Nos encontramos en un momento decisivo de la Historia en el cual Dios nos señala dos caminos: uno para los que quieren entrar en el Reino de su Madre Santísima; otro para los que prefieren continuar viviendo en el reino hecho de pecado.

 

De entre las distintas apariciones de la Santísima Virgen a lo largo de la Historia destacan las ocurridas en 1917 en Fátima, Portugal, por su marcado carácter profético.

«Ella vino en persona —comenta Mons. João Scognamiglio Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio— para recordar verdades olvidadas, como la existencia del Infierno, y para amenazar a los hombres con horribles castigos si no recondujeran sus vidas por el camino de la justicia. […] Nuestra Señora quiso hablar al comienzo de un siglo que se caracterizaría por el silencio de los que debían gritar o, peor aún, por la omisión de los que, conociendo la verdad, tratarían de oscurecerla, porque sus obras eran malas (cf. Jn 3, 19)».1

Previsiones fielmente cumplidas

Si releemos las previsiones contenidas en ese mensaje nos quedaremos impactados al comprobar cómo gran parte de ellas se han cumplido exactamente según lo anunciado.

Analicemos, por ejemplo, algunos fragmentos del texto que se le conoce como «la segundad parte del secreto de Fátima», revelado en la aparición del 13 de julio.2

«La guerra va a terminar», dice la Virgen refiriéndose a la Primera Guerra Mundial, en curso durante las apariciones y que, de hecho, acabó en noviembre del año siguiente, «pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XII, empezará otra peor». Esto se cumplió con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, anticipada por la anexión de Austria y parte de Checoslovaquia en 1938.

Aunque lo indicado por la Santísima Virgen no fue únicamente el contexto temporal en el que el conflicto se desencadenaría, sino también la manera en la que sería presagiado: «Cuando veáis una noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que castigará al mundo por sus crímenes». Se trata de la aurora boreal que iluminó los cielos de Europa la noche del 25 de enero de 1938, considerada por sor Lucía, única de los pastorcitos viva en la época, como la señal prometida por la Madre de Dios.

Al final, Ella enumeró las características del castigo: «Por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre». Y mostró el camino para evitarlo: «Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los primeros sábados», añadiendo: «Si atienden mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia».

Como sus exhortaciones no fueron satisfechas, el comunismo se apoderó de Rusia unos meses después de esa aparición, llevando a la muerte a millones de seres humanos.

Anuncios por realizarse

Mucho de lo que fue predicho ya se ha cumplido, como hemos podido comprobar. Sin embargo, otros vaticinios aún no se han realizado o se han verificado en parte. Consideremos algunas de esas previsiones:

«El Santo Padre tendrá que sufrir mucho». Misteriosas palabras sobre las cuales no sabemos qué decir. Podrán ser motivo de elucubraciones en otra oportunidad.

«Varias naciones serán aniquiladas». Hasta el momento no lo hemos visto. Aunque no deja de ser preocupante la incidencia en los últimos tiempos de tantas catástrofes en distintos lugares del globo terrestre: la pandemia del COVID-19, terremotos, inundaciones, intensas nevadas, incendios, ciclones, plagas de insectos, etc. Tememos que tales fenómenos sean un comienzo de los acontecimientos previstos.

En enero de 1944 sor Lucía tuvo una visión sorprendente mientras rezaba ante el Santísimo Sacramento: «Montañas, ciudades, pueblos y aldeas con sus habitantes son sepultados. El mar, los ríos y las nubes salen de sus límites, se desbordan, inundan y arrastran consigo, en un remolino, casas y gente en número que no se puede contar. Es la purificación del mundo por el pecado en el que está inmerso. ¡El odio, la ambición provocan la guerra destructora!».3

«Guerras»: el peligro de que estalle una guerra nuclear de ámbito mundial no está muy lejos de la realidad.

«Persecuciones a la Iglesia»: se suceden incesantemente noticias al respecto, que parecen ser tan sólo el comienzo.

Camino de esperanza en medio de la catástrofe

El mensaje de Fátima es una profecía —no oficial, pero auténtica—, con todas sus características. Si tuviéramos que resumirlas en pocas palabras, nos bastarían cinco: anuncio, petición, advertencia, castigo y premio. Es decir, la denuncia de un mundo dominado por el pecado; la petición de que los hombres renuncien a él; la proclamación de una nueva era histórica, que vendrá solamente después de la penitencia y la conversión de los hombres.

En ese panorama de avisos amenazadores, se abre un camino de esperanza al oír su firme y maternal promesa: «Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará» y «será concedido al mundo algún tiempo de paz».

Se trata de la grandiosa era histórica profetizada por tantos santos, principalmente por San Luis María Grignion de Montfort: «¿Cuándo llegará ese tiempo feliz en el que la excelsa María sea establecida como Señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su grande y único Jesús? ¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces en este pobre mundo».4

En esa época bendita, el Cielo se unirá a la tierra, los infiernos serán derrotados y los ángeles se unirán a los hombres para cantar: «¡Gloria a María en su Reino, pues su Inmaculado Corazón triunfó!».

«Será el reinado de la clemencia, de la piedad y de la dulzura de Nuestra Señora […]. Así como en los días actuales se inhala en cualquier parte el hálito pestilente e inmundo de la Revolución, caracterizado por la rebelión, por el igualitarismo y por la sensualidad desbocada, durante el Reino de María se respirará el suave perfume de la presencia y de las virtudes de la Reina celestial, sea en las almas y en los ambientes, sea en las costumbres e incluso en las civilizaciones».5

¿Elegiremos el Reino de María o el reino del pecado?

Nos encontramos en un momento decisivo de la Historia en el cual Dios nos señala dos caminos: uno para los que quieren entrar en el Reino de su Madre Santísima; otro para los que prefieren continuar viviendo en el reino hecho de pecado.

Quienes desean formar parte del Reino de María deben oír a los auténticos portavoces de la Virgen Santísima y seguir sus consejos, con un corazón renovado. Estos entrarán por el camino de la salvación.

Para ellos les está preparado un reino de pureza y de bondad, emanadas del maternal Corazón de la Madre de Dios; un reino de gran esplendor, tanto en la sociedad temporal como en la Iglesia, por la abundancia de las gracias derramadas por el divino Espíritu Santo. 

 

Notas

1 CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio. Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens. Maria, eixo da História. São Paulo: Arautos do Evangelho, 2020, v. III, p. 112.
2 Las referencias a esta parte del secreto usadas en el presente artículo han sido sacadas de: SOR LUCÍA. Memórias. 13.ª ed. Fátima: Secretariado dos Pastorinhos, 2007, p. 177.
3 SOR LUCÍA. O meu caminho, apud CARMELO DE COIMBRA. Um caminho sob o olhar de Maria. Biografia da Ir. Maria Lúcia de Jesus e do Coração Imaculado, OCD. Coimbra: Edições Carmelo, 2013, p. 267.
4 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n.º 217.
5 CLÁ DIAS, op. cit., p. 123.

 

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1 COMENTARIO

  1. Reflexiones sobre las Profecías de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, en sus apariciones nos recuerda la existencia del Reino de Dios y el reino del infierno. Reconducir nuestra vida por el camino de la justicia y la verdad es posible a través, de la Penitencia y Conversion.
    Profecias anunciadas: Persecución al Papa y a la Iglesia, catastrofes mundiales, pandemía Covid-19, etc. Es necesario la ¡Purificación del mundo por el pecado! ¡El odio y la ambición provocan guerra y destrucción! Ante ello se abre el camino de esperanza al oir su firme y maternal promesa: «Por fin, mi Imaculado Corazón Triunfará» Y «Será concedido al mundo un tiempo de paz». Hecho Profetizado anteriormente por San Luis María Grignion de Montfort.
    ¡Reina del Cielo Alegrate!

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