La Santa Iglesia se vale de las alegrías vibrantes y castísimas de la Pascua para que brillen ante nuestros ojos, incluso en medio de las tristezas de la situación contemporánea, la certeza triunfal de que Dios es el supremo Señor de todas las cosas.
Cristo es el Rey de la gloria, que venció a la muerte y aplastó al demonio. Su Iglesia es una reina de inmensa majestad, capaz de volver a erguirse de entre los escombros, de disipar las tinieblas y de relucir con un triunfo aún más lustroso en el momento preciso en el que parecía que le esperaba la más terrible e irremediable de las derrotas.
Plinio Corrêa de Oliveira