Ayer, hace un año…

Al cumplirse este mes un año de la partida hacia la eternidad del fundador de los Heraldos del Evangelio, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, dirigimos nuestra mirada a aquella madrugada del 1 de noviembre, experimentando dos impresiones aparentemente contradictorias.

Por un lado, es como si fuera ayer la noticia de que habían terminado los catorce años del duro calvario iniciado en 2010 con el accidente cerebrovascular que lo aquejó, afrontados con ejemplar abandono a los misteriosos caminos de la Providencia. Ésta, finalmente, lo llamaba hacia sí. Se siguieron tres días de benditas exequias, marcadas por el esplendor litúrgico propio de las ceremonias de la Santa Iglesia para la ocasión, por la serena nostalgia de una multitud de heraldos y simpatizantes llegados de todo el mundo para la última despedida, y por una inigualable bienquerencia fraterna. Era el mismo afecto que Mons. João siempre había derramado sobre sus hijos espirituales y que comenzaba a manifestarse de una manera diferente, más pura, más intensa, toda sobrenatural. Se inauguraba, en esta nueva etapa, una nueva relación entre maestro y discípulos, y también entre hermanos de vocación.

Por otra parte, ya ha pasado un año, pero pareciera que transcurrieron décadas, tanto por la cascada de acontecimientos que han marcado estos doce meses como por el inmenso desarrollo de una obra que, en medio de innumerables luchas, sigue creciendo en todo el mundo, haciendo de la fidelidad al espíritu de su fundador su divisa.

Ambas perspectivas, sin embargo, se armonizan bajo la mirada de la fe. La ausencia física de nuestro amado padre acabó poniendo de relieve la permanencia de ese mismo espíritu que, plasmado en realidades tan diversas como modos de ser, formas de apostolado, edificios y, sobre todo, personas, continuó animando la institución nacida de él. ¡Qué contraste! Mientras, por las vicisitudes de sus últimos años de vida, la presencia visible del fundador se fue retirando paulatinamente de sus hijos, tras su entrada en la eternidad Mons. João volvió a intervenir —con sobreabundancia y eficacia— junto a sus discípulos a través de la comunión de los santos.

No es casualidad que el Libro de los Proverbios proclame: «La memoria del justo será bendecida, el nombre del impío será maldito» (10, 7). De hecho, los que han sido infieles a Dios se marchan, como le ocurrió al rey Joram, «sin afecto de nadie» (2 Crón 21, 20), por mucho que la pompa del mundo intente prolongar su recuerdo artificialmente. Pero los hombres de fe se comunican incluso tras abandonar la vida terrena, como dicen las Escrituras acerca de Abel, quien, aun después de muerto, sigue hablando (cf. Heb 11,4).

Así pues, transcurrido un año de aquella aparente separación, Mons. João está más vivo que nunca, porque realmente sigue hablándonos. Se comunica con nosotros por sus ejemplos, por sus obras, por su intercesión —¿por qué no decirlo, salvaguardando el juicio infalible de la Iglesia?—, por sus sorpresas…

En efecto, nuestro fundador, siempre fue el «João de las buenas sorpresas», como lo llamaba afectuosamente el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, y esos doce meses no han hecho más que demostrar que, al haberse vuelto más espiritual su presencia, tal predicado se ha sublimado. ¿Qué otros inesperados regalos prepara todavía Mons. João para sus hijos y para el mundo? No lo sabemos. Sólo creemos que serán muchos, porque si durante su vida terrenal buscó con tanto empeño la gloria de Dios y el bien del prójimo, mucho más los buscará en la eternidad, donde no hay barreras para una actuación que le permita, aún más, ser instrumento bendito del triunfo del Inmaculado Corazón de María en los corazones y en el mundo. ◊

 

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, el 25/1/2022

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Del mismo autor

Artículos relaccionados