¿Qué importancia tiene el latín para la Iglesia?
Willian Silva Torres – Coronel Fabriciano (Brasil)
Según una bella expresión del magisterio pontificio, la lengua latina es «como el aurea vestes de la sabiduría misma»; presenta «un estilo conciso, diverso, armonioso, lleno de majestad y dignidad, que contribuye de una manera singular a la claridad y a la solemnidad» (SAN JUAN XXIII. Veterum Sapientia).
La vastedad y estructura del Imperio romano, cuyo idioma oficial era el latín, facilitaron la expansión de la verdad enseñada por Nuestro Señor Jesucristo, a pesar de las duras persecuciones promovidas por los césares. Aunque el hebreo y el griego conservaran un papel importante en la Santa Iglesia, el latín se revestía cada vez más de oficialidad, porque en Roma se hallaba la cátedra de Pedro, el infalible vicario de Cristo. Así pues, podemos decir que esa lengua fue la que el propio Hombre-Dios eligió para su Esposa Mística a través de medios providenciales.
Los cantos gregorianos elevan al Cielo sus sublimes melodías en latín. Los documentos pontificios, el catecismo y el Código de Derecho Canónigo tienen su versión oficial en la lengua latina. Y fue en esta lengua que grandes lumbreras de la Iglesia —como San Ambrosio, San Agustín y Santo Tomás de Aquino— iluminaron los siglos con sus enseñanzas.
Además, el latín es un valioso instrumento para la unidad de la Iglesia, como afirmó Pío XI: «La Iglesia, como que estrecha contra sí con un solo abrazo a todas las naciones, como que vivirá hasta la consumación de los siglos, […] requiere una lengua que por su naturaleza sea universal, inmutable y no corriente» (Officiorum omnium). En 2012, el papa Benedicto XVI creó la Pontificia Academia de Latinidad con el objetivo de promover un mayor conocimiento de la lengua latina «tanto en el ámbito eclesial como en el más amplio mundo de la cultura» (Latina lingua, n.º 4).
Se puede afirmar sin recelo que el latín es tan importante para la Santa Iglesia como nuestra lengua materna, es decir, a través del latín la Esposa de Cristo formula con más claridad, belleza y esplendor su doctrina salvífica.
Dice el Génesis que los patriarcas, hasta Noé, ¡vivieron muchos siglos! ¿Cómo interpretar esto?
Taffarel Bezerra Lopes – Vía correo electrónico
Ante todo, debemos cuidarnos de la mentalidad pragmática, con tintes de ateísmo, que afirma o insinúa que es mito o mera leyenda todo lo que excede el intelecto humano. Imbuidos de esa mentalidad, los autores racionalistas niegan unánimemente la interpretación literal de los textos bíblicos relativos a la edad de los primeros patriarcas.
Sin embargo, comentaristas de gran peso, como San Jerónimo (cf. Liber Hebraicarum quæstionum en Geassim, c. 5-6) en el siglo v y San Juan Bosco (cf. Historia Sagrada. Primera época, c. 4) en el siglo xix, asumen la interpretación literal tanto de la longevidad de hombres como Adán o Matusalén, como del pasaje en el que Dios determina que la vida humana no pasaría —salvo raras excepciones— de los 120 años (cf. Gén 6, 3).
No obstante, existe también una interpretación simbólica y moral, que armoniza con lo literal, aceptada por la mayoría de los comentaristas. En el Antiguo Testamento, la larga vida significaba una especial predilección de Dios. Así, la longevidad de los grandes personajes prediluvianos simbolizaba la bendición divina que flotaba sobre ellos, transmitida de generación en generación hasta Noé. Siguiendo la misma lógica, a medida que los hombres se apartaban de las vías de la virtud, por el pecado, la bendición se retiraba progresivamente, y, en consecuencia, su tiempo de vida disminuía.
En resumen: ¿qué interpretación debemos aceptar? La Santa Iglesia nunca se ha pronunciado de manera solemne y definitiva sobre la necesidad de la interpretación literal de ese pasaje de las Escrituras. Pero nada impidió que los patriarcas hayan vivido siglos, porque «para Dios nada hay imposible» (Lc 1, 37).
Por encima de todo, nuestra preocupación debe ser otra: ¿cómo me estoy preparando para la vida eterna, en comparación con la cual mil años son sólo un abrir y cerrar de ojos? Que la Santísima Virgen nos ayude siempre a seguir el camino de las bendiciones de Dios, las cuales nos darán fuerzas en esta vida y alegría sin fin en la otra.