Jesucristo vivo en la tierra

Catecismo de la Iglesia Católica

§1120. La misión de salvación confiada por el Padre a su Hijo encarnado es confiada a los Apóstoles y por ellos a sus sucesores: reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona. Así, el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.

 

«Todas las iglesias de la faz de la tierra podrían ser destruidas, pero dondequiera que todavía quede un sacerdote, aún podremos tener la misa, aún podremos tener la Santa Eucaristía».1 Si esta afirmación ya nos sorprende por su profundidad y belleza, quizá nuestra sorpresa sea mayor al descubrir quién es su autor y, sobre todo, los motivos que le llevaron a pronunciarla.

Se trata de una frase del cardenal Van Thuan, que pasó trece años encerrado en terribles cárceles del Vietnam comunista. ¡Con cuánta emoción celebraba clandestinamente la santa misa, estando entre rejas! Sacerdote del Dios Altísimo y príncipe de la Santa Iglesia, sabía que, incluso prisionero, tenía un poder que no es otorgado a los ángeles: por la consagración, Nuestro Señor Jesucristo se hacía presente en su celda, como otrora en la gruta de Belén. «¿Qué lengua angélica o humana podría explicar un poder tan ilimitado? ¿Quién podría imaginar que la palabra de un hombre […] recibiría de la gracia la fuerza prodigiosa de hacer descender del Cielo a la tierra al Hijo de Dios?».2

El purpurado vietnamita tenía muy presente que «el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo», y que, por tanto, como sucesor de los Apóstoles actuaba en nombre de Jesús y en su persona.

En efecto, cuando los ministros consagrados bautizan, cuando atienden a los fieles en confesión, cuando celebran la santa misa, ¡es literalmente el propio Hombre-Dios quien lo hace a través de ellos!

Por esa razón, ¡qué gran responsabilidad tienen de conformar su vida a la del Señor! San Juan de Ávila3 los llama relicarios de Dios, casa de Dios y, en cierto modo, creadores de Dios. Y San Juan Eudes, por su parte, afirma que «el sacerdote es Jesucristo vivo y caminante sobre la tierra».4

Pero, al mismo tiempo que consideramos la sublimidad del sacerdocio, conviene también reflexionar cuán grande debe ser la admiración y el respeto de los fieles por los ministros del Señor. Si nos fuera dado ver lo que místicamente ocurre cuando el sacerdote administra los sacramentos y si profundizáramos en el augusto misterio de la liturgia, ¡saldríamos de cada celebración con el alma «rejuvenecida» por haber entrado en contacto con el propio Dios!

Ante tan maravillosa y divina presencia del Señor, tal vez comprendamos mejor aquella frase pronunciada por sus divinos labios: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20). ◊

 

Notas


1 Van Thuan, Francis Xavier Nguyen. The Road of Hope. A Gospel from Prison. North Palm Beach: Wellspring, 2018, p. 104.

2 San Leonardo de Porto Maurizio. Excelências da Santa Missa. São Paulo: Cultor de Livros, 2015, p. 21.

3 Cf. San Juan de Ávila. «Plática enviada al P. Francisco Gómez, S. J., para ser predicada en un sínodo diocesano de Córdoba, 1563». In: Obras completas. Madrid: BAC, 1953, t. ii, p. 1289.

4 San Juan Eudes. «Le mémorial de la vie ecclésiastique». In: Œuvres complètes. Vannes: Lafolye Frères, 1906, t. iii, p. 187.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Del mismo autor

Artículos relaccionados