San Benito instituyó una red de órdenes religiosas que difundieron la moralidad por toda Europa. En la base de todo ello se encuentra San Benito y, por la acción de las contemplativas, Santa Escolástica.
Santa Escolástica congregó a religiosas que no prestaban asistencia social, no impartían catecismo, no hacían «nada». En una época en que su acción parecía tan necesaria, llevaban a cabo algo que era mucho más que actuar: rezaban y se sacrificaban. Con su ejemplo dejaron muy claro que, si el apostolado de la rama masculina había sido tan fecundo, lo fue porque existía una rama femenina que oraba, que se inmolaba, que contemplaba.
Así pues, el ideal de la contemplación está profundamente presente en esa fecundidad del apostolado de conversión de Europa. Y ahí se ve el papel admirable, insustituible y, en cierto sentido, incomparable de Santa Escolástica. Porque para actuar, algunos hay; para luchar, ya son menos numerosos; pero para sufrir, ¡cuán pocos!