Madre mía, cuando Jesús estaba en vuestro claustro, Vos hallabais numerosas cosas que decirle; ved, sin embargo, ¡qué miserias le digo yo en el momento en que lo recibo en la sagrada Eucaristía! Por eso os pido: Habladle por mí, Madre mía, y decidle todo lo que yo quisiera ser capaz de decir, pero no lo soy. Adoradlo como yo quisiera adorarlo; dadle la acción de gracias que yo quisiera darle; presentadle actos de reparación por mis pecados y por los del mundo entero, con un ardor de reparación que, desgraciadamente, no tengo.
Madre, pedid por mí y por todos los hombres todo lo que fuere necesario para que realicemos vuestra gloria; pues, Madre mía, lo que os pido más que nada es vuestra gloria, vuestro Reino. Amén.