Misericordia inagotable y transformante

Nuestra Señora está presente en la ininterrumpida lucha que cada hombre libra contra sus defectos, para adquirir mayores virtudes. Y aunque no nos acordemos de Ella, María intercede por nosotros desde lo alto del Cielo, con una misericordia que ninguna forma de pecado puede agotar.

Porque es propio de la grandeza de la Madre de Dios, en quien todo es admirable y extraordinario, ser un inmenso y perfecto refugio. Siempre que el pecador recurre a Ella, la Virgen Santísima, llena de bondad, lo protege, le concede todo tipo de perdón, limpia su alma, le da fuerzas para practicar la virtud y lo transforma de hijo pródigo en hombre bueno y fiel.

 

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