La vigilancia es un rasgo característico del instinto protector y materno de las leonas, que las hace tan violentas en la defensa como en el ataque. No obstante, en todo se muestran sumisas al rey de la selva, poniendo sus capacidades al servicio de la manada.

 

En las sabanas africanas existe un señor más poderoso que el león: el silencio. En medio de los combates por la supervivencia animal, reina no como un tirano, sino suavemente, propiciando el ambiente ideal para las más intrépidas actuaciones.

Leona del West Midland Safari Park, Bewdley (Inglaterra)

En ese escenario misterioso y arriesgado, muchos piensan erróneamente que todo el mérito de la soberanía de los leones con relación a los demás animales se debe al rey de la selva que, con su melena y complexión robusta, impone temor reverencial a todos los que se le acercan. Sin embargo, pocos valoran a una heroína discreta y silenciosa…

En efecto, las tareas más importantes de la manada recaen sobre las leonas. Son ellas las que toman la decisión de admitir a nuevos leones a su grupo, velando por la «tradición» del linaje, evitando que se infiltren elementos indeseados. Dotadas de un fuerte instinto familiar, a ellas les compete el cuidado de la prole, en cuyo cometido las leonas del mismo bando se apoyan mutuamente, a fin de no perder el control que ejercen. También poseen una especie de sentido de la propiedad, que las lleva a no aceptar intromisiones en su territorio.

Leonas con sus cachorros, Parque Transfronterizo Kgalagadi (África)

Finalmente, a ellas les corresponde obtener el alimento diario. La vigilancia es uno de los rasgos característicos de su instinto protector y materno, que las hace tan violentas en la defensa como en el ataque.

Antes de salir de caza, dejan a sus cachorros al cuidado de las leonas más jóvenes, no aptas aún para esa ardua tarea. Mientras algunas se quedan vigilando, al acecho de cualquier peligro y listas para llevar a cabo la labor que sea necesaria, dos rodean a la presa para atacarla en el momento exacto. Todo está calculado al milímetro, con una perfección propia al instinto casi inerrante del animal, ciertamente menos dañado que el humano por los efectos del pecado original. Con seguridad y precisión, se abalanzan sobre la presa y la matan, sin titubear. Una vez cumplido su objetivo, con suma eficacia y dedicación, arrastran el cadáver hasta su terreno.

Leona atacando a un búfalo africano, Parque Nacional del Serengeti, Tanzania

En todo, no obstante, las leonas se muestran verdaderas servidoras, al poner sus capacidades al servicio del rey de la selva, sin querer arrebatarle la primacía. Se diría que, habiéndose esforzado en la cacería, poseerían todo el derecho sobre la presa, pudiendo alimentarse enseguida a voluntad. Pero las leonas no se imponen. Conscientes de su papel, cazan sin pretensiones y no comen nada de su «conquista» hasta que el león ha satisfecho su apetito y se retira.

La naturaleza, afirma San Buenaventura, es como un libro por el cual podemos llegar hasta Dios, porque habiendo sido creada por Él, necesariamente lo refleja, así como a los suyos. De este modo, podemos comparar la leona a la «mujer valerosa» (Eclo 26, 2), es decir, la dama auténticamente católica, tan elogiada en las Escrituras.

Nadie ignora que «por la mujer tuvo principio el pecado, y por causa de ella morimos todos» (Eclo 25, 33), cuando Eva comió del fruto prohibido en el paraíso terrenal. Sin embargo, por medio de una mujer —María Santísima— se encarnó Nuestro Señor Jesucristo para traer a los hombres la salvación. Destinada a aplastar eternamente la cabeza de la serpiente (cf. Gén 3, 15), la Virgen se convirtió en el modelo para todas aquellas que desean seguir el camino de la virtud, particularmente cuando se la invoca como Acies Ordinata: «terrible como un ejército formado en batalla» (cf. Cant 6, 10).

Leonas atalayas

Yerra quien piensa que la lucha le compete solamente al sexo masculino, pues para vencer los obstáculos por los cuales todos pasamos en este valle de lágrimas, es indispensable que hombres y mujeres combatan juntos y con varonilidad de alma. La Historia es testigo de la heroicidad de mujeres que se levantaron contra el mal de su tiempo, ora prefigurando a la Santísima Virgen, ora imitándola. En el Antiguo Testamento, en más de una ocasión, el pueblo judío fue liberado de sus enemigos por manos de una mujer, como sucedió con Judit, Débora y Jael; en épocas más recientes, encontramos numerosos ejemplos de damas verdaderamente guerreras por ser católicas y viceversa, como Santa Juana de Arco o Santa Teresa de Jesús.

Desde el principio Dios creó a la mujer para que fuera la «ayuda adecuada» (cf. Gén 2, 20) del varón. Y San Pablo reveló el altísimo significado oculto en dicha conducta: «Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; Él, que es el Salvador» (Ef 5, 21-23).

La mujer virtuosa, cuyo valor supera al de las perlas, no sólo «trabaja con la destreza de sus manos» (Prov 31, 13) y «abre sus manos al necesitado» (Prov 31, 20), sino que también «se ciñe la cintura con firmeza y despliega la fuerza de sus brazos» (Prov 31, 17), conforme canta el Libro de los Proverbios. Por lo tanto, a la dama católica le corresponde demostrar empuje, determinación y firmeza cuando se trata de defender los principios de la fe, a semejanza de la leona, que no vacila cuando tiene que atacar. 

 

En la foto destacada: Pareja de leones, Parque Transfronterizo Kgalagadi (África)

 

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3 COMENTARIOS

  1. Mientras leía éste artículo maravilloso he tenido un verdadero flash: cómo el orden impuesto por Dios es el camino seguro que nos lleva al Cielo y a la vez la senda por la cuál la vida cotidiana se hace más hermosa y eficaz, no solo para uno mismo, sino para todos los suyos. Qué distinta y armoniosa sería nuestra sociedad si cada uno ocupàsemos el lugar que nos corresponde y con despretensión y humildad surviésemos a los demás con los talentos que Dios nos ha dado. No habría disputas entre hombres y mujeres,ni malos tratos,ni violencias, todo funcionaria jerárquicamente y daría su fruto con perfección. Qué María Santísima, cómo ejército en orden de batalla nos auxilie en esta conquista por el orden sacral.

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