A propósito del fallecimiento de Benedicto XVI – El primero y el último Papa

Hay quienes afirman que fue el último pontífice de una época pasada. Muchos lo consideran el tutor de la Tradición en un período de rupturas. Pocos osan negar que su vida marcó la transición de una era antigua a una nueva, en el mundo y en la Iglesia. A fin de cuentas, ¿quién fue Benedicto XVI?

Aquella tarde en Roma, la colina del Vaticano presenciaba una inaudita ejecución: a lo lejos se vislumbraba a un galileo crucificado cabeza abajo. A causa del atroz método utilizado se podría deducir que se trataba de un cruel criminal. En realidad, se estaba ante el único mortal capaz de unir la tierra al Cielo (cf. Mt 18, 18). Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, entregaba, finalmente, su alma al amor de su vida.

Sin la presencia de la cabeza visible de la Iglesia, el vicario de Cristo, el orbe se encontraba literalmente al revés… De hecho, la Iglesia naciente recibía su primera gran sacudida: ¡la sede estaba vacante! Pero no habría de temer nada, pues el divino Maestro había edificado su Iglesia sobre roca sólida. De ella emanaría una cohorte de sucesores del primer Papa que, uno tras otro, transmitiría el poder de las llaves hasta la actualidad.

El día postrero de 2022 fue testigo de la muerte más reciente de un pontífice. Benedicto XVI no siguió en el martirio a su más antiguo predecesor, pero quiso que resonara la respuesta de Pedro cuando éste fue interrogado por Jesús sobre la magnitud de su amor (cf. Jn 21, 15-19). En efecto, las últimas palabras del Papa emérito fueron: «¡Señor, te amo!».

¿Habrá más vínculos entre el primero y el último Papa en morir?

De la roca sólida sobre la que Cristo edificó su Iglesia emanaría una cohorte de sucesores del primer Papa, que transmitirían el poder de las llaves hasta la actualidad
«Martirio de San Pedro», por Pedro Sierra – Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (España)

«Sígueme y te haré pescador de hombres»

Joseph Aloisius Ratzinger vio la luz en medio del período de entreguerras. Su natalicio coincidió con el Sábado de Aleluya, víspera de la Pascua, lo que fue interpretado por su familia como algo providencial, como de hecho lo fue. Benedicto XVI estaría llamado a ser el pregonero de la victoria de Cristo sobre la muerte, como Pedro después de visitar el sepulcro vacío.

En 1939, con 12 años, el niño Joseph fue inscrito en un seminario menor, donde estuvo tres años, hasta que los nazis lo cerraron y los estudiantes fueron enviados a sus casas. A pesar de tener una salud débil y de su oposición al régimen hitleriano, le obligaron a hacer el servicio militar. En las situaciones más adversas, sentía la presencia de un «ángel especial»1 que lo protegía, a la manera de aquel que liberó a Pedro de la cárcel (cf. Hch 12, 7-11).

Incluso perseguido por su deseo de abrazar el sacerdocio, fue ordenado. Terminó sus estudios académicos en 1957, cuando concluyó su habilitación con una tesis sobre la teología de la Historia en San Buenaventura. Al año siguiente se hizo profesor en Freising y, en 1959, continuó en la Universidad de Bonn.

Más tarde desempeñó una de las más importantes funciones de su vida: fue perito del Vaticano II. Sobre este concilio, insistió posteriormente en que sería necesario redescubrir su verdadero sentido, frente a fuerzas latentes agresivas como el racionalismo, el individualismo y el hedonismo, que trataron de desvirtuarlo.2 Ya como Papa, discernió un «concilio de los medios de comunicación», que provocó «tantas calamidades, tantos problemas; realmente tantas miserias: seminarios cerrados, conventos cerrados, liturgia banalizada…».3

Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entre 1981 y 2005, diagnosticó que la «herejía aún existe» y que era necesario —como indicó su primitivo predecesor— preservar al pueblo de los «falsos profetas», que proponen herejías de perdición y doctrinas disolutas (cf. 2 Pe 2, 1-2).4 Ahora bien, ¿quiénes serían esos farsantes, esos «Simón el Mago» (cf. Hch 8, 9-24) que como falsos «Simón Pedro», profanan los bienes espirituales de la Iglesia? Tal vez, como en los primeros días del cristianismo, sólo serán detectados con el tiempo…

Guiando la barca de Pedro en medio de la tempestad

Cuando los ciento quince cardenales se reunieron en cónclave el 18 de abril de 2005, raras eran las voces que se arriesgaban a apostar a que el Papa elegido sería el cardenal Ratzinger, tan sólo después de cuatro escrutinios. Por razones bien diferentes, también pocos habrían sugerido que el iletrado e indocto Pedro (cf. Hch 4, 13), pescador del mar de Galilea, hubiera sido elevado a la más alta dignidad de la Iglesia… ¡Dios escoge lo débil del mundo para confundir a los fuertes (cf. 1 Cor 1, 27)!

Ratzinger eligió el nombre de Benito, en referencia al papa Benedicto XV, guía de la Iglesia en los tiempos turbulentos de la Primera Guerra Mundial, y a Benito de Nursia, patriarca de la civilización occidental.5

Al igual que en la época de la mencionada guerra, el primer Papa elegido en el tercer milenio reinó en un período de rupturas institucionales. Cuando le preguntaron si se sentía «como el último Papa de una era antigua o como el primero de una nueva era», respondió: «Diría que estoy entre dos épocas».6 Benedicto XVI sería, en este sentido, verdadero pontífice, es decir, «puente» entre dos mundos, como él mismo se retrató: «Yo no pertenezco ya al mundo antiguo, pero tampoco el nuevo existe realmente aún».7

Pontífice «entre dos épocas», a Benedicto XVI le cupo la tarea de llevar a cabo una verdadera contrarrevolución civilizadora
Benedicto XVI saluda a los fieles reunidos para la misa dominical en la plaza de San Pedro, en 2010

De hecho, durante su pontificado, una nueva generación nació con los dispositivos electrónicos en las manos. La Revolución amplió sus pasos, promoviendo la secularización, la disolución familiar y un modo de vivir casi tribal, como había vaticinado el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira.8

Ciertamente todo el caudal doctrinario del teólogo Ratzinger tendrá su papel en la búsqueda de restaurar la fe. Benedicto XVI fue el Papa que, a lo largo de toda su vida, más escribió en la historia de la Iglesia. No obstante, como cuestionaba el Dr. Plinio, «¿qué utilidad tendrían los libros, los pensadores, en fin, lo que quede de civilización, en un mundo tribal en el cual se hubieran desatados todos los huracanes de las pasiones desordenadas y todos los delirios de los “misticismos” estructuro-tribales? Trágica situación ésta, en la cual nadie sería algo, bajo el imperio de la nada…».9

Frente a este nihilismo, la misión inspirada en San Benito ha de ser entendida mucho más en la línea de lo que recientemente se ha llamado La opción benedictina,10 es decir, la búsqueda del ideal de orden y templanza, la sabiduría en lidiar con el trabajo y la oración, la promoción integral de la educación, así como la enajenación de la corrupción mundana, a la manera de la Regla benedictina. En otras palabras, una verdadera contrarrevolución civilizadora.

El hecho es que el propio Benedicto XVI no cumplió enteramente mencionada «opción benedictina», incluso porque su pontificado fue relativamente corto. ¿Lo hará, al menos, su legado?

La negación de Pedro y la renuncia de Benedicto

El 11 de febrero de 2013 un rayo en cielo despejado cayó sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro. Benedicto XVI sería el primer Papa de los tiempos modernos que renunciaba al munus petrino. ¡Hasta los Cielos se sorprendieron con tal decisión!

Con la renuncia, un rayo en cielo despejado cayó sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro… ¿Será que la debilidad física del pontífice alemán no guarda cierta analogía con la falta de fuerza espiritual en la persona de Pedro durante la Pasión?
Cúpula de la Basílica de San Pedro, Vaticano, el día en que Benedicto XVI anunció su renuncia

Es innegable que este acto determinó una nueva etapa en la vida de Benedicto XVI, a la manera de las negaciones de Pedro. No estamos dando a entender que la renuncia al munus petrino haya sido una traición. Nada de eso. Sin embargo, la debilidad física del pontífice alemán guarda cierta analogía con la falta de fuerza espiritual en la persona de Pedro ante las preguntas de una simple criada. No consta que el Papa se arrepintiera de esta decisión, pero es simbólico que su secretario particular, Mons. Georg Gänswein, «llorara amargamente» (cf. Lc 22, 62) el 18 de junio de 2022 al comentar ese hecho.

Pascal decía que «todas las cosas ocultan algún misterio; todas las cosas son velos que ocultan a Dios».11 Pues bien, ¿qué decir de una renuncia pontificia?… Si son misteriosos los movimientos del alma de Pedro durante la Pasión, ¿cómo no preguntarse sobre las reflexiones de Benedicto XVI antes de su dimisión? ¿Qué papel tendrá en adelante un «papa emérito»?

Tal vez nunca sabremos responder a estas cuestiones, pero todo se vuelve aún más enigmático si tomamos las palabras de Mons. Gänswein del 20 de mayo de 2016: «Antes y después de su renuncia, Benedicto entendió y entiende su tarea como una participación en ese “ministerio petrino”. Dejó el solio pontificio y, no obstante, con el paso del 11 de febrero de 2013, no ha abandonado en absoluto ese ministerio».12 Aquí, como en los actos litúrgicos, lo más importante no son las señales evidentes, sino las que están bajo el aura del misterio…

¿El último Papa?

Es un hecho notorio que la víspera del año 2023 fue testigo del último Papa que moría. Pero ¿habría cerrado Benedicto XVI la lista de los Papas mencionados en la denominada «profecía de San Malaquías»? Ésta fue una de las preguntas que le hizo Peter Seewald el 23 de mayo de 2016, a la que el pontífice emérito respondió: «Todo puede ser».13 Si bien, aclara que, en todo caso, no se ha de inferir de ahí que sea el final del papado.

Sea como fuere, con la muerte de Benedicto XVI, ya no tenemos más su participación en el munus petrino. En este sentido, ¿la vida del pontífice alemán no habría sido una especie de kathekon —freno— contra el «misterio de la iniquidad» (2 Tes 2, 7)? De ser así, ¿vendría entonces ahora una nueva fase, que él mismo había previsto? Más aún, ¿no estaría esto en consonancia con el mensaje de Fátima, cuya misión profética —comentó Benedicto XVI— todavía no había concluido?14 Como afirmó Mons. Gänswein, «sólo ex post, pueden ser juzgados y enmarcados correctamente los Papas».15 Algún día lo sabremos.

Después de la muerte, la resurrección

A los ojos humanos, la muerte de San Pedro, líder de la naciente Iglesia, había representado el fin del cristianismo. Pero, en realidad, ocurrió precisamente lo contrario. Al año siguiente, el perseguidor Nerón fue derrocado de su trono y murió por su propia mano cobarde. En el 70 d. C., el templo de Júpiter y los santuarios de Juno y Minerva fueron incendiados. Ese mismo año, Jerusalén fue destruida, de modo que no quedó piedra sobre piedra… Por su parte, la minúscula comunidad cristiana siguió floreciendo en pequeños núcleos, en medio de la persecución.16

Considerado todo esto, ¿hasta dónde hemos llegado? Quizá estemos ya a punto de vivir lo que el propio Ratzinger había pronosticado: una comunidad semejante a un grano de mostaza, que se desarrolla en grupos pequeños, aparentemente poco significativos —los últimos…—, pero que trata de devolver el bien al mundo.17 Para él, el futuro de la iglesia en este nuevo milenio vendrá de aquellos «que tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe».18 En otras palabras, el futuro de la Iglesia será acuñado nuevamente por los santos.19

Ante esto, ¿cómo no pensar en una nueva vitalidad en la Iglesia, una «primavera pentecostal»,20 tal y como preconizó Ratzinger en su memorable entrevista a Vittorio Messori? ¿Cómo no conjeturar sobre «grandes renacimientos católicos», como el que presenció durante su pontificado entre, por ejemplo, «los Heraldos del Evangelio, jóvenes llenos de entusiasmo por haber reconocido en Cristo al Hijo de Dios y deseosos de anunciarlo al mundo»?21 En estos momentos en que tanto abundó el pecado, ¿cómo no esperar una sobreabundancia de la gracia (cf. Rom 5, 20), una como que nueva venida del Espíritu Santo?

Los primeros y los últimos

Semejante situación de calamidad, pero llena de esperanza, coincide con la carta a la Iglesia de Filadelfia, registrada en el Apocalipsis. Al respecto, San Buenaventura trata acerca del advenimiento de un «príncipe defensor de la Iglesia», que la sustentará en los momentos de tribulación. Tendrá el poder de la llave de David, «de forma que si él abre, nadie cierra, y si él cierra, nadie abre» (Ap 3, 7).22

Tras esta nueva erupción del Espíritu Santo, podemos esperar entonces que los acontecimientos se desarrollen a la manera de las narraciones en los Hechos de los Apóstoles.

En consonancia con el mensaje profético de Fátima, ¿no estaremos a punto de vivir lo que el propio Papa pronosticó, una Iglesia que se desarrolla en grupos pequeños, aparentemente insignificantes, pero que devuelven el bien al mundo?
Benedicto XVI en el Santuario de Nuestra Señora de Fátima (Portugal); al fondo, la sierra de la Cantareira, Mairiporã (Brasil)

Ante todo, es necesaria una purificación de los traidores de la Iglesia: Judas es sustituido por San Matías (cf. Hch 1, 15-26), antes de la llegada de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-16). Pedro les habla a las multitudes (cf. Hch 2, 14-36), favoreciendo el crecimiento de la comunidad. Hay milagros, conversiones y curaciones (cf. Hch 2, 37–3, 26), para que se viera dónde está la verdadera Iglesia. Luego, el ministerio petrino es amparado por el «juanino», cuando Juan empieza a colaborar directamente en las batallas de Pedro frente al sanedrín, es decir, contra la falsa Iglesia (cf. Hch 4, 1-30). Finalmente, surgen nuevas persecuciones y misiones, hasta que la paz reina por completo. Entonces estaremos ante el «vencedor» y la «nueva Jerusalén, la que desciende del Cielo de junto a mi Dios» (Ap 3, 12).

En resumen, los que piensan que son los primeros serán los últimos; y los que se creen últimos serán los primeros… El que tenga oídos, ¡que oiga! 

 

Notas


1 RATZINGER, Joseph. Aus meinem Leben. Erinnerungen. München: DVA, 1998, p. 41.

2 Cf. RATZINGER, Joseph. Rapporto sulla fede. Roma: Paoline, 1985, p. 28.

3 BENEDICTO XVI. Encuentro con el clero de Roma, 14/2/2013.

4 Cf. RATZINGER, Rapporto sulla fede, op. cit., pp. 20-21.

5 Cf. BENEDICTO XVI. Audiencia general, 27/4/2005.

6 BENEDICTO XVI; SEEWALD, Peter. Benedicto XVI. Últimas conversaciones con Peter Seewald. Bilbao: Mensajero, 2016, p. 195.

7 Ídem, ibídem.

8 Cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Tribalismo indígena, ideal comuno-missionário para o Brasil no século XXI. São Paulo: Vera Cruz, 1977.

9 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002, p. 204.

10 Cf. DREHER, Rod. The Benedict Option. A Strategy for Christians in a Post-Christian Nation. New York: Sentinel, 2017.

11 PASCAL, Blaise. «Lettre du fin de octobre 1656 a Charlotte de Roannez». In: Œuvres Complètes. Paris: Gallimard, 1954, p. 510.

12 GÄNSWEIN, Georg. Benedetto XVI, la fine del vecchio, l’inizio del nuovo: L’analisi di Georg Gänswein. In: www.acistampa.com.

13 BENEDICTO XVI; SEEWALD, op. cit., p. 195.

14 Cf. BENEDICTO XVI. Homilía en el Santuario de Fátima, 13/5/2010.

15 GÄNSWEIN, op. cit.

16 Cf. WALSH, William Thomas. Saint Peter the Apostle. New York: Macmillan, 1948, p. 307.

17 Cf. RATZINGER, Joseph. O sal da terra. 2.ª ed. Rio de Janeiro: Imago, 2005, p. 15; 100.

18 RATZINGER, Joseph. Fe y futuro. Salamanca: Sígueme, 1973, p. 74.

19 Cf. Ídem, p. 75.

20 RATZINGER, Rapporto sulla fede, op. cit., p. 41.

21 BENEDICTO XVI. Luce del mondo. Il Papa, la Chiesa e i segni dei tempi. Città del Vaticano: LEV, 2010, pp. 89-90.

22 Al respecto, véase: RATZINGER, Joseph. La Teología de la Historia de San Buenaventura. 2.ª ed. Madrid: Encuentro, 2010, pp. 67-70.

 

3 COMENTARIOS

  1. Este artículo me permite esclarecer lo que está sucediendo en la Iglesia en medio de las incertidumbres y tinieblas del mundo que estamos viviendo. Siempre he creído que los Heraldos del Evangelio son los llamados a defender los ideales que nunca murieron y que gracias a su fe y transmisión de la misma a través del apostolado que realizan son la luz para este mundo.

  2. Que el Papa Benedicto nos cuide desde el cielo, porque cada día nos acercamos a un mundo tan lleno de miseria, necesitamos urgentemente la intercesión del reino de los Cielos. Gracias alos Heraldos del Evangelio, Caballeros de la Virgen, yo he aprendido y sigo aprendiendo lo que es mi fe.

  3. Quiero escribir este pequeño comentario como humilde homenaje póstumo a la figura de SS Benedicto XVI. Siento que nos hemos quedado huérfanos, si bien, seguro que desde el Cielo puede ayudarnos mucho más.
    Un gran sabio, un gran trabajador; muy humilde (tuve la suerte de estar bastante cerca de él en una audiencia en el Vaticano), con una sonrisa de niño; es decir de total inocencia. En una palabra: Encantador.
    Que desde el Cielo rece por la verdadera Iglesia Católica, Apostólica y Romana y por todos nosotros. ¡Amén!

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