La misa de un mal sacerdote, ¿tiene algún valor?

Podríamos traducir el título de arriba con una formulación más sencilla: ¿un buen cañón funciona en manos de un mal soldado? O bien: ¿de qué sirve un cañón si lo utilizan los enemigos? Sabemos que, por muy inepto que sea el artillero, un buen cañón no pierde su calidad, aunque su precisión se vea mermada… Si, por un lado, esto es reconfortante, por otro, se revela sumamente alarmante ante la posibilidad de que esa eficacia se vuelva contra el propio ejército a través de un traidor.

Dejemos la metáfora y adentrémonos en el tema propuesto: ¿qué valor tiene, si es que lo tiene, la misa celebrada por un sacerdote infiel?

En primer lugar, la evidencia confirma que todo lo que hace un sacerdote virtuoso es mejor que lo que proviene de un ministro indigno. Hay que saber si incluso la misa obedece a tal constatación.

Considerada en sí misma, enseña el Doctor Angélico, la misa tiene un valor intrínseco que es independiente de la santidad del celebrante. Así que, vista desde este aspecto, la misa de un mal sacerdote no vale menos que la del bueno, pues «uno y otro consagran el mismo sacramento» (Suma Teológica. III, q. 82, a. 6). Como el sacerdote actúa in persona Christi, bien por las manos de un santo, bien por las de un impío, la Pasión del Señor siempre se renovará de modo incruento en la santa misa, con sus méritos infinitos, y el Padre celestial será glorificado.

Pero ocurre que en la misa también hay oraciones que el ministro eleva a Dios por los fieles, vivos o difuntos. Y su eficacia, sí, dependen del fervor y de la santidad de quien celebra. Según el Aquinate, en este caso «no hay duda de que la misa de un sacerdote mejor es más fructuosa» (a. 6). En cuanto al ministro infiel, se le aplican las palabras de las Escrituras: «Hasta su oración será aborrecible» (Prov 28, 9).

Por lo tanto, si realmente queremos beneficiarnos de todos los frutos del santo sacrificio, la elección entre asistir a la misa de un buen sacerdote o a la de uno malo no es tan indiferente como un análisis superficial, aunque basado en una sólida teología, podría insinuar.

Queda el problema del «soldado traidor»… ¿Puede un cañón apuntado contra su propio ejército ser eficientemente dañino para éste?

La misa tiene un valor intrínseco, independientemente de quién la celebre
Misa de San Gregorio Magno – Museo del Convento de Santa Catalina, Utrecht (Países Bajos)

Como nadie más, el sacerdote malo es capaz de ofender al Hombre-Dios en la eucaristía. Solo él, ministro válidamente ordenado, puede asumir ese nefario papel de verdugo de la divinidad, obligando al Rey eterno a bajar del Cielo para ser insultado, pisoteado y ultrajado.

No obstante, por paradójico que parezca, debido al valor intrínseco del santo sacrificio, incluso una misa celebrada con el propósito de ultrajar a Dios ¡lo glorifica! Santo Tomás explica por qué el Señor permite que los malos sacerdotes tengan el poder de consagrar: «Esto pone de relieve la excelencia de Cristo, al que sirven, como a Dios verdadero, no sólo las cosas buenas, sino también las malas, a las que su providencia conduce a la propia gloria» (a. 5). Sin embargo, no por ello el sacerdote sacrílego deja de ser reo de un pecado gravísimo.

En resumen, el cañón, para retomar la metáfora inicial, será de excelente eficacia siempre que se le dispare, y los objetivos primordiales se alcanzarán siempre. Pero ¡cuántas otras maravillas no podrá realizar si se le utiliza bien!… ◊

 

1 COMENTARIO

  1. Qué santa reflexión! Cómo duelen muchos sacerdotes hoy en dia, hasta dudan de la Presencia Real de Jesus en la Santa Eucaristía. Debemos mantenernos en constante oración por todos ellos, que sean santos, fervorosos, Marianos, Eucarísticos. Nuestra Señora de Fatima, en tus manos puras pongo a tus hijitos Caballeros de la Virgen, y a los sacerdotes del mundo entero!

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