La Inmaculada, la espada y la guerra

En días de inestabilidad mundial, escenario de dos trascendentales guerras, los ánimos suelen exacerbarse y los temores, propagarse. Es natural que en ese período la gente busque un puerto seguro en medio de tan compleja situación de acontecimientos; sin embargo, no siempre lo hacen en el sitio adecuado. En efecto, la paz nunca se hallará en la conspiración, en la injusticia o en la impiedad.

Al leer el título de esta página, los espíritus más pusilánimes podrían irritarse —si es que esto es posible en un pusilánime— por la desusada combinación de palabras. Más aún, afirmando defender la religión del amor —que, de hecho, es la nuestra— probablemente criticarán el ver términos «violentos» impresos en una revista de inspiración católica…

Los «moderados», por su parte, desde la comodidad de su sillón incluso lograrán contemplar a San Miguel blandiendo una espada, siempre que se trate de una especie de juguete, jamás de un objeto bélico. Además: vincular la Inmaculada a la guerra suena a «cruzadas», a «radicalismo»… ¡Pero habrase visto!

No obstante, es inequívoco que «hubo un combate en el Cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón» (Ap 12, 7). Y el clímax de esa guerra se produjo precisamente cuando Lucifer se enteró de que la Encarnación del Verbo se daría en el seno de una virgen inmaculada.

La Madre de Dios fue preservada de toda mácula original; con todo, aunque permanecieron la integridad y la pulcritud de su cuerpo (cf. Cant 4, 7) y de su alma, la Providencia no excluyó de su existencia la lucha y el dolor, como lo profetizó Simeón: «Una espada te traspasará el alma» (Lc 2, 35).

Por otro lado, la Inmaculada no sólo estuvo en la raíz de la guerra matriz y modelo, sino también en todas las grandes victorias de las batallas de la Iglesia, como, por ejemplo, en Malta, en Lepanto y en la insurrección brasileña, de Pernambuco, contra los herejes flamencos en 1649. Nuestra Señora de Fátima profetizó que habría una nueva guerra mundial peor aún que la primera —lo cual se confirmó— y que, más tarde, varias naciones serían aniquiladas.

Sin embargo, esas contiendas no son nada comparadas con la lucha diaria que los hijos de la Virgen emprenden contra los demonios y sus secuaces. Además, las primicias de toda acción verdaderamente heroica son, ante todo, las batallas interiores de cada uno, contra sus caprichos, pecados y debilidades.

San José de Anchieta, al cantar la infancia de María en un poema dedicado a Ella, exclama: «¡Llore el infierno voraz! En la Virgen, ya concebida, no hay mancha». Más adelante, dirigiéndose al príncipe de los demonios, continúa: «Ella, implacable, librará contra ti y tu raza una terrible y cruel guerra». Finalmente, «la Virgen derribará caballo y jinete (cf. Éx 15, 1): tiemblen los sombríos infiernos».

El santo copatrono de Brasil destaca la sempiterna derrota del mal ante Nuestra Señora y su estirpe, el propio talón de la Virgen aplastando a Satanás (cf. Gén 3, 15), en la interpretación de San Luis Grignion de Montfort. Esa «milicia de la Inmaculada» —expresión de San Maximiliano Kolbe—, aun estando herida, servirá como instrumento para machacar el espíritu de las tinieblas.

En estos tiempos poco esperanzadores, antes de pensar en una eventual tercera guerra mundial, cabe señalar que ya se estableció en el origen del mundo una «guerra universal», es decir, el constante magno combate de los hijos de la Virgen contra la raza de la serpiente. Aquellos no deben temer nada porque, como canta el himno de las Congregaciones Marianas, «de mil soldados no teme espada quien lucha a la sombra de la Inmaculada». 

 

Nuestra Señora de la Reconciliación – Santuario de La Salette (Francia)

 

2 COMENTARIOS

  1. Salve María!. Acoger a la Santísima virgen Mária como Madre es garantía de contar siempre con su vigilancía, como una madre observa a su bebé cuando este empieza a caminar.

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