Vida larga o corta, triunfo o derrota aparente, solidez de la roca o fragilidad de una doncella: ¡poco importa! El ejemplo de Santa Juana de Arco nos muestra que a los dolores del Calvario siempre le sucederá la mañana de la Resurrección.

 

En esta hora solemne, en la que toda una nación cristiana, representada por sus personalidades más eminentes, ofrece al Señor una Misa de acción de gracias bajo las bóvedas de una maravillosa catedral, que renace a la vida como un enfermo que ha superado con energía y aguante una severa crisis;1 en esta hora en la que celebráis el V Centenario de la rehabilitación de Santa Juana de Arco, como una gran familia que reencuentra en uno de sus hijos la encarnación de sus valores más elevados y representativos, es un gran consuelo también para Nos manifestar la alegría que llena Nuestra alma y felicitaros, amados hijos, por esta fiesta de una casa de Dios y de una heroína de la santidad, que son vuestras legítimas glorias.

¿Quién, no obstante, en aquel triste día de la primavera de 1431, volviendo a su hogar, con los ojos bajos y el corazón abatido, tras haber presenciado la tragedia de la plaza del Viejo Mercado, si hubiera fijado su mirada en el edificio grandioso de vuestra catedral en busca de consuelo, habría pensado jamás que ese día histórico reuniría a Juana y a esta catedral, como si sobre ellas pesara un común destino de vocación divina, de sufrimiento y de martirio, de muerte aparente y de gloriosa resurrección? […]

Edificio símbolo de realidades inmortales

Habría que remontarse a los siglos donde la Historia se confunde con la leyenda para rememorar las vicisitudes sufridas por vuestra catedral. […]

Es en ella, como en una biblia de piedra, donde vuestros mayores leyeron las verdades de la fe, siguieron con admiración las grandes hazañas de sus antepasados, contemplaron las bellezas más puras puestas al servicio del más elevado ideal, aprendieron a rezar y, al mismo tiempo, se sintieron más hermanos bajo el abrazo de sus enormes bóvedas. Sus esbeltas líneas les mostraban el camino del Cielo y la levedad de sus estructuras les enseñaban el desapego del mundo.

Por el despejado cielo de Normandía pasarían los destellos de la conflagración, las nubes de la guerra cargadas de desolación y de terror, e incluso las tinieblas creadas por el abandono de los hombres y los sacrílegos excesos de la Revolución. Pero la catedral permanecerá siempre en pie, encontrará siempre la mano y el corazón que le dará nueva vida, porque expresa realidades inmortales y sus fundamentos se asientan en la roca de la fe, de una fe sentida y transformada en sustancia de vida hasta formar el carácter más esencial de un pueblo. […]

Virgen frágil, sólido edificio de virtudes

¡Qué contraste entre esta inalterable estabilidad y las frágiles apariencias de la humilde joven, que desempeñaría un papel tan importante en la historia de Francia! Sin embargo, esa chica tan delicada a primera vista también se convertiría en un sólido edificio; tal y como una catedral arraigada a la tierra, ella ahondaba sus cimientos en el amor a la patria, en un deseo vehemente de paz y en una sed de justicia, que irían a arrancarla de la sombra donde parecía confinada para lanzarla en el curso violento de la Historia.

Una elegida de Dios, cuya conciencia inquebrantable de su misión y un ardiente deseo de santidad, alimentado por la voluntad de corresponder mejor a su altísima vocación, le hicieron superar los obstáculos, ignorar los peligros, enfrentarse a los poderosos de la tierra, involucrarse en los problemas internacionales de su época y transformarse en una capitana revestida de hierro para llevar a cabo una temible acometida. Más de un año de campaña, sembrada de horror y victorias —la toma de Orleans, la coronación [de Carlos VII] en Reims, las cabalgadas interminables, las heridas, las prisiones— parecen las páginas magníficas de una leyenda dorada.

Pero frente a su ejemplar sencillez, su perfecto desinterés, su ideal sin tacha, se yerguen la prudencia del mundo, la codicia, la incomprensión y la corrupción que urdirán para aislarla, inmovilizarla y hacerla perecer como un enemigo peligroso. Sobre el cielo de Normandía han pasado de nuevo sombras siniestras, la oscuridad vuelve a cubrir por un momento la luminosa ciudad de Ruan.

Y he aquí una vez más que las llamas de una hoguera reavivan el fuego en una de sus plazas; en el silencio resuenan las palabras de una mártir fiel a su vocación, llena de fe en la Iglesia, a la cual apelaba invocando el dulcísimo nombre de Jesús, su único consuelo. A través del humo que se eleva se queda mirando la cruz, segura de que un día obtendrá justicia. […]

Ejemplo de fe, docilidad y fuerza

Vida larga o corta, triunfo o derrota aparente, solidez de la roca o fragilidad de una pobre joven mortal: ¡poco importa!, si existe una verdad inmutable, una fe inquebrantable, el amor a una patria inmortal, la expectativa de una paz que es una exigencia natural del corazón humano, la sed de una justicia que forzosamente prevalecerá en la hora fijada por la Historia, en la hora de la reconstrucción, de la rehabilitación, de la resurrección. Ley necesaria que une siempre el sacrificio al triunfo, la humillación a la gloria, el misterio del Calvario a la aurora luminosa de la mañana de la Resurrección.

Dichoso el pueblo que recuerda, incluso para afrontarlo, si fuera preciso, el juicio de los hombres, como lo supo hacer Juana con admirable constancia e inalterable serenidad; para no rehusar el sacrificio, que vio venir sin temer a nadie y con una energía maravillosa; para ser siempre fiel a su vocación, especialmente en los momentos más difíciles. Juana de Arco se presenta así a los cristianos de nuestro tiempo como un modelo de fe sólida y activa, de docilidad a una altísima misión, de fuerza en las pruebas. […]

Con su vida ejemplar, su consagración a un ideal y su perfecto sacrificio nos enseña a todos el camino seguro en este siglo de sensualidad, de materialismo, de dejadez, el cual quisiera hacernos olvidar la senda trazada por los mejores héroes y la vía que conduce al portal grandioso de las viejas catedrales.

Alzad la vista y admirad

No es raro que, en los momentos más críticos —como cuando una ráfaga de viento rompe las nubes y deja ver la estrella que guiará al navegante hasta el puerto—, el Señor envíe la inspiración sobrenatural que debe hacer de un alma la salvación de su pueblo.

Así pues, alzad la vista, amados hijos, dignos representantes de una nación que se honra de tener el título de Hija primogénita de la Iglesia, y contemplad los grandes ejemplos que os han precedido; alzad la vista y admirad estas espléndidas catedrales que siguen siendo entre vosotros un vivo símbolo de la Iglesia Católica en el seno de la cual habéis crecido. […]

Si sucede que afuera sopla el mal viento, si la mentira, la codicia y la incomprensión traman el mal, si incluso os parece que venís a ser víctimas por vuestra parte, considerad vuestros héroes rehabilitados, vuestras catedrales reconstruidas y os convenceréis una vez más de que la última victoria siempre es la de la fe, la santa fe que nada puede derribarla, y cuya única depositaria es la Iglesia Católica. 

Fragmentos de: PÍO XII.
Radiomensaje con motivo del
V centenario de la rehabilitación
de Santa Juana de Arco, 25/6/1956.
Traducción: Heraldos del Evangelio.

 

Notas

1 N. del E.: Gravemente dañada durante la Segunda Guerra Mundial, la catedral de Ruan fue consagrada de nuevo por el arzobispo metropolitano el 17 de junio de 1956.

 

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