En cierta ocasión, estando en Cesarea de Filipo, Jesús interrogó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (Mt 16, 13). Algunos despistados pensaban que Él era Juan el Bautista; otros, Elías, Jeremías o uno de los profetas. Simón Pedro, no obstante, sin titubear y en nombre de todos lo definió así: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16, 16). Pero tal convencimiento no procedía de la carne ni de la sangre, sino del «Padre que está en los Cielos» (Mt 16, 17).
Es esclarecedor que inmediatamente después de la decidida respuesta de Simón, Jesús trazara la misión petrina —«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18), como revelándole que sin el auxilio de lo alto quedaría truncada.
Pedro fue pescador en Galilea, príncipe de los Apóstoles, triste émulo de Judas en la Pasión, heraldo de la Resurrección, inigualable predicador después de Pentecostés y perfecto seguidor del Crucificado en el martirio… Sin embargo, nada de esto lo define. Pedro es ante todo Papa, la «roca» sobre la que se erige la Iglesia.
De manera similar, muchos intentaron enmarcar la personalidad de Benedicto XVI. Bajo la sombra de las calumnias, los medios de comunicación a menudo lo pintaban con rasgos intransigentes y rígidos; con todo, su mirada serena y su sonrisa sencilla enseguida desvelaron su auténtico rostro. Era, en realidad, un notable armonizador.
La lista de sus títulos sería inconmensurable. Para unos fue el «Tomás de Aquino de los tiempos modernos»; para otros, el «Mozart de la teología», e incluso para otros, el «Papa de Fátima». En suma, se trata de una de las figuras más destacas de la Iglesia en este gran panorama de los últimos tiempos.
Se dice que en los días de Juan Pablo II los fieles se sentían atraídos a ver al Papa. En el pontificado de Benedicto XVI, acudían a oír al Papa. En efecto, los Heraldos del Evangelio pudieron escuchar en varias ocasiones la voz de este pastor teólogo, sobre todo en la aprobación pontificia definitiva de la asociación, así como de las sociedades de vida apostólica nacidas de ella.
El pontífice alemán comentó que en Brasil se decide una porción fundamental del futuro de la Iglesia y afirmó, en su libro-entrevista Luz del mundo, que los Heraldos formarían parte de un «gran renacimiento católico». Mons. João Scognamiglio Clá Dias, a su vez, le confió a Su Santidad, en carta del 26 de noviembre de 2018, que sentía que sus misiones y vocaciones estaban íntimamente unidas.
Recordados estos hechos, el pontífice recién fallecido hasta podría ser llamado «heraldo de los Heraldos»… No obstante, como en el caso de Pedro, Benedicto es ante todo Papa y, como tal, recibió el mismo encargo de amar a Cristo incondicionalmente y apacentar las ovejas que le habían sido confiadas (cf. Jn 21, 15-17). De este encargo deriva todo, incluso lo que atañe a la misión de cada sucesor de Pedro.
Entonces, ¿quién fue Benedicto XVI y cuál habría sido su misión?
Es imposible saberlo con exactitud, porque primero hay que preguntarse si ya cumplió su misión. Sobre quién fue, trataremos de ofrecer algunas pistas en las páginas siguientes. En cuanto a su misión, se puede responder, como Pedro inspirado desde lo alto, que Benedicto XVI ciertamente no la llevó a cabo en su totalidad. Esto se debe a que las almas escogidas continúan cumpliendo su misión en la eternidad y en su legado dejado en la tierra. ¿Cómo sucederá esto? Sólo el tiempo lo dirá…◊