Hija mía —dijo Jesús, el 3 de enero de 1935— el sufrimiento y la cruz son la llave del Cielo. Sufrí tanto para abrírselo a la humanidad y ¡para muchos ha sido inútil!
Dicen: «¡No hay Infierno!». Morí por ellos y declaran que no me lo pidieron; y contra mí dicen herejías y profieren blasfemias.
Yo, para salvarlos, elijo a las almas: les pongo sobre los hombros la cruz y me sujeto a auxiliarlas. ¡Y feliz el alma que comprende el valor del sufrimiento! Mi cruz es suave cuando se lleva por mi amor.
Y me dijo el Señor —proseguía ella— que si yo sufriera alegre y resignada por su amor todos los sufrimientos que Él me enviase, que le abriría el Cielo a miles y miles de pecadores.
También me dijo que le dijera a V. Rev. que en esta época eran más las almas que se perdían que las que se salvaban. Que quería guerra abierta contra el pecado de la impureza, que era con lo que el Infierno estaba más poblado.

Extraído de: PINHO, SJ, Mariano.
«No Calvário de Balasar.
Alexandrina Maria da Costa».
2.ª ed. Braga: Editorial A. O., 2005, p. 55.

 

Artículo anteriorRevista Heraldos del Evangelio, Año XVIII, N.º 207, Octubre 2020
Artículo siguienteHumildad y castidad, unidas en la conquista del Cielo

2 COMENTARIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí