Relación con la Santísima Virgen – En los brazos de María

Al contemplar tan elevados pináculos, ¿deberíamos hablar sólo de devoción o podríamos reconocer en tal relación con Nuestra Señora una verdadera unión mística?

En las primeras páginas de su obra dedicada a María Santísima,1 la última que nos dejó antes de partir hacia la eternidad, Mons. João describe el itinerario de su devoción mariana mencionando la figura bíblica de la escalera de Jacob, cuyos extremos tocaban la tierra y el Cielo. Así, los misteriosos peldaños contemplados en sueños por el patriarca (cf. Gén 28, 11-19) simbolizarían, para nuestro fundador, los sucesivos episodios que tuvieron lugar en el recorrido de su unión con Nuestra Señora.

De hecho, se puede afirmar que su vida espiritual consistió en una larga e ininterrumpida ascensión en el conocimiento y en el amor a aquella que fue llamada la «Montaña de Dios».2

Esperanza y encuentro

Para el pequeño João, los albores de su devoción mariana surgieron durante el período en el que se vio obligado a afrontar arduas batallas en defensa de su inocencia, tema tratado en un artículo anterior.

Presionado por parientes y compañeros para que abandonara su buen comportamiento y rompiera con su propia rectitud, resistió apoyado en la esperanza de encontrar, por fin, a la persona a la que debía seguir, la que se le figuraba como un hombre idealista y desinteresado, movido exclusivamente por el amor a Dios y al prójimo. En esos momentos de terrible lucha interior, se arrodillaba en su cama y, entre lágrimas, rezaba avemarías y le suplicaba a la Santísima Virgen la gracia de conocer a ese varón.

La vida espiritual de Mons. João consistió en una larga, luminosa e ininterrumpida ascensión en el conocimiento y en el amor a María Santísima

Cuando se produjo el tan esperado encuentro, el 7 de julio de 1956, se abrió ante João el camino luminoso que lo conduciría a la entrega total y definitiva a Nuestra Señora: la consagración como esclavo de amor según el método de San Luis María Grignion de Montfort, que realizó teniendo al Dr. Plinio como mediador.

Ahora bien, el guía y formador al que se confió no era un personaje de éxito según el mundo. Al contrario, se trataba de un profeta perseguido y calumniado, como ocurre a menudo con los hombres de Dios (cf. Mt 5, 12). En medio de las tormentas de la adversidad que se abatían sobre el maestro sería cuando Nuestra Señora conduciría al discípulo a una mayor unión con Ella.

Monseñor João en 2001

La devoción por excelencia

Durante la violenta crisis de diabetes que sufrió el Dr. Plinio en 1967 es cuando Mons. João ve por primera vez una reproducción del milagroso fresco de Nuestra Señora del Buen Consejo, venerado en la pequeña localidad italiana de Genazzano. Con la salud seriamente quebrantada, rodeado por las apariencias de un irremediable fracaso en su vocación y en su obra, y oprimido por una terrible prueba interior, el Dr. Plinio es obsequiado por un amigo con una estampa de Mater Boni Consilii, que contempló durante largo tiempo. Mientras estaba mirando la fisonomía de la Virgen, recibió en el fondo de su alma la promesa que lo sustentaría hasta la muerte: Ella lo conduciría al pleno cumplimiento de su misión.

Monseñor João estaba a su lado en aquel momento y acompañó la intensa acción de la gracia sobre él. La contemplación de esta gracia mística recibida por su padre espiritual dejó huellas indelebles en su alma, abriendo un nuevo horizonte en su relación con María Santísima:3 el trato íntimo con la Reina del Cielo, más especialmente bajo la invocación de la Madre del Buen Consejo.

El vivísimo interés que la historia de la imagen de Genazzano despertó en Mons. João estuvo en el origen del libro que escribiría más tarde, Madre del Buen Consejo,4 en donde narra las maravillas obradas por Dios a través de esta devoción. Sin embargo, su mayor encanto era la expresión de amor maternal que trasluce en el rostro de Nuestra Señora, como él mismo describió:

«Es precisamente este desbordamiento de amor y cariño que el autor experimenta cada vez que se acerca a Mater Boni Consilii. Estar delante del sagrado fresco, dejarse penetrar por el intercambio de miradas entre Madre e Hijo, sentirse de algún modo inserto en esa inefable convivencia, constituye para él una especie de “pre-visión beatífica”, que le llena el alma de consuelo y reaviva todas sus esperanzas interiores. ¡Cuánta alegría, cuánto amparo, cuánto sustento espiritual recibe ahí en los largos coloquios con su Madre!».5

«Hijo mío… ¡confianza!»

En noviembre de 1978 Mons. João tuvo la dicha de venerar por primera vez en Genazzano la imagen original de Nuestra Señora del Buen Consejo. No obstante, fue en 1984 cuando experimentó hasta qué punto el amor de María incidía en él y le ofrecía la solución a todos sus problemas y dificultades.

Debido a una innoble campaña de calumnias desencadenada ese año contra el Dr. Plinio, Mons. João tuvo que partir hacia Europa con el fin de obtener pareceres de teólogos de renombre que ayudaran a demostrar la inocencia de su padre espiritual y, de esta manera, proteger su figura y su obra. Con todo, creyéndose culpable de la terrible tormenta por la que atravesaba la institución, emprendió el viaje en medio de una gran angustia y prueba interior. Con la esperanza de recibir alguna inspiración de la Virgen, decidió visitarla en Genazzano.

La contemplación de aquella gracia mística recibida por su padre espiritual abrió un nuevo horizonte para Mons. João: el trato íntimo con la Reina del Cielo

Cuando entró en la capilla del sagrado fresco, inmediatamente se sintió atraído por la maternal expresión de la Madre del Buen Consejo. En cierto momento, no obstante, fue interrumpido en su contemplación por uno de sus acompañantes, quien le dijo que tenía en sus manos comunicaciones de Brasil, grabadas en cinta casete, y que le pedía que las conociera sin demora. Monseñor João permaneció indeciso unos instantes, porque deseaba prolongar aquella íntima convivencia con su celestial protectora, pero no podía dejar de oír los mensajes, sin duda referentes a las arduas y delicadas luchas que se libraban en ese momento. Finalmente, encontró la solución: los escucharía a bajo volumen, allí mismo, con la grabadora muy cerca del oído.

¡Qué sorpresa! Era la voz del Dr. Plinio, tan conocida y tan paternal: «Mi queridísimo João: ¡Salve María! Sé que estás angustiado, debatiéndote con los problemas relacionados con el estruendo.6 Y no habría mejor sitio que Genazzano para pedirle gracias a la Virgen a este respecto. Quería transmitirte una noticia que te va a llenar de satisfacción». Y le explicó que una de las situaciones más peligrosas y preocupantes se había resuelto. «El caso está cerrado —concluyó—, por lo que ha quedado atrás en tu historia y en la mía. Y creo que esto se debe a la intervención de Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano».

Esa noticia supuso para Mons. João un inmenso alivio y la confirmación de sus esperanzas. La experiencia de la bondad de María Santísima, unida a un sentimiento de inexpresable gratitud, inundaba su alma de alegría. Mientras fijaba la mirada en el rostro de la Virgen, le pareció que ésta le sonreía diciendo: «Hijo mío, he sido yo quien lo ha conseguido. De ahora en adelante, ¡confianza!».

Promesas de auxilio

Tomado por aquella consolación, Mons. João se acercó aún más al fresco y se arrodilló. Estaba contemplando los discretos cambios que se obraban en la fisonomía y en los colores de la imagen de la Virgen y del Niño Jesús, fenómeno bien conocido por los devotos de Mater Boni Consilii, cuando, en cierto momento, tuvo la fuerte impresión de que los dos respiraban como personas vivas, incluso con ligeros movimientos del pecho. Y, por si fuera poco, le pareció que Nuestra Señora estaba a punto de hablar. «¿Será mero subjetivismo mío?», se preguntaba cuando uno de sus compañeros le comentó: «¡Están respirando! ¿Usted también se ha dado cuenta?». «No hay duda. ¡Están respirando de verdad!», concluyó Mons. João, convencido con ese testimonio de que el hecho no podía ser atribuido a su propia imaginación.

«Era como si la Virgen le dijera: “¿Has visto respirar a mi imagen? Esto sucede después de una terrible probación. Bien, ¿por qué te he dado esta señal? Con ella quiero decirte que, incluso en medio de durísimas pruebas, nunca te faltará el aire en los pulmones, o sea, la gracia, el sustento y el ánimo. Tras la tempestad, vendrá la bonanza; luego de la aflicción, la consolación; terminada la guerra, la paz. Podrá ocurrir cualquier cosa, dando la impresión de que la obra se deshará en pedazos, pero yo la sostendré».7

Desde aquel día mantuvo la firme convicción de que nada en este mundo podía causarle temor, ya que la Virgen lo acompañaba con mucha protección, afecto maternal y garantías de auxilio. Y cada vez que la visitaba en Genazzano, Ella no dejaba de favorecerlo con inspiraciones interiores, guiándolo en las diferentes circunstancias e incluso indicándole el rumbo para el futuro.

Monseñor João en el santuario de la Madre del Buen Consejo, Genazzano (Italia), en marzo de 2005

Confianza en medio de la tempestad

Tal era la sensación de protección y bienquerencia que sentía a los pies de Ella, que en su interior nació esta firme convicción: «No hay nada en este mundo que pueda hacerme daño»

Entre tantas palabras susurradas por el amor materno en el corazón de su dilecto hijo, una de las más claras, sin duda, fue la pronunciada el 1 de agosto de 1995. Se encontraba rezando a los pies de la santa imagen cuando recibió, con toda nitidez, un aviso de Nuestra Señora: «El Dr. Plinio va a morir, pero no te preocupes, porque yo misma me encargaré de todo con mucho auxilio y protección». Efectivamente, dos meses después su padre espiritual, maestro y guía partía hacia la eternidad. Gracias a la Madre del Buen Consejo, el discípulo fiel se había preparado y, con total acierto y seguridad, pudo sostener a sus hermanos de vocación en aquel momento crucial.

Conforme será narrado en el próximo artículo, tras el fallecimiento del Dr. Plinio, su obra se vio sacudida por grandes tormentas, que afectaron especialmente a la persona de Mons. João. Sin embargo, confió el futuro de la institución al cuidado de Nuestra Señora y así fue testigo, en los años siguientes, de un extraordinario desarrollo en los diversos campos de actividad de los Heraldos del Evangelio —la asociación de fieles fundada por él—, así como un sorprendente crecimiento en el número de vocaciones. El manto de la Santísima Virgen lo protegió más que nunca, y sus manos celestiales lo bendecían en todos sus emprendimientos.

La mayor de todas las gracias

Julio de 2008. En la iglesia de Nuestra Señora del Rosario8 llegaba a su fin un retiro espiritual predicado por nuestro fundador, en el que participaron más de un millar de miembros de los Heraldos del Evangelio. El día 12 de ese mes la jornada estuvo dedicada especialmente a la administración del sacramento de la Penitencia, y el propio Mons. João se dispuso a atender a los hijos que a él acudieran. Ahora bien, como los sacerdotes presentes habían ocupado todos los confesionarios disponibles, decidió oír las confesiones en el presbiterio de la iglesia, entre el altar principal y el sagrario. Sin que él pudiera sospechar, allí lo esperaba la Virgen para darle la mayor de todas las manifestaciones de su amor.

Mientras uno de los penitentes declinaba sus faltas, Mons. João alzó la mirada hacia la imagen de Nuestra Señora de Fátima que se hallaba en lo alto del retablo. Entonces se sintió arrebatado, completamente ajeno al entorno que lo rodeaba. Vio a la Santísima Virgen estrechándole en un abrazo de indecible cariño y acariciándolo con sus manos. En medio de tan inmenso, inefable y perfecta consolación, le fue imposible contener las lágrimas.

«Los que solícitos la buscaren, gozarán de su suavidad» (Eclo 4, 13, Vulg.), dicen las Escrituras al hablar de la sabiduría. ¡Durante cuántas décadas Mons. João no ha sido solícito procurando siempre la gloria de María Santísima! Y Ella recompensaba tanto amor haciéndole gozar de su suavidad de manera superabundante. Era, sin duda, la más sublime manifestación de afecto, la mayor gracia de toda una vida, concedida por la «Madre del hermoso amor» (Eclo 24, 24) a aquel hijo tan dilecto. ¿Quería Nuestra Señora fortalecerlo en vista de los acontecimientos futuros? Podemos conjeturarlo, pues para él comenzaría en breve un doloroso y terrible calvario.

Lugar donde Mons. João fue abrazado místicamente por María Santísima, en la basílica de Nuestra Señora del Rosario, Caieiras (Brasil); en el destacado, imagen de la Virgen de Fátima que se encontraba en el altar mayor

Años de sufrimiento y de retiro espiritual

«Las aguas caudalosas no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos» (Cant 8, 7). De hecho, Dios suele exigir que los amores más puros y celestiales sean golpeados por los torrentes de la prueba y sumergidos en el aparente abandono, pero es precisamente en estos momentos cuando las llamas de la caridad refulgen con su más bello esplendor.

Dos años después de aquel místico abrazo, Mons. João fue nuevamente visitado por la cruz. Como ya se ha mencionado en esta edición, en junio de 2010 sufrió un accidente cerebrovascular que mermó sus movimientos y afectó su capacidad de hablar hasta el final de sus días.

Mientras el penitente declinaba sus faltas, Mons. João vio a la Santísima Virgen estrechándole en un abrazo de indecible cariño

No obstante, por una singular disposición de la Providencia, lo que le era quitado a sus miembros le era concedido al mismo tiempo en los dominios del espíritu con una abundancia inimaginable. Monseñor João ya no podía valerse de las palabras, pero su mirada parecía penetrar en los corazones y en las conciencias, y conmovía a cada uno de sus hijos e hijas más de lo que otrora les habían encantado las predicaciones, las conferencias y los consejos. Su mano derecha paralizada daba el arrebatador ejemplo de un inmenso sacrificio afrontado y aceptado hasta el final, y así convocaba a todos a seguir sus pasos y a desear ardientemente la santidad.

Para Mons. João, los años posteriores a 2010 no sólo fueron un largo y doloroso calvario, sino también un gran recogimiento, un verdadero retiro espiritual ofrecido a la Virgen. ¿Deseaba la Madre del Buen Consejo pasar un tiempo con su hijo muy amado, hablándole con mayor intimidad en la soledad y en el silencio?

Ininterrumpida convivencia con María

Con el paso del tiempo, los hijos e hijas más especialmente beneficiados de una estrecha relación con Mons. João notaban que su unión con María Santísima alcanzaba alturas misteriosas. En ciertas ocasiones abría su alma y, haciendo grandes esfuerzos por superar las barreras impuestas por la dificultad de locución, ora exponía las peticiones que le dirigía a la Madre de Dios en la oración, ora improvisaba bellísimas canciones en su alabanza. Y así, a veces con gestos muy simples, como besar una imagen de la Virgen o elegir una estampa de Ella para instalarla en su habitación, nuestro fundador revelaba el crecimiento enternecido y ardiente de su devoción.

En particular, las fotografías de Mater Boni Consilii a Genazzano siempre le atrajeron mucho, como cuando resumió en breves palabras la historia de su amor filial: «El primer contacto con Ella fue en noviembre de 1978. A partir de entonces… una convivencia ininterrumpida. ¡En esta pintura hay algo vívido! ¡Qué hermosa es! ¡Parece que está viva!».

Casa de Dios y puerta del Cielo

Al contemplar tan elevados pináculos, ¿deberíamos hablar sólo de devoción? ¿O sería más apropiado reconocer en tal relación una verdadera unión mística, un altísimo desposorio espiritual?

Monseñor João en septiembre de 2019

Todo parecía indicar que la gran gracia del 2008 había traído consigo una promesa de la Santísima Virgen: lo visitaría una vez más, para estrecharle en otro abrazo, superior al primero. Pero ¿cuáles eran sus deseos y esperanzas, después de tantos años, en la consideración de esta perspectiva? El respeto y la delicadeza les impedían a sus hijos ahondar en tales profundidades, pero muchos se preguntaban cómo se produciría esa nueva manifestación de su amor. Hoy entendemos que el segundo abrazo de Nuestra Señora sería definitivo y eterno, sellando para siempre el desposorio místico.

Hoy entendemos que el segundo abrazo de Nuestra Señora, superior al primero, sería definitivo y eterno, sellando para siempre su desposorio místico

Sí, Mons. João cumplió por entero su vocación, recorrió el camino que Dios le había trazado, llegó a lo alto de la escalera y se unió a María Santísima por toda la eternidad. Y así se realizaron también en él las promesas hechas al patriarca Jacob en su misterioso sueño: «Tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás a occidente y oriente, a norte y sur; y todas las naciones de la tierra serán benditas por causa tuya y de tu descendencia. […] No te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido» (Gén 28, 14-15). Verdaderamente, Mons. João erigió en esta tierra una inmensa obra, toda dedicada a la Virgen, y condujo a multitudes de almas por la gloriosa escalera de la devoción a Ella.

Al entrar en las magníficas iglesias y basílicas construidas por él; al contemplar el esplendor de las ceremonias promovidas por él; al presenciar los maravillosos frutos de fidelidad, pureza, perseverancia y tantas virtudes, obtenidos por iniciativa y conquistas suyas, innumerables personas «de occidente y de oriente» son arrebatadas por el encanto, sienten revitalizada su fe y descubren en la obra de Mons. João la fisonomía de la Santa Iglesia, resplandeciente de belleza, espejo inmaculado del rostro celestial de María Santísima, garantía del triunfo de su Inmaculado Corazón en la tierra.

Y todos ellos, extasiados, bien pueden hacer suyas las palabras de Jacob cuando despertó de su sueño profético: «¡Verdaderamente ésta es la casa de Dios, y la puerta del Cielo!» (Gén 28, 17). ◊

 

Notas


1 Cf. CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio. ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres. Lima: Heraldos del Evangelio, 2021, t. I, pp. 25-29.

2 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. «Prière Embrasée», n.º 25. In: Œuvres Complètes. Paris: Du Seuil, 1966, p. 685.

3 Cf. CLÁ DIAS, op. cit., p. 109.

4 Cf. CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio. Mãe do Bom Conselho. 3.ª ed. São Paulo: Lumen Sapientiæ, 2016. La primera edición de la obra se publicó en 1992.

5 CLÁ DIAS, ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres, op. cit., pp. 116-117.

6 La expresión estruendo publicitario era utilizada entre los miembros de la institución fundada por el Dr. Plinio para designar las feroces campañas de calumnias y ataques mediáticos contra su persona y su obra, llevadas a cabo a lo largo de varias décadas.

7 CLÁ DIAS, ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres, op. cit., p. 123.

8 Hoy basílica menor, situada en Caieiras, Brasil.

 

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