Madre que siempre atiende a las súplicas de sus hijos

Una petición hecha a una buena madre nunca es en vano. ¿Qué decir de una madre que, como esperamos, se encuentra junto a Dios y puede rogarle por las necesidades de sus hijos?

Por la falta de pan que le pudiera ofrecer a una inesperada visita, narra el divino Maestro en una parábola, un hombre angustiado tuvo que apelar a la caridad de un amigo en mitad de la noche (cf. Lc 11, 5-8), pero sólo a fuerza de una importuna insistencia obtuvo el alimento que necesitaba. De una manera muy diferente actúa Dña. Lucilia con quienes recurren a ella.

Al analizar los hechos que a continuación se describen, se podrá ver fácilmente que no es necesario «llamar a la puerta» de Dña. Lucilia con demasiada insistencia, alegando dones o presentando méritos. Basta únicamente que confiemos, pues en el momento determinado por la Providencia abrirá las puertas del Corazón de Jesús, que atenderá con abundancia nuestras peticiones.

Intervención más efectiva que cualquier analgésico

Liviana Nobile, una devota de Dña. Lucilia residente en Argentina, nos cuenta el favor alcanzado por una empleada de su hija, María Margarita Verón.

«A finales de abril de 2023 —relata Liviana— María Margarita comenzó a sentir fuertes dolores de cintura, en la parte de la espalda; pero luego se agudizó el cuadro involucrándosele las rodillas, con fuertes dolores también». Como era muy esforzada en el trabajo, no hizo de las molestias un motivo para darse de baja, ni siquiera aceptó el consejo que le dieron de que tomara algún analgésico que le aliviara el dolor… Prefirió aguantarlo.

»Así estuvo por un mes más o menos, aliviándosele algo el dolor en la espalda y cintura, pero el de las rodillas empeoró, casi no podía subir ni bajar del bus».

No es necesario «llamar a la puerta» de Dña. Lucilia con demasiada insistencia, alegando dones o presentando méritos. Basta sólo confiar

Al verla en ese estado, Liviana trató de ayudarla: «Habiéndome hecho amiga de ella por hablarle de la religión —tema que le gustaba e interesaba mucho— y de los Heraldos, en muy poco tiempo comencé a enviarle a diario vídeos del santo rosario y de la misa, de los evangelios del día, de los “Buenas noches con María”, podcasts y todas las novenas que hay a lo largo del año».

Habiendo oído hablar de Dña. Lucilia y de su auxilio a quienes se hallan en toda clase de necesidades, María Margarita decidió recurrir a ella también. Entre llantos, debido a los dolores, el 26 de mayo le pidió: «Doña Lucilia, vos que ayudas a tanta gente, te ruego, te suplico por lo que más quieras, intercede por mí ante la Virgen María y Jesús para que me alivie aunque sea; no doy más. Te lo ruego, Dña. Lucilia, por favor». Cuando se levantó al día siguiente, ¡ya no le dolía nada!

El terrible padecimiento había desaparecido y pudo ir a trabajar con total normalidad, sin poder creerse lo que le había pasado y sorprendida por la eficacia de una madre tan bondadosa.

Liviana concluye su testimonio con un entusiasmo verdaderamente filial: «Gracias, Dña. Lucilia, en nombre de María Margarita Verón y del mío propio. Mi felicidad no tiene límites… Dña. Lucilia debe estar entre ángeles y arcángeles».

Doblemente atendido sin mucha insistencia

Otras almas son atendidas por Dña. Lucilia siguiendo una didáctica distinta: su aparente silencio ante las súplicas acaba convirtiéndose en una garantía de que serán escuchadas con mayor maternidad y no, como erróneamente podríamos pensar, en un síntoma de desinterés por su parte. Una petición hecha a una buena madre nunca es en vano. ¿Qué decir de una madre que, como esperamos, se encuentra junto a Dios y puede acudir a Él para las necesidades de sus hijos?

Es lo que le sucedió al Prof. Edson Luiz Sampel, que ya nos ha enviado relatos de gracias alcanzadas en otras ocasiones, y que narra, embebido de gratitud, otro favor obtenido a través de esa bondadosa intercesora:

El Prof. Edson Sampel junto a la tumba de Dña. Lucilia, en el cementerio de la Consolación de São Paulo

«Para uno que alguna vez pensó que la devoción a la madre del Dr. Plinio era fanática, esa mujer tan generosa prodiga innumerables beneficios. Meses atrás tenía un plan para realizar determinado hito académico. No dependía de mí. Empecé a pedir, en el rezo del rosario, que Dña. Lucilia interviniera a favor de este plan.

«Doña Lucilia atiende incluso cuando no queremos molestarla con un asunto que no lo reputamos tan serio»

»Procedí así durante un tiempo, hasta que pensé para conmigo: este plan mío es importante, sin embargo, no es algo que justifique la intercesión de ningún santo, quien debe ocuparse de situaciones realmente relevantes. Entonces, dejé de pedírselo a Dña. Lucilia».

Ni se imaginaba el Prof. Sampel que su petición ya estaba en vías de ser atendida, no mucho tiempo después: «Recibí la noticia de que mi plan se cumplió y doblemente, porque dos instituciones se habían interesado en el proyecto. Tuve que elegir una de ellas.

»¡Esto es algo maravilloso! Doña Lucilia atiende, incluso cuando ya no se lo pedimos, cuando no queremos molestarla con un asunto que no lo reputamos tan serio».

La pérdida de un teléfono móvil y una calumniosa acusación

El honor de los hijos es un tesoro para la madre. Doña Lucilia lo sabía muy bien y en vida conservó con solicitud verdaderamente eficaz el buen nombre que tenían sus hijos, ante Dios y ante los hombres. Así pues, al verse en la contingencia de solucionar una desagradable situación que había manchado el honor de su hijo, Kcaran Schreiber, cooperadora de los Heraldos del Evangelio de Perú, confió sus aflicciones a Dña. Lucilia:

Kcaran y su hijo con una foto de Dña. Lucilia

«Unas semanas antes de Navidad se me presentó un problema con mi hijo menor; lo difamaron diciendo que había robado un celular. Lamentablemente las circunstancias lo acusaban, pero sobre todo se trataba de un caso de bullying escolar».

La tormenta se intensificó cuando la madre del alumno afectado, víctima del presunto robo, hizo público el incidente en el grupo WhatsApp de los padres: «Lo hizo con seguridad y con descaro, sin pensar en la gravedad de la publicación. En el grupo le avisé de que antes de exponerlo públicamente tuviera todas las pruebas de que mi hijo era el culpable; que no lo difamara a la ligera, como hizo, y que primero tendría que haber hablado conmigo. Sólo respondió que existe un Dios que todo lo ve y que iba a juzgar a mi hijo».

La discusión entre ambas madres llegó al auge: «En una llamada telefónica con la madre del niño, me increpó sobre cómo había criado a mi hijo. Me dijo que me quitara la venda de los ojos y que reconociera lo mal que lo había educado. Me llené de indignación e incluso tuvimos un altercado de palabras».

Materna intervención de Dña. Lucilia

Prosigue Kcaran: «Tengo un retrato de Dña. Lucilia en mi casa y enseguida sentí vergüenza, porque no es así como se debe reaccionar. Primero clamé perdón, ya que estuve furiosa y dije palabras que no debía haber dicho; pero, ante todo, pedí su intercesión para que esto se aclarara y se encontrara el celular y al verdadero culpable».

Kcaran reconoce que era la más afectada por la situación. Su hijo, por el contrario, gozando de la paz que una conciencia tranquila proporciona, esperaba pacientemente el total esclarecimiento de los hechos.

«Le pregunté por qué lo veía tan tranquilo, si no le afectaba lo que estaba pasando, y respondió con calma: “Mamá, no puedo dejar que esto me afecte porque tengo la conciencia tranquila. Duermo bien, a pesar de que mis compañeros me acusan, y los entiendo, por las circunstancias en las que sucedieron los hechos.

»En ese momento, mi hijo me pidió nuevamente que le creyera, lo abracé y le di mi apoyo. Seguimos confiando en Dña. Lucilia y no pasaron ni dos días para que ella manifestara su maternal poder de intercesión a favor de sus hijos».

En tan sólo dos días Dña. Lucilia ayudó a Kcaran a recuperar el honor de su hijo y esclarecer completamente la incómoda situación

La discusión telefónica entre Kcaran y la madre del otro niño tuvo lugar el 5 de diciembre y, finalmente, el teléfono móvil apareció el día 7.

«Doña Lucilia no se demoró nada en responder a mis oraciones como madre y ayudar a mi hijo a salir de esa situación. Le devolvieron el celular al muchacho en presencia de su mamá, esa señora que difamó a mi hijo; se acercó a él y frente al tutor del aula le pidió perdón. Hizo de igual manera conmigo: me llamó y me pidió disculpas. Se las di y escribió al grupo de WhatsApp también pidiendo disculpas».

Doña Lucilia auxilió a Kcaran a recuperar el honor de su hijo, manchado tan a la ligera, y aclaró por completo la situación con esa nota de bondad y armonía que tanto caracterizó sus días en la tierra.

Así termina su relato: «Sólo me resta dar gracias a Dña. Lucilia, por su poderosa intercesión. La tengo presente en mis rosarios diarios, que rezo con mi familia y con mi grupo de oración, diciendo: “Doña Lucilia, madre nuestra, ¡ayúdanos! Amen”. Gracias, Dña. Lucilia, por tu poderosa intercesión se aclaró todo».

«¡Mi hermana le ama a usted! ¿Por qué yo no?”»

Cual suave bálsamo que cura y reconforta los corazones, la devoción a Dña. Lucilia va poco a poco abriéndose paso en las almas. Unas veces, esta devoción nace en un momento de aflicción; otras, después de comprobarse la eficacia de una ayuda; en otras, tras pedir explícitamente la gracia de honrarla de una manera más eficaz.

María Geralda de Freitas Viana Faria forma parte de esta última categoría de almas. Conoció la devoción a Dña. Lucilia a través de su hermana, Ana Lucía de Freitas Viana Robson, gran devota suya desde hacía años. Ahora bien, Magê —como se la conoce cariñosamente— no sentía la misma afinidad, ni, quizá, la misma necesidad de una intercesión especial. En el momento en que atravesaba un drama familiar, por la grave enfermedad de su hermana Ana Lucía, fue cuando encontró en Dña. Lucilia una puerta siempre abierta para obtener auxilio. Ella misma nos cuenta este cambio:

Magê y su hermana, Ana Lucía, junto a un portarretrato de Dña. Lucilia

«Mi hermana tuvo un tumor cerebral de tres centímetros que le extirparon, pero el posoperatorio fue muy confuso, muy complicado. Ya no reconocía a nadie, no entendíamos nada de lo que decía y esto hacía sufrir mucho a la familia».

Providencialmente, Magê asistió a algunos programas que la hicieron reflexionar. Narra ella:

«Aquella semana vi un vídeo muy importante acerca de los “milagros” de Dña. Lucilia. Me quedé impresionada, ¡impactada! Una amiga entonces me envió un audio de una mujer que contaba que no conocía a Dña. Lucilia, pero había escuchado que hacía muchos “milagros”. Después de ver ese vídeo y oír ese audio, no dejaba de pensar: “Doña Lucilia, me gustaría tener más fe en usted. Y mi hermana, tan devota de usted… Haga ese ‘milagro’ que estamos esperando, que le den el alta del hospital. Tiene que salir del hospital hablando, entendiendo, interactuando con su familia, con la gente…”.

»También le dije a Dña. Lucilia: “Quiero tenerle más devoción a usted, más confianza, y difundir los favores obtenidos a través de usted”. Era como si necesitara aquella gracia para creer más. “Hay tanta gente que recibe gracias pidiéndoselas a usted. ¿Por qué yo no? ¡Mi hermana le ama! ¿Por qué yo no?”».

Una grata sorpresa

Sin que se hubiera dado cuenta, la devoción a Dña. Lucilia ya había nacido en su corazón. Hizo esa sencilla oración, y en el rezo del rosario del día siguiente completó su petición: «En las jaculatorias pedía: “¡Doña Lucilia, ayudadnos!”. Y, para gran sorpresa nuestra, por la mañana mi sobrina, hija de Ana Lucía, que estaba en el hospital, me llamó y me dijo: “Tía, espera un momentito que hay una persona que quiere hablar contigo…”».

Magê cuenta, asombrada, que su propia hermana era la que se puso al teléfono: «Hablaba con normalidad, sin enredar las palabras, reconociendo a su hija, reconociéndome a mí. ¡Me quedé muy emocionada! Y le dije: “¿Sabes quién te hizo ese milagro? ¿Quién lo consiguió muy cerquita de la Santísima Virgen? ¡Doña Lucilia, de quien tú, hermana mía, eres tan devota!”».

«Le dije a Dña. Lucilia: “Quiero tenerle más devoción a usted”. Era como si necesitara aquella gracia para creer más»

E interpretó muy bien el mensaje de Dña. Lucilia contenido en aquella sonrisa: «Me dio esa gracia como si dijera: “Magê, mucha fe, mucha fe en mí, porque estoy aquí muy cerquita de Nuestra Señora y consigo de Ella muchas gracias para vosotros, mis queridos hijos”».

Sin duda, la obtención de este favor inició una nueva etapa de gracias para Magê y su familia, en la que la protección y el maternal auxilio de Dña. Lucilia estarán cada vez más presentes.

Finaliza su relato llena de gratitud: «Es imposible no emocionarse al dar este testimonio de una gracia más alcanzada por intermedio de Dña. Lucilia. Lo agradezco por la vida de los Heraldos, por la vida de Mons. João Clá Dias, de todos los Heraldos que conocemos, de los sacerdotes, de todos los que rezaron por mi hermana. ¡Muchas gracias!». ◊

 

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