Verdadero manual de santificación

Aunque muchos lo consideran un mero ensayo histórico o una obra sociopolítica, una atenta lectura de «Revolución y Contra-Revolución» revela su carácter marcadamente espiritual.

Quien navegue a través de los abundantes contenidos publicados en el universo de internet referentes al Dr. Plinio —trabajos académicos, artículos de opinión, reseñas biográficas, vídeos acerca de diversa temática— constata de inmediato un complicado problema de visión obliterada.

Incluso haciendo caso omiso a las abundantes falsedades —ya sean mentiras descaradas, medias verdades malintencionadas o simplemente groseras difamaciones—, lo que más sorprende en las materias que le son favorables o, al menos, imparciales, es la frecuente presentación de la figura del Dr. Plinio desde un solo aspecto, que si bien puede ser verdadero, no constituye la realidad completa, de la misma manera que ver una habitación enorme por el pequeño agujero de una cerradura nunca podrá proporcionarnos una noción cabal de su interior.

Hombre de acuidad política impar, genial diplomático, distinguido aristócrata paulista, meticuloso estratega en sus disputas contra el movimiento revolucionario del momento… ¡Cuántos títulos se le podrían dar! Sin embargo, sólo son partes de un todo, que en sí mismas no definen su personalidad, ni siquiera su característica más importante. Por cierto, al tratarse de alguien de tal envergadura y riqueza de atributos, uno se pregunta si el único concepto que lo define por entero no sería sencillamente… ¡Plinio Corrêa de Oliveira!

Un tratado de amor a Dios

Algo parecido ocurre con su magistral ensayo Revolución y Contra-Revolución, objeto de especial homenaje en este número de la revista Heraldos del Evangelio. Impresionados quizá por la precisión de sus análisis históricos, sociopolíticos, psicológicos e incluso diplomáticos, muchos de sus admiradores yerran al considerar que cualquiera de estos aspectos constituye su esencia.

«Revolución y Contra-Revolución» es principalmente un escrito de carácter moral y religioso, un tratado de amor a Dios

En realidad, el principal rasgo de ese escrito radica en su carácter moral y religioso. Con razón llegó a afirmar ante sus discípulos que esa obra «es, a su manera, un tratado de amor a Dios»1 y, «si se tomara en serio, un manual de vida espiritual».2

¿Le sorprenden estas afirmaciones, querido lector? Pues entonces basta con recorrer algunas de las enseñanzas contenidas en sus páginas para confirmarlas con seguridad.

La Revolución tiene su origen en el mal moral

En primer lugar, hay que tener en cuenta el origen del enemigo que el magistral texto analiza: la Revolución en su proceso ya cinco veces secular de deterioro de la civilización cristiana. Proviene ella del pecado, del que es hija,3 y podríamos añadir… predilecta. No puede ser más evidente, en consecuencia, que «su raíz es moral y, por tanto, religiosa».4

Cuando el hombre cede a las tendencias desordenadas anidadas en su alma como fruto del pecado original, acabará pecando… Podemos constatarlo cuando echamos una mirada al mundo que nos rodea. Pero si, superando el ámbito de la mera flaqueza humana, su insurrección contra los mandamientos le lleva a la negación de la bondad, «puede ir más allá, e incluso llegar al odio, más o menos inconfesado, al orden moral en su conjunto. Ese odio, revolucionario en esencia, puede engendrar errores doctrinarios, y hasta conducir a la profesión consciente y explícita de principios contrarios a la ley moral y a la doctrina revelada, como tales, lo que constituye un pecado contra el Espíritu Santo».5

Recordemos que la fuerza impulsora de la Revolución se encuentra en las tendencias desordenadas,6 y los «valores metafísicos» que expresan adecuadamente su espíritu y, por consiguiente, caracterizan sus metas son «igualdad absoluta, libertad completa».7 Para lograr sus objetivos, «dos pasiones son las que mejor la sirven: el orgullo y la sensualidad»,8 que el Dr. Plinio solía etiquetar como «resortes impulsores», considerando que no hay nada en la Revolución que no sea movido por ellos. La generalización y exacerbación de estos vicios fue lo que generó la explosión en cadena del proceso revolucionario y todas sus consecuencias.

La primacía de la virtud y de la gracia en la lucha contrarrevolucionaria

A la vista de este resumidísimo esbozo acerca del aspecto moral de la Revolución, se entiende fácilmente que el Dr. Plinio resalte con insistencia en la Parte II de su obra, dedicada a la Contra-Revolución, la práctica militante de las virtudes opuestas como signo distintivo indispensable de quienes anhelan luchar contra ese mal universal. Por lo tanto, promover «el amor a la desigualdad vista en el plano metafísico, al principio de autoridad, y también a la ley moral y a la pureza».9

Mediante una vida sobrenatural bien llevada, en los contrarrevolucionarios deben brillar las virtudes que la Revolución más quiso destruir

Ahora bien, dada la oposición de las mencionadas tendencias desordenadas inherentes a la naturaleza humana caída por el pecado original, esto no es posible sin una cuidadosa ascesis, cuyo objetivo es obtener el «vigor del alma que le viene al hombre por el hecho de que Dios gobierna en él la razón, la razón domina a la voluntad, y ésta domina a la sensibilidad»,10 mediante una sólida vida sobrenatural. Entonces, la gracia de Dios, perseverantemente cultivada, desempeñará su indispensable papel, que consiste en «iluminar la inteligencia, fortalecer la voluntad y templar la sensibilidad de modo a orientarse hacia el bien».11

Por ello, el Dr. Plinio subrayaba que una de las principales tareas de la Contra-Revolución era «restablecer o reavivar la distinción entre el bien y el mal, la noción de pecado en teoría, del pecado original y del pecado actual»,12 utilizando como medios para tal, entre otros:

Celebración de la santa misa en la iglesia de Nuestra Señora de Fátima – Tocancipá (Colombia)

«Resaltar, en las ocasiones apropiadas, que Dios tiene derecho a ser obedecido y que, por ello, sus mandamientos son verdaderas leyes. […] Enfatizar que la ley de Dios es intrínsecamente buena y acorde con el orden del universo, en el que se refleja la perfección del Creador. Por lo cual no sólo debe ser obedecida, sino amada, y el mal no sólo debe ser evitado, sino odiado. Difundir la noción de un premio y un castigo post mortem. […] Favorecer costumbres y leyes que tiendan a evitar ocasiones próximas de pecado […]. Insistir en […] la necesidad de la gracia, la oración y la vigilancia para que el hombre persevere».13

Rociadas con gracias eficacísimas obtenidas por la Santísima Virgen, las almas deben «brillar de manera especial por todas las virtudes que específicamente la Revolución quiso destruir»,14 hasta el punto de condecir con la profecía de San Luis María Grignion de Montfort: «Las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire […]. Cosas maravillosas sucederán en el mundo, donde el Espíritu Santo, encontrando a su amada Esposa como reproducida en las almas, llegará sobre ellas abundantemente y las colmará de sus dones, particularmente del don de su sabiduría, para obrar maravillas de gracia».15

La Contra-Revolución, hija fiel al servicio de la Santa Iglesia

Como consecuencia natural de las afirmaciones anteriores, la Contra-Revolución debe cultivar un acrisolado espíritu de servicio a la Iglesia, fuente divinamente instituida de donde brotan los tesoros de la gracia que le permitirán cumplir esa sublime misión mediante «una acción profunda en los corazones».16

Por eso, el Dr. Plinio17 dedicó un detallado capítulo de su obra a señalar el carácter esencialmente subsidiario de la Contra-Revolución con relación a la Iglesia, a la que pretende exaltar por ser el Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo y, por tanto, el alma necesaria de todos sus fines. Fuera de ella no puede existir una verdadera Contra-Revolución, máxime porque en las últimas décadas, dada la evolución del proceso revolucionario, «el punto más sensible y verdaderamente decisivo de la lucha […] se trasladó de la sociedad temporal a la espiritual, y pasó a ser la Santa Iglesia».18

Si se toman en serio estas verdades, la Contra-Revolución tiene todas las posibilidades de ganar el gran combate de nuestro tiempo, pues se pueden esperar maravillas de la naturaleza humana cuando está dispuesta a cooperar con la gracia divina. Innumerables ejemplos históricos lo certifican.

El alma humana, decisivo campo de batalla

Después de todo, en la existencia misma del libre albedrío humano es donde se encuentra una de las grandes bazas de la Contra-Revolución y, en cierto sentido, también una de sus mayores debilidades. De hecho, cada ser humano constituye un campo de batalla donde Dios y el diablo combaten, de modo que el verdadero contendiente es la propia alma que, en cualquier momento, puede optar por cooperar con la gracia o entregarse a sus pasiones desordenadas.

El Dr. Plinio en 1991

No es de extrañar que el Dr. Plinio haya afirmado muchas veces que la gran y verdadera Contra-Revolución es la salvación de las almas, porque «siempre que el hombre lo quiera, cambia y destruye las estructuras más espectacularmente sólidas. Depende de si la gracia lo quiere, depende de que la gracia tenga quien le corresponda, depende de si ha llegado la hora señalada por Dios, en fin, de una serie de circunstancias de orden natural y sobrenatural».19 Todo se reduce a aceptar el llamamiento divino o rechazarlo.

Un contrarrevolucionario auténtico es aquel que, a pesar de sus debilidades, abraza el ideal de santidad y no transige con la Revolución

Así pues, no es difícil llegar a la siguiente conclusión: «El fenómeno revolucionario, tal como se describe en RCR, es ante todo un problema espiritual; el resto, por importante que sea, es secundario y colateral. El aspecto más importante es la actitud que el fiel adopta en relación con Nuestro Señor Jesucristo y, más especialmente, con su Sagrado Corazón, que es la quintaesencia de todo lo que en Él hay de perfecto y de amor».20

En definitiva, el auténtico contrarrevolucionario se define como aquel que, aún con sus debilidades, abrazó el ideal de santidad frente a un mundo revolucionario con el que no desea transigir, mientras que el revolucionario, necesariamente, habrá abrazado de forma decisiva las vías del pecado.

Finalmente, cabe preguntarse si le es lícito a un católico verdadero no pronunciarse ante este inmenso mal que todo lo impregna en nuestro tiempo. La respuesta se la dejamos al lector, considerando que en esta coyuntura, librada en almas claves para la lucha entre el bien y el mal, será donde se producirá el gran choque que resultará en el triunfo definitivo del Sapiencial e Inmaculado Corazón de María. 

La «táctica» de la Contra-Revolución

Plinio Corrêa de Oliveira

Encontramos en el Evangelio dos ejemplos de tentativa de formación de un contrarrevolucionario, una exitosa y otra fallida. La primera es la del hijo pródigo, y la segunda la del joven rico. Éste es característicamente el pragmático. Era bueno, pero quería una vida fácil y alegre. Se encontró con el Señor, y el divino Maestro le presentó un programa antipragmático. Lo rechazó y siguió su camino.

El hijo pródigo era también eminentemente un pragmático. La casa paterna le resultaba aburrida, tenía sed de aventuras y quería conocer la ciudad. Su padre, al ver la proporción que habían alcanzado esos malos deseos, adoptó la única actitud admisible en esas situaciones extremas: le dio a su hijo la parte de la herencia que le correspondía y le permitió que se marchara.

Dos hombres empezaron a coexistir en el hijo pródigo. Por un lado, llevaba consigo un resto de amor a la casa paterna, pero, por otro, mucho amor a la vida de orgía y disipación. En la ciudad se perdió por completo, pero con eso surgió dentro de sí un viejo recuerdo; el resto de amor que aún conservaba por la casa de su padre afloró a la superficie y el mal hijo se acordó del hogar paterno. Aquel ideal revivió en su interior y regresa a la casa de su padre, donde es recibido con los brazos abiertos.

Todo hombre, por más que se haya pervertido, lleva en su alma una figura completa de los ideales de bien y verdad para los cuales fue creado. Sin embargo, a medida que va decayendo en la virtud, se produce un embotamiento en su conciencia de tal manera que aquella figura tiende a desaparecer; va siendo sepultada, pero no destruida, como en la leyenda bretona de la catedral sumergida: de vez en cuando sale a la superficie del mar, y recuerdos de bien, de moral, de virtud, de fe emergen a la superficie del alma del pecador y comienza, de repente, a tocar sus campanas. Llega entonces la posibilidad de la conversión. El viejo ideal se ilumina y el hombre vuelve a verlo brillar.

De lo expuesto se concluye que la conversión a la Contra-Revolución sólo se da cuando, de manera intensa, completa y radical, se va hasta el fondo de la personalidad. La conversión tiene que basarse en un principio fundamental de aquella alma, que domina a todos los demás, y debe, pues, restaurarla en toda su pureza.

El vicio capital, que es el gran resorte de la perversión y la raíz de la Revolución, es fácil de alimentar y se inflama extraordinariamente con cualquier pequeño alimento; a medida que va recibiendo algo, crece, por minúscula que sea la dosis.

Pero para llevar a alguien a la Contra-Revolución tenemos que usar el método opuesto. Se trata de resucitar, en la persona, lo que llamamos la cathedral engloutie, y esto sólo puede ser provocado mediante un choque muy grande. La táctica de la Contra-Revolución es la de estos grandes choques y llamamientos a la conciencia.

Extraído, con adaptaciones, de:
Dr. Plinio. São Paulo. Año XXIV.
N.º 277 (abr, 2021); pp. 19-21.

 

 

Notas


1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 31/3/1966.

2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 6/3/1993.

3 Cf. RCR, P. I, c. 11, 1.

4 Ídem, P. II, c. 11, 1, A, b.

5 Ídem, P. I, c. 8, 2.

6 Cf. Ídem, c. 6, 1, A.

7 Ídem, c. 7, 3.

8 Ídem, ibidem.

9 Ídem, P. II, c. 8, 3, F.

10 Ídem, c. 9, 1.

11 Ídem, 2.

12 Ídem, c. 10, 1.

13 Ídem, 2.

14 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 14/7/1990.

15 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. «Traité de la vraie dévotion à la Sainte Vierge», n.º 217. In: Œuvres Complètes. Paris: Du Seuil, 1966, pp. 634-635.

16 RCR, P. II, c. 12, 5.

17 Cf. Ídem, c. 12.

18 Ídem, P. III, c. 2, 4, B.

19 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 26/2/1966.

20 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 24/4/1994.

 

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