La espiritualidad de Santa Bernadette Soubirous – Equilibrio, fe y humildad

Más que haber sido heraldo de la Virgen por sus palabras, Bernadette se configuró hasta tal punto con su misión que su existencia constituyó un llamamiento a la conversión tan eficaz como las aguas que bañan la gruta de Lourdes.

Es imposible pensar en la ciudad de Lourdes, hoy día, sin asociarla a la impactante figura del santuario rebosando de fieles, que hacia allí se dirigen a fin de rogar a Dios un favor o una gracia, por intermedio de su Madre Santísima. Sin embargo, bien diferente era la realidad el 11 de febrero de 1858, cuando tuvo lugar la primera aparición de la Virgen a Bernadette Soubirous.

Por una infeliz casualidad que suele acompañar la vida de las personas investidas de una misión sobrenatural, la incomprensión y la ingratitud son las monedas con las que reciben, en esta tierra, el pago por tan elevado encargo. Después de todo, ¿qué delincuente habrá tenido tantos interrogatorios, tan agotadores como interminables, como esa niña inhábil e indefensa que era Bernadette? ¿Qué dramas, reveses y luchas no tuvo que atravesar con el propósito de hacer público el llamamiento a la conversión y a la práctica de la penitencia, en consonancia con el expreso deseo de aquella Señora vestida de blanco que la visitó en la gruta de Massabielle?

Santa Bernadette Soubirous

Las cartas, notas personales y copias de textos varios de Santa Bernadette nos revelan un poco esa «vida espiritual» suya, es decir, los tortuosos caminos interiores por los que la Providencia la condujo, con vistas al cumplimiento de una sublime misión. Descubiertos ciertos velos de esta alma tan querida por Dios y la Santísima Virgen, estaremos en condiciones de conocerla más profundamente, a fin de imitar mejor sus virtudes.

Características psicológicas de Bernadette Soubirous

Como punto de partida, fijémonos en un pormenor que, a cualquier persona dotada de un incipiente sentido grafológico, causa sorpresa y admiración; los aspectos psicológicos esbozados en su grafía tan homogénea y estable, caracterizada por la presión constante de la pluma firme y angulosa, que no descuida en dibujar las palabras con elegancia.

Al mismo tiempo, la letra de Santa Bernadette exterioriza distintos atributos que, a contrario sensu, desmienten cierta visión unilateral, equivocada, que pretende estigmatizar a la joven como inepta o ignorante. Si sus redacciones estuvieron salpicadas de mayores o menores deslices gramaticales hasta el final de su vida, ello no impidió que su carácter resolutivo y equilibrado encontrara expresión en las líneas de su escritura. Así pues, el sentido de imponerse altos ideales, sumado a la autocrítica, están latentes en su bonita letra.

Además, la caligrafía de Santa Bernadette revela su índole afectiva, de persona rebosante de generosidad y amor por los otros, bastante sensible al trato recibido. No en vano, a la vista de algún niño, se establecía enseguida un vínculo que los acercaba, hasta el punto de que los pequeños formaban un corrillo alrededor de la vidente…

Escrito de Santa Bernadette

Su escritura no desmiente, finalmente, la tendencia al aislamiento, quizá porque no encontraba en los demás los modelos de virtud y rectitud que se imponía, y que buscaba con tanto empeño.

Plan de vida expresado en sus notas íntimas

Cabe señalar que la santificación no es solamente fruto de una dádiva divina; la conquista de la santidad se cifra en una lucha constante, de la cual no están exentos ni siquiera los grandes místicos. Al contrario, Dios les exige a sus amigos una renuncia ininterrumpida y, en general, durísima. Bien analizado, el itinerario espiritual de estas almas escogidas se revela, diríamos, tan normal, tan corriente, que llena de esperanza a todos los hombres.

En uno de sus cuadernillos de notas íntimas, ya en el título la santa francesa resume el plan que se ha trazado: «Hacer siempre lo que más cueste».1 Ante esto, Bernadette se fijó algunas metas que expresan su seriedad y ahínco en la búsqueda de la perfección, empezando por lo que concierne a su vida interior:

«1.º No desanimarse nunca, ver la santa voluntad de Dios en todo lo que me sucederá, darle gracias por todo, pensando que es para mi mayor bien que Él lo permite.

»2.º Trabajar para volverme indiferente a todo lo que se dirá o pensarán de mí mis superiores o mis compañeros; desapegarme de todo, para apegarme únicamente a agradar a Dios y salvar mi alma. Me acuerdo a menudo de estas palabras: “Sólo Dios es bueno, y sólo de Él espero la recompensa”.

»3.º Nunca amistades particulares, amar a todas mis hermanas solamente para agradar a Dios».

«Una buena religiosa debe pedirle a Dios…»

Gracias a esta conducta virtuosa iniciada desde que Nuestra Señora le confió sus primeros anhelos en Massabielle, la vidente pudo resumir la santidad en unas breves frases, impregnadas tanto de teología como de caridad, y aplicables a cualquier bautizado que aspire a llegar al Cielo:

«Una buena religiosa debe pedirle a Dios:
más humildad que humillación,
más paciencia que sufrimiento,
más voluntad que obras,
más amor que acciones,
más abandono que órdenes,
más hechos que palabras,
más aplicación a la santidad que a la salud».

Y aun siguiendo este modelo, con el objetivo de esclarecer para sí —y para los años venideros— el eje en torno al cual debe girar la vida cotidiana de un alma consagrada, afirmará la santa: «Una religiosa debe vivir en la mortificación como el pez en el agua; no es lo mismo cuando una religiosa no se mortifica. La aplicación seria a todos los deberes conduce necesariamente al ejercicio de la mortificación continua en todo tiempo. Si uno no se mortifica, falta a sus deberes. ¿De dónde vienen las transgresiones a la Regla y a los votos? ¿De dónde viene el relajamiento de algunas comunidades? Del hecho de que el ejercicio de la mortificación no se haya puesto en práctica o no se mantenga. […] En mi opinión, [una religiosa mortificada] podría entrar en el Cielo sin pasar por las llamas del purgatorio».

Atracción por la vida humilde y escondida

En cuanto a su humildad, un hecho ilustrativo ocurrió entre ella y una hermana de hábito, Josephine. Dado que Bernadette reaccionaba con vigor en las relaciones y conversaciones cotidianas, a causa de su temperamento, acabó incurriendo en una falta de respeto. Tras haberse distanciado de la referida religiosa, se dio cuenta de su imperfección de no controlar su «susceptibilidad» y enseguida se acercó a pedirle disculpas mediante una nota:

«Mi buena Hna. Josephine,

»Os pido perdón por el mal ejemplo que os he dado, así como por todos los temas desedificantes.

»Perdóneme, por favor, y rece algo por mí; usted ya ve cuán pobre soy en virtud».

Esta búsqueda de la verdadera humildad se fue acrisolando a lo largo de la trayectoria terrena de Bernadette, como lo demuestra una oración escrita por ella en una de sus notas íntimas:

«Mi divino Esposo me ha dado una atracción por la vida humilde y escondida, y muchas veces me decía que mi corazón no se habría de detener hasta que lo hubiera sacrificado todo por Él. Y para decidirme, a menudo me inspiraba que después de todo, en la hora de la muerte, no tendría otro consolador sino Jesús, y Jesús crucificado. A Él solo, fiel amigo, entre mis dedos helados, en mi tumba llevaré. Oh, locura de las locuras, apegarme a algo que no sea Él».

Lecciones de los textos transcritos

Es interesante apreciar cierta costumbre adoptada por Bernadette, cuyo origen no se conoce bien, pero que no deja de ser loable: en medio de sus numerosos escritos, ¡se esforzó por copiar libros enteros de meditaciones! Al parecer, dado el régimen de pobreza religiosa, al no poder tomar posesión de los libros pertenecientes a la biblioteca conventual, la santa no halló mejor salida que copiarlos…

Entre estos textos artísticamente transcritos por la santa francesa, figura una carta de Santa Juana de Chantal a San Francisco de Sales: «Oh, Señor Jesús, no quiero más elección; tocad la cuerda de mi laúd que os guste; por siempre, y para siempre, sólo sonará esta única armonía: Sí, Señor Jesús, sin si, sin pero, sin excepciónFíat en todo y en mí».

De hecho, a partir de su fíat, la Providencia escogió a Bernadette para ser, aunque ignorada y recluida en un convento, una lección viva y valiosa de aquello que Lourdes comenzaba a reflejar ante todo el mundo: el milagro de la aceptación del dolor, del sufrimiento e incluso de la derrota y del fracaso, si fuera necesario.

Si nos asombra saber que una niña fue elegida portavoz de la Inmaculada Concepción para fundar el lugar de peregrinación mundial más fértil en milagros, debería producir en nosotros el mismo entusiasmo su vida austera y salpicada de tantas privaciones lícitas.

Pero eso no es lo que parece suceder. Cuando miramos a nuestro alrededor y consideramos las miserias de la naturaleza humana caída por el pecado original, comprendemos que tal acto de donación y abnegación está lejos de nuestro egoísmo, provocándonos tan sólo una tímida admiración, o incluso aversión.

Preferiríamos ser llevados a creer que la santidad de Bernadette, y de muchos otros bienaventurados, fue ante todo, y solamente, pura dádiva divina, ajena al concurso de la voluntad disciplinada y a los ejercicios de virtud. Está claro que la santificación es un favor gratuito de Dios, pero esto no debe dar lugar a la falsa idea de que Él no anhela nuestra participación en su consecución, dado que la vida es un combate.

Santa Bernadette en el convento de Saint-Gildard, Nevers (Francia)

Espiritualidad llena de luz y equilibrio

Por tanto, si las notas íntimas de Bernadette nos revelan claramente su confianza, y los escritos copiados nos sugieren sus preferencias y elecciones profundas, sus cartas merecen una atención especial. Calan a fondo en el alma, ya que expresan las virtudes dominantes de esta espiritualidad llena de luz y equilibrio: la humildad y la fe.

Un ejemplo nos será suficiente para comprobarlas: la misiva dirigida al papa Pío IX, a petición e insistencia de un prelado, Mons. Ladoue, fechada el 17 de diciembre de 1876:

«Santísimo Padre,

»Nunca me hubiera atrevido a tomar la pluma para escribirle a Su Santidad, yo, pobre, pequeña hermana […]. Temía, en primer lugar, de ser demasiado indiscreta; entonces se me ocurrió que a Nuestro Señor le gusta ser molestado tanto por el pequeño como por el grande, por el pobre como por el rico, que Él se entrega a cada uno de nosotros sin distinción. Este pensamiento me dio valor, así que ya no tengo miedo; vengo a vos, Santísimo Padre, como un pobre niñito al más tierno de los padres, llena de abandono y de confianza. ¿Qué puedo hacer, Santísimo Padre, para demostraros mi amor filial? Sólo puedo continuar con lo que he hecho hasta ahora, es decir, sufrir y rezar. Hace algunos años me constituí, aunque indigna, un pequeño zuavo2 de Su Santidad; mis armas son la oración y el sacrificio, que guardaré hasta mi último aliento. Sólo allí caerá el arma del sacrificio, pero la de la oración me seguirá hasta el Cielo, donde será mucho más poderosa que en esta tierra de exilio».

¿Quién pretendería dudar de que en estos dos verbos, sufrir y orar, se resume la vía espiritual de Santa Bernadette?

Su vida nos atestigua que únicamente la oración y el sufrimiento pudieron garantizarle la estabilidad en la práctica de la virtud, aunque los infortunios y las incomprensiones soplaran a lo largo de su peregrinación terrena.

El testimonio de una vida: el mayor milagro de Lourdes

No es casualidad que uno de los criterios de prudencia adoptados por la Iglesia para la verificación de la autenticidad de las revelaciones particulares, como las que recibió Bernadette, consiste en analizar cuidadosa y atentamente la conducta de los videntes: el testimonio decisivo será, por tanto, el de su vida.

Más que anunciadora de lo sobrenatural y heraldo de la Virgen por sus palabras, Bernadette asumió hasta tal punto su misión, configurándose con ella, que su existencia se convirtió en un llamamiento a la conversión por lo menos tan eficaz como las milagrosas aguas que bañan la gruta de Lourdes; su muerte, una invitación a la penitencia; y su cuerpo, casi intacto por la descomposición propia a los males del pecado original, un indicio de la gloria que le fue concedida, una vez traspasado el umbral de la peregrinación terrena.

Así, desde el 16 de abril de 1879 —día de su fallecimiento— hasta el presente, Santa Bernadette continúa siendo para la cristiandad un instrumento de la ternura maternal de María, «y de la misericordiosa omnipotencia de su Hijo, para restaurar el mundo en Cristo mediante una nueva e incomparable efusión de la Redención».3

¡Santa Bernadette, ruega por nosotros! 

 

Notas


1 Todas las citas de la vidente mencionadas en este artículo han sido extraídas de la obra: SŒURS DE LA CHARITÉ DE NEVERS. Les écrits de Sainte Bernadette et sa voie spirituelle. Paris-Lourdes: P. Lethielleux; Œuvre de la Grotte, 2003.

2 La expresión evoca la dedicación y sacrificio de los zuavos pontificios en las luchas por los Estados Pontificios, en aquellas décadas del siglo XIX.

3 PÍO XII. Le pèlerinage de Lourdes.

 

1 COMENTARIO

  1. Me resulta realmente sorprendente después de haber leído este artículo tan bien descrito sobre Bernadette Soubirous el que esta santa tan humilde y que suele ser descrita como poco inteligente era realmente todo lo contrario como lo demuestra su capacidad de razonamiento; su carácter inquebrantable para llevar a cabo lo que se proponía, aún a costa de sacrificio y desapego.
    De esta manera pudo ella sola enfrentar a las autoridades civiles y eclesiásticas en tiempos difíciles. Una gran Santa con una gran humildad y muy amada por Nuestra Señora. Que desde el Cielo ruegue por nosotros.

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