«Ad te levavi oculos meos»

Inseguros, como todo el mundo, acerca del día de mañana, elevamos nuestros ojos en actitud de oración hasta el trono excelso de María, Reina del Universo. Y al mismo tiempo, de nuestros labios brotan, adaptadas a Ella, las palabras del salmista dirigidas al Señor:

«Ad te levavi oculos meos, qui habitas in Cælis. Ecce sicut oculi servorum in manibus dominorum suorum. Sicut oculi ancillæ in manibus dominæ suæ; ita oculi nostri ad Dominam Matrem nostram donec misereatur nostri».

Sí, dirigimos la mirada hacia la Señora de Fátima, pidiéndole cuanto antes la contrición que nos obtenga los grandes perdones, la fuerza para que libremos los grandes combates y la abnegación para que seamos desprendidos en las grandes victorias que traerán consigo la implantación de su Reino. Victorias éstas que deseamos de todo corazón, aunque para llegar a ellas la Iglesia y el género humano tengan que pasar por los castigos apocalípticos —pero cuán justicieros, regeneradores y misericordiosos— por Ella previstos en 1917 en Cova da Iria.

Plinio Corrêa de Oliveira
«Revolución y Contra-Revolución»

 

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