La Iglesia es el centro del género humano y la entidad que la Santísima Virgen más ama en la tierra. Ahora bien, habiendo comenzado por ella el castigo predicho por Nuestra Señora en Fátima, ¿no contamos con todos los motivos para temer sus efectos sobre la sociedad civil si ésta sigue perseverando en el mal?

 

Hoy, 13 de mayo, debemos hacer un comentario sobre Nuestra Señora de Fátima, tema numerosas veces tratado entre nosotros y que, sin embargo, ha de ser recordado en esta fecha de especial solemnidad.

De 1917 a hoy, el mundo empeoró espectacularmente

De los múltiples aspectos contenidos en el acontecimiento de Fátima pienso que existe uno que viene muy a propósito subrayar en el presente comentario.

En primer lugar, debemos considerar como rasgo destacado en esas apariciones, las cuales están revestidas de un carácter profético, el hecho de que Nuestra Señora le prometiera al mundo misericordia si había enmienda de vida y si se hacía la consagración pedida por Ella; y, al mismo tiempo, le amenazara con castigos si no se enmendaba y no se realizaba dicha consagración.

Este esquema esencial de las revelaciones de Fátima también es la sustancia de las profecías del Antiguo Testamento. Usan el mismo lenguaje y presentan la misma alternativa con relación al pueblo judío y sus enemigos: bendición y alabanza en caso de enmienda, castigo si no hay conversión.

Ahora bien, la amenaza hecha por la Virgen en Cova da Iria constituye, en realidad, un acto de misericordia. Ella nos advierte como una madre bondadosa que nos dice: «Hijo mío, no quiero castigarte, pero tu actitud es tal que si perseveras en ella me veré obligada a hacerlo».

En Fátima, Nuestra Señora hizo, por tanto, una profecía siguiendo el esquema clásico. Y, transcurrido más de medio siglo de las apariciones, vemos que todo lo que la afligía en aquella época, motivando sus quejas sobre el mundo contemporáneo, no sólo no ha mejorado, sino que empeoró espectacularmente.

El Dr. Plinio rezando ante la Sagrada Imagen, a mediados de la década de 1970

La crisis de la Iglesia forma parte de un castigo…

Por consiguiente, vamos camino de un castigo y no podemos dejar de concluir que la actual situación de la Iglesia forma parte de él. La Santísima Virgen prometió punir al mundo, del cual el Cuerpo Místico de Cristo es su eje: golpeando al eje, la punición hace tambalear a toda su circunferencia. La crisis que se labra dentro de la Iglesia está, sin duda, comprendida, implícita o explícitamente, en los castigos profetizados en Fátima.

Ahora bien, ¿habría estado ella prenunciada realmente en las apariciones?

Si Nuestra Señora hubiera anunciado en Cova da Iria ese castigo, ciertamente que se habría mantenido en secreto, lo que nos lleva a pensar que ese es uno de los elementos del mensaje aún no revelados. La Santísima Virgen debe haber dicho cosas muy duras respecto de la Iglesia y del clero; y como no le dieron importancia a sus advertencias, ocurrió lo que Ella prometió.

A la vista de esto, no podemos considerar que los castigos anunciados por Nuestra Señora en Fátima están aún por realizarse, sino que ya empezaron a suceder. El proceso punitivo se desencadenó y es mucho más plausible suponer que llegue hasta el final que esperar que se detenga.

…que ha de extenderse al mundo entero

La Iglesia es una sociedad espiritual, centro del género humano, lo que hay más elevado en el orbe. Toda la Historia gira en torno a ella. Es la institución que Nuestra Señora más ama en la tierra y de su salubridad depende la del orden moral y religioso en este mundo.

De lo anteriormente dicho, destaco los dos últimos rasgos.

Si considero el primero, veo que la Virgen castigó a lo que más ama. Luego, ¿acaso llegará a perdonar al resto, que tampoco da señales de enmienda? Si la Iglesia, parte más noble y que menos debería recelar, ya está siendo punida, ¿no tendrá la parte menos noble todos los motivos para temer el castigo si persevera en el mal?

El segundo aspecto se refiere a la salubridad de la Iglesia como condición de sanidad de la sociedad. Si, en estos momentos, está pasando por una crisis sin precedentes en la Historia, ¿no cabe la posibilidad de que el mundo también se contamine?

Por consiguiente, los castigos profetizados por Nuestra Señora ya están en curso y esto nos lleva a creer aún más en el mensaje de Fátima.

Proceso punitivo que está llegando a su paroxismo

Repito esquemáticamente el raciocinio.

Primer punto: el mensaje de Fátima es una profecía, no oficial, como las del Antiguo Testamento o del Apocalipsis, pero con todas las características de una profecía auténtica. Contiene la denuncia de un estado altamente censurable, una invitación amorosa a abandonarlo, una amenaza y la previsión de un castigo si la situación no cambia.

Segundo punto: este mensaje, en lo que de público tiene, no habla —o al menos no lo aborda de manera precisa— de un castigo para la Iglesia, sino para el género humano. A cierta altura dice que el Papa sufrirá mucho; sin embargo, no atribuye la causa de esos sufrimientos a los pecados de la Iglesia.

No obstante, sabiendo que la profecía tiene partes secretas, se nos plantea una indagación: ¿Nuestra Señora habrá revelado ahí ese castigo? Ciertamente sí, pues es natural que quien anuncia la punición del mundo, hable del aspecto peor de esa punición.

Inmaculado Corazón de María – Iglesia de San Benedetto in Piscinula, Roma

Luego todo conduce a creer que el castigo de la Iglesia sea uno de los elementos centrales de la profecía de Fátima. Y, si esto es verdad, ésta ya ha empezado a cumplirse; lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Hay razones para esperar que el proceso punitivo se detenga?

Ahora bien, si ese proceso está llegando a un paroxismo en relación con la parte más noble y más amada por Nuestra Señora, ¿por qué no iba a llegar también al auge con respecto de la parte menos noble y menos amada, como es la sociedad civil? Tanto más que la sociedad civil —enormemente amada por María Santísima, pero menos que la Iglesia— no se ha enmendado; al contrario, persevera en el pecado.

Cuando la Iglesia está en un estado insalubre, el mundo se vuelve igualmente insalubre; y la situación del mundo ha llegado hasta el punto de prenunciar una convulsión suprema. Si el castigo ya ha comenzado en la Iglesia, es inevitable que, más pronto que tarde, alcance a la sociedad civil, pues quien golpea a un árbol en su raíz acaba sacudiendo al árbol entero.

Alegría porque, al fin y al cabo, el Reino de María llegará

Alguien me podría decir: «Dr. Plinio, no lo entiendo… Hoy, día de Nuestra Señora de Fátima, conmemoramos la ternura y el afecto de nuestra Madre. Y en lugar de tratar sobre ello usted nos plantea un análisis seco de su mensaje, que nos atormenta y estremece. ¿Así es como se le festeja a una Madre?».

A esta objeción, respondo lo siguiente: «¿Existe una manera mejor de festejar a un profeta que la de pronunciar un acto de fe en su mensaje?». La Santísima Virgen reveló todo esto por amor, dándonos la posibilidad de contemplar a Dios como Regidor de toda la Historia y de admirar sus elevados designios, seguros de que, incluso cuando permite el mal, lo hace para su mayor gloria. Hay mil y una razones que no caben en el espacio de una conferencia para deleitarnos con esa visión y adorarlo.

Ya que Nuestra Señora ha hablado, no hay mejor acto de reconocimiento a sus amorosas palabras que procurar entenderlas y tomárnoslas en serio. Por eso una celebración seria del día de Fátima debe incluir un análisis serio de la profecía.

Ojalá nos dé la Santísima Virgen a cada uno de nosotros gracias para que ese análisis fructifique en la alegría, entusiasmo y espíritu de desprendimiento que derivan de la certeza del cumplimiento de sus profecías. La perspectiva de esa realización no atormenta, no aterroriza, ni siquiera induce a una fría indiferencia: por el contrario, llena el alma de contento.

Hay una forma de celo por la ley y por la gloria del Altísimo que hace sentir alivio al ver que, al fin y al cabo, el Dios de las venganzas se está acercando y vencerá, el Reino de María llegará. Esta es la única alegría capaz de llenar por completo el alma del contrarrevolucionario que abnegó completamente de sí mismo.

Esto es lo que les deseo a todos en esta fecha. 

Extraído, con pequeñas adaptaciones,
de Dr. Plinio. São Paulo. Año XXI.
N.º 242 (mayo, 2018); pp.19-21.

 

Los pastorcitos de Fátima y el Secreto de María

El Inmaculado Corazón de María triunfó sobre Francisco y Jacinta, transformándolos en intercesores naturales para pedir que el Reino de Ella comience ya en nuestras almas.

 

Las sucesivas apariciones de Nuestra Señora en Cova da Iria transformaron suavemente a los tres pastorcitos. Y algo parecido ocurre con quienes se abren al Secreto de María.1

Dicha devoción produce una de esas profundas acciones de la gracia que se desarrollan sin que uno se dé cuenta enteramente. El alma se va sintiendo cada vez más libre y desembarazada para practicar el bien; los defectos que la atan al mal se van disolviendo poco a poco. Crece en amor a Dios, crece en voluntad de dedicarse, crece en oposición al pecado; y todo esto sucede de forma maravillosa en su interior.

El alma tocada por el Secreto de María no libra las grandes, metódicas y admirables batallas para crecer en santidad y alcanzar el Cielo propias a aquellos que luchan de acuerdo con el sistema clásico de la vida espiritual. Es Nuestra Señora quien la transforma de un momento a otro.

Considerando cómo María Santísima actuó en Fátima —especialmente con Jacinta y Francisco, llamados enseguida al Cielo—, podemos preguntarnos cómo actuará sobre la humanidad en su conjunto cuando se cumplan las promesas allí hechas; y nos es lícito prever que se realizarán de un modo similar.

Por consiguiente, en la transformación obrada en el alma de los dos niños debemos ver, creo yo, uno de los múltiples inicios del Reino de María —porque las obras enormes tienen muchos comienzos— y un símbolo de las transformaciones profundas que marcarán esa era de la Historia.

El Inmaculado Corazón de María triunfó sobre dos almas predicadoras de su gran revelación, las cuales, mediante lo sacrificios y oraciones realizados en la tierra y por las oraciones que hoy hacen desde el Cielo, ayudaron y ayudan a las almas a aceptar el mensaje de Fátima.

Francisco y Jacinta son, en consecuencia, los intercesores naturales para pedir que el Reino de María empiece ya en nuestras almas, por la acción misteriosa del Secreto de María. Debemos suplicarles con insistencia, a ambos, que nos hagan partícipes de los dones que ellos recibieron y que velen especialmente sobre aquellos cuya misión es predicar el mensaje de Fátima y vivir en función de él. 

Extraído, con pequeñas adaptaciones,
de: Dr. Plinio. São Paulo. Año XVI.
N.º 179 (feb, 2013); pp. 28-30.
Lucía, Francisco y Jacinta – Parroquia matriz de Fátima, (Portugal)

 

Notas

1 El Dr. Plinio usaba esa expresión para referirse a la forma de devoción propugnada por San Luis María Grignion de Montfort, que consiste en practicar todas las acciones con María, en María, por María y para María. La fidelidad a esa devoción es fuente extremamente rica de nuevas gracias y tiene como fruto principal establecer la propia vida de la Santísima Virgen en el alma.

 

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1 COMENTARIO

  1. Impresionante análisis de la profecía de Fátima, con una sublime sensibilidad hace tantos años… Desgraciadamente no ha mejorado ni la Iglesia, ni la sociedad civil. Seguimos empeorando y viviendo desde la lejanía de aquella sabia y misericordiosa advertencia de nuestra querida Madre del Cielo. Cada vez estamos más cerca del castigo y me uno al deseo del Sr. Dr. Plinio de vivir los últimos tiempos con la «alegría, entusiasmo y espíritu de desprendimiento que derivan de la certeza del cumplimiento de sus profecías.»
    Pedimos la intercesión de la Virgen de Fátima, dentro de la octava, para que proteja a la familia de los Heraldos del Evangelio y seamos capaces de reparar los dolores de los Sagrados Corazones, para así acelerar el Reino de María.

    Reino de Valencia – España

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