Él mide la profundidad de tu amor

Estaba yo triste por mi conducta pasada, por mis pecados de orgullo, mi impaciencia, mi pusilanimidad, etc. Y entonces fue cuando vino Jesús.

Me dijo: «Tus imperfecciones actuales, tus faltas pasadas, ya que las detestas, no pueden desagradarme. Sírvete de ellas para elevarte hasta mí. Has sabido humillarte y vine corriendo hacia ti. Humíllate de nuevo, continuamente, siempre. Quiero que seas muy humilde. Aprecia no poder hacer nada por ti misma, porque esa incapacidad te pone en la dulce obligación de mantenerte siempre unida a mi divino Corazón por el amor, la gratitud y la oración.

»Aprecia no ser nada por ti misma, porque esa nada te coloca en una completa dependencia de tu amado Maestro, a quien amas por encima de todo, mi querida Yvonne…, por encima de todo, ¿no es así?, y más que a ti misma.

»Sí, me compadezco de tu flaqueza, porque tienes buena voluntad…, porque has sabido combatir, perdonar generosamente, porque has sabido abismarte.

»Te llenaré de mi luz, te inundaré de consolación, te revestiré de mi fuerza, pero también te daré sufrimiento.

»Me encanta ver luchar a los que amo. Será un sufrimiento íntimo, un sufrimiento oculto, para que yo sea tu único consolador. Las criaturas no siempre te comprenderán…, pero ¡yo estaré ahí! Te perseguirán, te contradecirán…, no te creerán, pero yo te consolaré. […] Y serás una santa».

Jesús tomó mi cabeza, la acercó a su Corazón y luego, enderezándose, dijo: «Pero […] no te atormentes».

LAURENTIN, René.
Biographie d’Yvonne Aimée de Malestroit (1901-1951).
Paris: François-Xavier de Guibert, 1999, t. ii, p. 49.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Del mismo autor

Artículos relaccionados