário, cuando tenía 10 u 11 años, me esforcé en conversar de un modo interesante, pues comprendí que, a partir del momento en que pareciera interesante lo que estaba diciendo, daría vida a mis palabras y, por tanto, pasaría a interesar a los demás.

El arte de conversar le da al arte de escribir una vida extraordinaria. El lector debe tener la impresión de que el escritor está conversando con él. Tal vez se note un poco de eso en algún artículo mío.

Era preciso, pues, desarrollar el arte de conversar entre los redactores del Legionário. Para ello había por la noche, en el período en que los jóvenes estaban trabajando en los artículos, una interrupción en la que se servía un café. En ese momento, yo salía de mi despacho e iniciaba una charla con todos. Tenía la certeza de que, indirectamente, les estaba enseñando a escribir.

Coherencia en las ideas

Una nota característica del Legionário era la siguiente.

Las ideas del tiempo hacían que la disputa ideológica fuera comprendida únicamente con respecto a asuntos políticos, sociales y económicos. El Legionário abrió mucho más el abanico. Demostró que las preferencias religioso-filosóficas y sociopolítico-económicas pueden manifestarse en todo: en la forma de una lámpara, en el color de un jarrón, en la contextura de un tejido, en los adornos de un plato o un vaso, en el sabor de una comida o de una bebida… Todo es portador de una tendencia.

De manera que el Legionário hacía lo que hoy se llamaría contrarrevolución cultural. Por revolución cultural se entiende exactamente eso: una revolución que no es solamente política, sino que envuelve una transformación de la mentalidad, del modo de ser y del ambiente que rodea al hombre.

La contrarrevolución cultural es la contrarrevolución sofística añadida de contrarrevolución tendencial; sumadas, constituyen un todo. Luego tenemos la noción de que la Revolución y la Contra-Revolución abarcan el pensamiento humano al completo. Y que, o bien el hombre es un monolito, o bien no es nada.

Todo lo que hay de bueno en la sociedad viene de la Iglesia Católica

Otro principio muy marcado en la orientación del Legionário es el siguiente: todo lo que hay de bueno en la sociedad humana viene de la Iglesia Católica.

El pecado original vulneró a fondo la naturaleza humana, aunque no hasta el punto de corromperla enteramente. La Iglesia condena la afirmación de que el hombre, por sus simples fuerzas naturales, no puede practicar acciones buenas. No obstante, la doctrina católica también enseña que, sin el auxilio de la gracia, no consigue mantenerse, estable y duraderamente, en la práctica de los Diez Mandamientos.

Congreso Eucarístico Nacional de 1942

Segundo punto: si en una determinada sociedad se vuelve habitual la violación de uno o más mandamientos, esa sociedad está caminando hacia la ruina, no hay más remedio. El orden humano perfecto proviene del cumplimiento de los mandamientos. Si éstos no son cumplidos, el orden se va por el desagüe, es cuestión de tiempo…

Tercero: por el contrario, si la sociedad humana en su conjunto —salvo las excepciones mezquinas, que siempre las hay— cumple establemente los Diez Mandamientos, sube hasta una cima maravillosa. Aunque se trate de un pequeño país sin recursos económicos, si el pueblo tiene mucha fe, éste ascenderá al más alto grado que le es posible en el orden temporal.

Más aún: cuanto más una sociedad se eleva en el orden temporal —por la cultura, por la riqueza o por cualquier otro factor—, tanto más le hace falta cumplir bien los mandamientos y amar a Dios. Porque si esas cualidades naturales no son encaminadas por la virtud y por la práctica habitual de los Diez Mandamientos, los propios factores de grandeza acelerarán su caída. Es decir, la podredumbre intelectual de los países muy intelectualizados, cuando dejan la fe, es tan alucinante y tremenda que tiende a llevarlos, con todo su peso, a desatinos. 

Extraído, con adaptaciones, de
Dr. Plinio. São Paulo. Año III. N.º 25 (abr, 2000);
Año VI. N.º 61 (abr, 2003); N.º 62 (may, 2003).

 

En la foto destacada: El Dr. Plinio en 1968

 

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1 COMENTARIO

  1. Una vez más y como no podía ser de otra forma el Dr.Plinio nos demuestra su profundidad y claridad de pensamiento y lo aplica para convertir una simple hoja parroquial en un periódico sustancioso con una estructura gramatical sutil y perfecta para poner en la práctica esa entrega suya como hombre de fe, de pensamiento, de lucha y de acción. Donde se refleja ese arte dado por Nuestra Señora para atraer a las personas, el arte de conversar con un espíritu sobrenatural ayudado por la gracia donde se vislumbra que era una persona llamada a combatir la revolución y liderar la contrarevolucion.

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