Al considerar los diversos episodios de la vida de Dña. Lucilia, se aprecia cómo en la base de su trato con los demás relucía de manera especial una virtud: la bondad. Ningún contratiempo, enfermedad o dificultad era capaz de impedir que su benevolencia envolviera a quienes necesitaban de auxilio.
Transcurridos más de cincuenta años desde su paso a la eternidad, aún sigue sorprendiendo a todos con su maternal intercesión.
Diagnosticada una mielitis viral
Prueba elocuente de esta realidad es el relato enviado por Anésia Valéria Ribeiro Gabriel, de Miracema (Brasil), sobre la curación humanamente inexplicable de su esposo, Alexandre Dias Gabriel.
El día 1 de abril de 2016 amaneció con fuertes dolores en el cuello y en el brazo. Se iniciaba, pues, una dura lucha para Anésia y su familia, porque las molestias se intensificaban cada día, exigiéndole continuas idas a Urgencias. Como el cuadro se agravaba, Alexandre buscó atención médica en otras ciudades y varias veces fue hospitalizado para seguir un tratamiento, pero sin ningún resultado. Al contrario, empezó a perder el movimiento de las piernas y, en agosto, comenzó a usar silla de ruedas. Finalmente, un médico le diagnosticó su enfermedad: mielitis viral.
En 2017 fue necesario colocarle una sonda vesical permanente; al año siguiente se sometió a una cistotomía. Alexandre tuvo varias citas médicas y tomó muchos medicamentos, pero su situación empeoraba constantemente.
En julio de 2021 sus manos se hincharon hasta el punto de tener que ir todos los días a la sala de emergencia, a menudo para que le pusieran una inyección de morfina. Finalmente, perdió el movimiento de las manos.
Al no poder recibir un tratamiento adecuado en su ciudad, un médico lo remitió a Río de Janeiro. Allí le propusieron operarle los nervios de la pierna, lo cual eliminaría los dolores, pero le quitaba la posibilidad de volver a caminar algún día. A la espera de una plaza libre para ser hospitalizado, siguió acudiendo diariamente a Urgencias, debido a los fuertes dolores y constantes crisis de espasmos.
Poderosa intercesión tras seis años de sufrimiento
El 15 de febrero de 2022, la familia recibió la visita de un sacerdote de los Heraldos del Evangelio. Después de darle al enfermo la debida bendición, el sacerdote le preguntó si creía en los milagros. Habiendo recibido una respuesta positiva, le sugirió que pidiera con mucha confianza la intercesión de Dña. Lucilia para que solucionara su caso. Alexandre y su familia empezaron inmediatamente a rezarle a esta benigna señora.
Al día siguiente, sintió un fuerte malestar y tuvo que acudir urgentemente al hospital. Unos instantes después, cuál no sería la sorpresa de todos al percibir que podía mover las manos nuevamente. En poco tiempo, la hinchazón desapareció y los dolores pararon. Al otro día, notaron que recuperaba gradualmente también el movimiento de las piernas.
«De ahí en adelante», declara llena de gratitud Anésia, «todo fue ocurriendo muy deprisa: los dolores acabaron, cesaron las crisis. Mi esposo ya no toma ningún medicamento. Todo mejoró y hoy anda, incluso consigue viajar. Han sido seis años de luchas y sufrimientos, pero Dña. Lucilia escuchó nuestras oraciones y nos obtuvo el milagro. Nuestra vida cambió. No tenemos palabras para agradecerle».
«Sin ninguna duda, Dña. Lucilia nos atendió»
También Juan Manuel García Félix, residente en Ciempozuelos (España), fue beneficiado por la intercesión de Dña. Lucilia, conforme el relato enviado por su hija, Pilar García Moraleda.
Nos cuenta ella: «Mi padre fue sometido a una intervención quirúrgica para retirarle un tumor de estómago. La operación salió bien, pero a los dos días los médicos detectaron que una de las suturas tenía una fuga. Si no se le cerraba con un tratamiento conservador, tendrían que volver a intervenir, cuya operación sería muchísimo más complicada que la primera y con grandes riesgos».
Bajo el peso de esta dramática perspectiva, la esposa de Juan Manuel regresó a su casa para descansar. Al llegar, encontró en el buzón la revista Heraldos del Evangelio y, como de costumbre, empezó a leerla enseguida. Al ver una gran foto de Dña. Lucilia en la contraportada, tuvo un vuelco de alegría, pues percibió que se trataba de una señal del Cielo. Volvió sin tardanza al hospital y colocó en la habitación del enfermo la fotografía de Dña. Lucilia. Toda la familia se puso a pedirle la solución para aquella angustiante situación.
Así concluye su relato: «Desde ese día, milagrosamente la fuga comenzó a cerrarse; y en veinticinco días el problema estaba resuelto, no había necesidad de una segunda intervención. Los médicos estaban muy sorprendidos de la buena evolución del caso. Sin ninguna duda, Dña. Lucilia nos atendió en ese momento de angustia. Agradecemos con toda nuestra alma su intercesión».
Una aterradora perspectiva
Igualmente agradecida se muestra María Teresa Falchero Daidone, de São Caetano do Sul (Brasil), socorrida por Dña. Lucilia en una situación en que corría serio riesgo de vida, conforme relata su hija, María Fernanda Daidone Madrucci.
Aquejada de una grave neumonía, María Teresa tuvo que ser hospitalizada. El antibiótico tenía que ser administrado por vía intravenosa y, por el hecho de que sus venas eran muy sensibles y por algunas complicaciones más, en cierto momento se hizo necesario colocar el acceso en el cuello. Sin embargo, por un error médico, el antibiótico fue inyectado en una arteria, lo que ocasionó una hemorragia seguida de cinco convulsiones a lo largo del día, debido a la formación de un trombo.
El médico informó que habría que intubarla si ocurrían más convulsiones, para evitar secuelas irreversibles en el cerebro. También explicó que quizá no resistiera tal procedimiento, porque tenía problemas pulmonares.
Ante una perspectiva tan aterradora, María Fernanda colocó en la almohada de María Teresa una foto de Dña. Lucilia, pidiéndole fervorosamente que cuidara de su madre e intercediera por ella ante la Virgen. Al llegar a casa, reunió a sus hijas para explicarles la situación de la abuela y les recomendó que le rezaran a Dña. Lucilia pidiendo que cuidara de ella.
Bajo la protección de un chal rosado
Cuando regresó al hospital a la mañana siguiente, María Fernanda notó que el equipo médico estaba frente a la puerta de la habitación de su madre. Enseguida pensó que había ocurrido lo peor… Al acercarse, el médico le preguntó:
—¿Usted cree en Dios?
—Sí, claro. ¿Por qué me lo pregunta? —le contestó María Fernanda.
—Pues, entre y vea a su madre.
Entró en la habitación y encontró a su madre sentada, muy contenta y sonriente, desayunando sin ninguna dificultad. Entonces le enseñó la foto que había puesto bajo la almohada la noche anterior, a lo que su madre le dice: «Hija, tengo la sensación de haber visto a esta señora mientras dormía».
Concluye María Fernanda en su relato: «Se sintió envuelta por algo rosado, que imagino que es el chal de Dña. Lucilia, como se ve en la foto».
Desenlace inesperado en la liquidación de una deuda
«Me encontraba desesperada, angustiada y sin saber qué hacer, pues tenía una deuda muy grande y no tenía condiciones de pagarla». Así comienza el relato enviado desde Cuenca (Ecuador) por Narcisa Matute Vásquez. Continúa: «Fui a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y le expuse mi problema al sacerdote que estaba allí confesando». Éste le aconsejó que hiciera una novena a María Santísima y le pidiera también ayuda a Dña. Lucilia. Le rezó con fe a esta última, diciéndole con toda sencillez: «Usted sabe el sufrimiento por el que estoy pasando, deme una luz para salir de esta situación».
Transcurrido unos días, le vino la solución. Poseía un terreno comprado en sociedad con su hermana. Ésta había reafirmado varias veces su decisión de venderlo solamente cuando las dos estuvieran en edad avanzada, pues así sería su sustento en la vejez. Cuenta Narcisa: «Me encomendé nuevamente a Dña. Lucilia y le propuse a mi hermana vender el terreno. Aceptó la propuesta sin preguntar siquiera el motivo. Tres días después, apareció un comprador que pagó el precio justo».
Con esta solución enteramente «luciliana», se había resuelto el angustioso problema de Narcisa.
Graves consecuencias de un accidente
Impresionada con la presteza con la cual Dña. Lucilia obtuvo el restablecimiento de Daniele, su amiga, María Aparecida Neves Defanti, de Cambuci (Brasil), nos envía una pormenorizada narración del hecho.
Nos cuenta que Daniele regresaba tranquilamente en moto a su residencia cuando, al pasar por un bache, perdió el equilibrio y cayó. De la caída resultó la fractura de siete costillas, además de lesiones en el hígado, en el bazo y en los pulmones. Nada más llegar al hospital fue derivada inmediatamente a la UCI.
El médico a cargo aconsejó a la familia trasladar a la accidentada a un hospital con más recursos, pues su caso era muy grave. Parientes y amigos hicieron numerosos intentos para efectuar el traslado, pero todos fueron en vano. Decidieron entonces depositar el caso en manos de Dña. Lucilia.
«Pídele a ella el milagro que tanto necesitas»
«Empezamos a rezar enseguida, pidiéndole a Dña. Lucilia que la curara cuanto antes», relata María Aparecida. Cinco días después del accidente, un amigo visitó a Daniele en el hospital y le dio una estampa de Dña. Lucilia, diciéndole: «Pídele a ella el milagro que tanto necesitas».
Para asombro de todos, incluso del médico, al día siguiente comenzaron a aparecer signos de mejoría. Pasado un día más, otra sorpresa: una tomografía reveló que el hígado y el bazo ya estaban en buenas condiciones.
La atención a sus oraciones, sin embargo, no se había consumado, pues quedaba un factor preocupante: los pulmones retenían mucho líquido. A la vista de esto, el médico comunicó que haría un drenaje al día siguiente, después de realizarle una prueba de rayos X. Pero no hubo necesidad de proceder a la intervención quirúrgica, porque el examen demostró de manera indudable que no había más secuelas del accidente en el organismo de Daniele.
Asombrado, el médico volvió a examinar a la paciente, analizó nuevamente el resultado de la radiografía y, finalmente, le dijo: «Puedes irte a casa, porque estás completamente recuperada. ¡Ha ocurrido un milagro! Llevo treinta y cinco años de profesión y nunca he visto nada parecido. Realmente, ha sido un milagro».
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Estos relatos revelan la inagotable generosidad con la cual Dña. Lucilia acude en ayuda de quienes la invocan en momentos de apuro y dificultad. Como su benevolencia es un reflejo de la bondad del Sagrado Corazón de Jesús, siempre acepta las peticiones que se le hacen. Basta, por tanto, recurrir a ella para encontrar pronta solución hasta para problemas aparentemente insolubles. ◊