Las puertas del Infierno no prevalecerán contra la familia

Ojalá cada familia comprenda el altísimo papel que está llamada a desempeñar, como una pequeñita «Iglesia», en este mundo paganizado.

28 de diciembre – Sagrada Familia de Jesús, María y José

Familia. Pocas palabras resuenan en nuestros oídos con tantos matices de dulzura, suavidad y alegría. ¿Puede existir alguien que, habiendo recibido la dádiva de disfrutar de las bendiciones de un verdadero hogar, no lo recuerde con profunda emoción?

Por otro lado, querido lector, ¿conoce usted alguna institución que haya sido objeto de un odio más insensato, de una persecución más diabólica, de profanaciones más infames, que la familia? Preguntémoselo a la serpiente del paraíso, que atentó contra la primera pareja de la historia… y no será difícil encontrar la respuesta.

¿Por qué es tan sublime la familia? ¿Por qué molesta tanto a las fuerzas del mal? La fiesta de hoy nos da la respuesta: Dios quiso nacer en una familia, con padre y madre. Podría haber prescindido de uno u otro, pero no quiso hacerlo, a fin de establecer un arquetipo para la familia y, en cierto modo, iniciar la Santa Iglesia, que bien puede definirse como la reunión de personas en función del amor y la alabanza a Jesucristo. No fue otra la razón de la unión entre María Santísima y San José, en los años que estuvieron junto al Niño Jesús.

Pero también allí vemos la furia brutal y sanguinaria del demonio, que valiéndose de Herodes como instrumento, con el propósito de destruir a «La» familia, aniquiló a cientos de otras…

Ahora bien, en los medios de comunicación actuales, en la literatura, en las miles de voces que susurran malos consejos o cuchichean conspiraciones para llevar a los jóvenes a la impureza o a los adultos al adulterio, ¿acaso no está presente la misma saña de la que fue objeto la Sagrada Familia?

La defensa más eficaz que los católicos pueden levantar contra tantos ataques es ver a la familia desde ese prisma sublime, que dará como fruto un gran respeto, de acuerdo con la exhortación de San Pablo a los colosenses: «Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. […] Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta» (3, 12.14).

Cuántas veces hemos sido testigos de hogares que se desgastan, se desunen e incluso —¡oh, dolor!— se separan, porque no supieron mantener una atmósfera de caridad, elevación y cortesía en su seno; más bien, permitieron que la impiedad, la vulgaridad, el igualitarismo y la falta de respeto en el trato se introdujera en él.

Dirijamos hoy nuestra mirada hacia la Sagrada Familia. ¡Por cuántas vicisitudes no habrá pasado en su repentino traslado, durante la noche, a Egipto! Sin embargo, resulta inconcebible imaginar a San José despertando a la Virgen María con agitación y brusquedad, o tomando al Niño Jesús con acritud, para emprender el viaje.

Fueron un modelo para la Santa Iglesia y hoy son un ejemplo para la institución familiar. Si cada familia comprende el altísimo papel que está llamada a desempeñar, no dudamos en aplicarle lo que el Señor dijo de su Iglesia: «Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18). ◊

 

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