Estad muy atentas a las pequeñas cosas, a los pequeños defectos; no hagáis nunca las paces con ellos, y pidámosle a Dios que atormente nuestro corazón, es decir, que nos haga sentir en vivo el remordimiento por nuestras pequeñas caídas.
Esforcémonos de verdad para obrar en lo cotidiano como nos gustaría hacerlo al borde de la muerte. Pensemos que llegará el día en que tendremos que presentarnos ante Dios para la última rendición de cuentas… Allí estaremos solas, sin nadie que pueda defendernos y tendremos que dar cuenta de todo, hasta de la más mínima transgresión de nuestros deberes. Sin embargo, no debemos desanimarnos, no, porque sería una soberbia aún mayor; sino más bien arrojarnos en los brazos de Jesús y prometerle que velaremos por nosotras mismas para enmendarnos. […]
Ánimo, hermanas, porque trabajamos para un Patrón riquísimo, que nos ha prometido el ciento por uno.
El tiempo pasa rápido y si no deseamos encontrarnos con las manos vacías al borde de la muerte, hemos de profundizar pronto en la virtud verdadera y sólida; las palabras no nos llevan al Paraíso, sino más bien los hechos. […]
Para hacernos santas, hermanas mías, hay que ser muy severas con nosotras mismas y muy bondadosas con los demás; si no, nunca lo alcanzaremos.
MACCONO, SDB, Ferdinando.
Máximas de Santa Maria Domenica Mazzarello.
3.ª ed. São Paulo: Filhas de Maria Auxiliadora,
2014, pp. 100-104.