El Cielo es de los violentos

Como que el Reino de los Cielos se gana haciéndonos violencia, y el que crea que puede santificarse sin padecer y sufrir se engaña, tiene una idea errada de la santidad. Nos debemos decir a nosotras mismas: ¿Por qué te inquietas con tan pequeñas contradicciones? ¿Por qué cuando tienes que sufrir algo estás como fuera de ti misma, sin saber lo que te pasa cuando esa debe ser tu alegría porque es cuando te ejercitas en tu oficio? Porque el oficio de la religiosa es el sufrir, el contrariarse en todo. […]

Sed muy fieles en esto de la abnegación que es lo que más cuesta, porque es de un valor incomprensible: es la joya preciosa de la vida espiritual; y a veces, ¿quién ha de comprender la abnegación que para un alma encierra una cosa pequeña? Amad mucho este ejercicio de abnegación y labrad vuestra alma con este martillo continuo de la mortificación del corazón, que tan agradable es a nuestro Señor. […]

Esperamos de la gracia de Dios perseverar gozosas en la cruz hasta la muerte, que nos pondrá en posesión de una vida mucho más dichosa que la presente, porque en ella tendremos la seguridad de no disgustar a Dios ni con la más leve imperfección, y sí de amarle más y más por toda la eternidad.

Aprovechad el tiempo haciendo de todo lo que nuestro Señor nos presente medios de santificación, mirando siempre las ventajas que resultan para el espíritu, hasta de aquellas cosas más pesadas, humillantes y trabajosas; y alegrándonos que nos ayuden a caminar con velocidad al único fin que nos propusimos cuando nos hicimos religiosas.

Me alegra verlas llevar la cruz contentas y sin quejarse, y caminar por las virtudes comprendiendo lo que valen para la eternidad. Mirad la paz que resulta de abrazarse con los pequeños sacrificios que se presentan, y la intranquilidad que resulta cuando no se llevan bien y los rechazamos.

«Ejercicios ignacianos con
Santa Ángela de la Cruz».

 

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