Madre que vela por la salud del cuerpo y del alma

¿Dónde está siempre una buena madre? Sin duda, donde el niño reclama su presencia, donde las dificultades atormentan su alma, donde hay problemas que sólo el discernimiento materno puede solucionar.

Una madre es esa persona a la que invocamos, desde la más tierna infancia, para superar cualquier dificultad. No hay nadie que no haya pasado a lo largo de su vida por pruebas y complicaciones que sólo el buen corazón materno ha sabido comprender y resolver.

Los relatos presentados en esta edición nos muestran a Dña. Lucilia como madre que vela por sus hijos en cualquier situación: desde problemas en el descanso nocturno hasta la curación de una enfermedad crónica.

Al marchar a Brasil, Ligia cargaba con dos cruces que la afligían y la hacían emprender con miedo ese viaje

Veamos, entonces, la solicitud de esa bondadosa madre y pidámosle que nos acoja igualmente a nosotros entre sus hijos necesitados.

Un viaje marcado por el dolor

Ligia María Rojas Zúñiga, de Costa Rica, narra dos favores obtenidos por Nuestra Señora del Carmen, gracias también a la intercesión de Dña. Lucilia, que respondió de modo superabundante a sus oraciones.

Cooperadora de los Heraldos del Evangelio en su país, Ligia fue a Brasil en julio de 2022 para participar en el congreso internacional que se realiza todos los años. Sin embargo, cargaba con dos cruces que afligían su espíritu y hacían que emprendiera ese viaje con temor. Sigamos su relato:

Da. Ligia (ao lado da imagem de São José) com os cooperadores da Costa Rica, em visita a uma das casas dos Arautos em São Paulo

«Tenía una lesión grave en el pie derecho, debido a problemas de mala circulación sanguínea, que sufro desde el 2000. Había sido tratada en varias ocasiones; con el tratamiento y los vendajes se cerraba la herida, pero después se volvía a abrir. Cuando le conté al médico que haría un viaje a Brasil, intentó disuadirme, porque un vuelo de varias horas a gran altura era peligroso para cualquiera en mis condiciones. Sin embargo, le dije que ya lo tenía todo preparado y que viajaría bajo mi propia responsabilidad.

»La víspera de la salida, la enfermera me curó la herida, me puso una venda y me indicó que no me la quitara mientras estuviera fuera del país.

»Consciente del riesgo del viaje y del posible impacto que podría tener en mí, le rogué a Dña. Lucilia, nuestra madre, que intercediera por mí. Durante las horas de vuelo les pedí a ella y a Nuestra Señora que todo saliera bien durante el viaje y el regreso a casa».

Una curación espiritual…

Ligia llegó a Brasil bien dispuesta y pudo seguir el programa del grupo de cooperantes en São Paulo. Durante la visita a la casa Monte Carmelo —de la rama femenina—, sintió el auxilio de Dña. Lucilia y, por su intercesión, el de Nuestra Señora del Carmen, curándola de una profunda angustia que sentía en su interior.

Al entrar en la iglesia, le invadió una enorme emoción y enseguida le surgió una súplica: «¡Doña Lucilia, madre mía, no me dejes, por favor!». Se giró hacia el altar, donde hay una imagen de la Virgen del Carmen, y mirándola dijo: «No quiero irme igual a como he llegado».

La rosa se desprendió del arreglo y cayó sobre el altar; por intercesión de Dña. Lucilia se inició la curación física y espiritual de Ligia

Y continúa: «Mi petición en ese momento era únicamente espiritual. Durante mucho tiempo había cargado con un dolor en mi corazón. En concreto, desde 2016 —cuando hice el curso de consagración según el método de San Luis María Grignion de Montfort— meditaba sobre el trasfondo maligno que existe en cada persona. Intenté varias veces hablar de esto con un sacerdote, pero no logré que ninguno entendiera mi situación, o quizá no supe explicar lo que sentía».

Abrumada por la pena, Ligia le pedía a la Señora del Carmen ayuda para ella y su familia, llorando hasta sentirse aliviada. Entonces notó que una rosa del arreglo floral que decoraba la imagen se había desprendido y caído sobre el altar. Le pidió a una hermana que estaba allí cerca el favor de que se la alcanzara. Ésta se la entregó diciéndole: «Grandes cosas tiene la Virgen María para usted».

Altar de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, Caieiras (Brasil); en el destacado, la rosa recogida por Ligia

…y otra corporal

Profundamente conmovida, Ligia visitó ese día otras iglesias y casas de los Heraldos. Prosigue su narración: «Al día siguiente, el viernes 21 de julio, cuando empezaba el congreso, me acordé de las instrucciones del médico y, al sentir punzadas en el pie, le rogué a la Virgen que me concediera la gracia de volver a Costa Rica sin tener que recurrir a ninguna clínica. Cogí un pétalo de aquella rosa y lo coloqué entre las vendas. Confiando en Nuestra Señora, salí hacia la sesión inaugural del congreso; ya no sentía molestia alguna.

»Tuve otra sorpresa el sábado: me encontré con un sacerdote heraldo que no había podido atenderme cuando estuvo en Costa Rica, pero que ahora estaba dispuesto a hablar conmigo, aprovechando un receso entre las sesiones del congreso. ¡Fue una maravillosa oportunidad! Sin embargo, cuando quise contarle lo que me había apenado tanto, me di cuenta de que la Virgen ya me había quitado toda mi tristeza de tanto tiempo: no tenía nada que contarle, el dolor interior había desaparecido.

»El domingo por la tarde comencé a sentir como si algo me punzara el pie. Por la noche había querido quitarme la venda, pero tenía miedo. El lunes compré lo necesario y me dispuse a cambiarme el vendaje. Pero cuando retiré las gasas vi con sorpresa que la herida abierta del pie estaba seca. La superficie estaba enrojecida, pero no desprendía ningún líquido ni fluido.

»Cuando regresé a Costa Rica, mi familia y amigos notaron algo diferente en mí. De hecho, durante el viaje había sido sanada de dos males: el del corazón y el la de la mala circulación sanguínea, la cual padecía desde hacía veintidós años. Mi médico confirmó el “milagro”, tras examinar mi pierna y comprobar que la herida se había cerrado y cicatrizado».

Así concluye su relato: «Ahora, un año después de todo lo que pasó, estoy sana. Desde entonces, he dado infinitas gracias a Dña. Lucilia y a Nuestra Señora por permitir que cayera la rosa, por haberme inspirado a colocar el pétalo en las gasas, por mediar para que Dios manifestara su gloria y me curara física y espiritualmente».

Pesadillas y acción preternatural

Hay ciertas pruebas que nos acompañan desde la infancia y que sólo pueden superarse con ayuda sobrenatural.

Quizá no haya nada que sea más difícil para un niño que afrontar el miedo a la oscuridad y los ataques de las pesadillas nocturnas. Esto puede ser algo insignificante para unos, pero para otros se vuelve motivo de gran aprensión. Ése es el caso de Susan Alzamora, de Perú, para quien Dña. Lucilia se convirtió en un luminoso lenitivo.

Las pesadillas se volvieron tan seguidas que Susan temía la llegada de la noche; fue entonces cuando se acordó de Dña. Lucilia

«Desde muy niña —nos cuenta—, tenía pesadillas y mucho miedo a la oscuridad. Tanto, que había noches en las que me veía obligada a dormir con mis padres y sólo podía conciliar el sueño al sentirme protegida por ellos. Mi madre me enseñó que después de cada pesadilla o sueño desagradable lo primero que tenía que hacer era rezar. A su vez, las palabras de consuelo de mi padre eran: “Tranquila, estamos contigo, no temas”.

»Con el paso de los años, las pesadillas se hacían más intensas, me dejaban inmovilizada, sentía como si algo me aplastara el pecho. Lo único que podía hacer era abrir los ojos, no podía moverme. Le comenté lo que me pasaba a una señora que nos ayudaba en casa y me dijo: “Cuando te suceda eso, grítales e insúltalos; verás como te dejarán en paz”. Hice lo que me sugirió, pero no resultó. Pasaba el tiempo y no mejoraba nada. Me despertaba cansada, agotada y débil.

»Cuando terminé mi carrera universitaria, decidí continuar mis estudios en Lima, donde también tuve la oportunidad de trabajar. Por un momento pensé que el cambio me ayudaría mucho, pero fue igual, las pesadillas continuaron; por cierto, esto se conoce como parálisis del sueño.

»Unos meses más tarde me invitaron a hacer el curso de consagración a la Virgen y me inscribí. En contacto con los Heraldos conocí a Dña. Lucilia, pero en aquella ocasión no pedí su intercesión».

Después de una oración a Dña. Lucilia, el final de las pesadillas

La Providencia tiene sus horas para intervenir y, a menudo, suenan en el momento en que las dificultades alcanzan el auge. Es lo que le sucedió a Susan.

Continúa su narración: «A principios de este año, las pesadillas eran muy seguidas, hasta el punto de que temía la llegada de la noche. Entonces recordé que una señora muy gentil me había regalado una estampa de Dña. Lucilia, con un pétalo de rosa tocada en su tumba. Me la puse en el pecho, diciendo: “Doña Lucilia, madrecita mía, ayúdame a poder descansar, protégeme en mis sueños y defiéndeme de todo mal”.

»En aquel instante sentí la misma paz, la misma protección que sentía cuando de niña mis padres velaban por mí durante el sueño. Entonces pude descansar tranquilamente y desde aquella noche empecé a dormir protegida por la estampa de Dña. Lucilia. Nunca me acuesto sin tener sobre mi pecho su estampa y pedir su protección».

Susan Alzamora con la estampa de Dña. Lucilia que había recibido, reproducida al lado

De esta manera, Dña. Lucilia se convirtió para Susan en alguien que, desde el Cielo, vela por su descanso. ¿Qué buena madre no haría eso por su hijo?

De sentir antipatía a ser devoto… una intervención singular

Desde la ciudad de Cuenca, Ecuador, Marisol Espinoza Orellana nos envió el relato de una hermosa intervención de Dña. Lucilia en su familia, con esa suave acción que vence antipatías, derriba las barreras más obstinadas en lo más profundo de los corazones y une a las almas en torno a la llama viva de la fe. Conozcamos lo que nos cuenta:

«Desde hace unos nueve o diez años frecuento las misas y las actividades de los Heraldos del Evangelio en Cuenca, ya que mis hijos en varias ocasiones participaron en su apostolado.

»Soy devota de Dña. Lucilia, pero mi esposo no compartía mi devoción. Al contrario, cuando la invocaba con una jaculatoria, después de cada misterio del santo rosario, me decía: “¿Quién es esta señora? ¿Por qué le rezas tanto?”. Y se burlaba de mi piedad, hacía bromas o era irónico.

»Un día, estaba escuchando en mi habitación el programa de los Heraldos en YouTube, Buenas noches con María, en el que hablaban de un “milagro” obrado por intercesión de Dña. Lucilia para ayudar a una persona con sus necesidades económicas. En ese momento mi marido, que también estaba escuchando, me dice: Hagamos una novena en honor a Dña. Lucilia. Yo no daba crédito a lo que me decía, ya que siempre se burlaba de mi devoción…».

Auxilio rápido y abundante

Narra Marisol: «Empezamos entonces una novena al Sagrado Corazón de Jesús, pidiendo la intercesión de Dña. Lucilia, que era muy devota de Él. Una semana antes, mi esposo había ido al banco a pedir información sobre un préstamo con tarjeta de crédito para el primer año de universidad de nuestra hija. Pero constató que el límite máximo del préstamo era insuficiente para esos gastos. Nos quedamos un poco preocupados.

La pronta ayuda en una dificultad económica derribó las barreras que lo alejaban de la devoción a aquella bondadosa señora

«Al día siguiente de haber empezado la novena al Sagrado Corazón a través de Dña. Lucilia, volvimos al banco a retirar el préstamo y, contrariamente a lo que nos habían informado la semana anterior, nos dieron mucho más que el mencionado límite máximo. Enseguida mi marido me dice: ¡Increíble el “‘milagro” de Dña. Lucilia!».

Marisol y su esposo sostienen en sus manos algunas de las fotografías de Dña. Lucilia sacadas un mes antes de su muerte

Y finaliza su relato manifestando una enorme gratitud a su bienhechora: «A partir de ahí mi esposo no deja de rezar novenas a Dña. Lucilia y a la Virgen. Termina una y comienza otra… cuando jamás lo había hecho antes. Para mí Dña. Lucilia ya es una santa, pero deseamos que sea reconocida como tal en todo el mundo, para que interceda por todos. Por eso, me apresuro a compartir estos favores que ella nos ha otorgado». ◊

 

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