La misión más importante

En los primeros años de vida de los niños, se lanzan las bases y el fundamento de su futuro. Por eso mismo, los padres tienen que comprender la importancia de su misión a este respecto. En virtud del bautismo y del matrimonio son ellos los primeros catequistas de sus hijos: en efecto, educar es continuar el acto de la generación.

Aumenta la exigencia de una educación verdadera

Todos nos preocupamos por el bien de las personas que amamos, en particular por nuestros niños, adolescentes y jóvenes. En efecto, sabemos que de ellos depende el futuro de nuestra ciudad. Por tanto, no podemos menos de interesarnos por la formación de las nuevas generaciones, por su capacidad de orientarse en la vida y de discernir el bien del mal, y por su salud, no sólo física sino también moral.

Ahora bien, educar jamás ha sido fácil, y hoy parece cada vez más difícil. Lo saben bien los padres de familia, los profesores, los sacerdotes y todos los que tienen responsabilidades educativas directas. Por eso, se habla de una gran «emergencia educativa», confirmada por los fracasos en los que muy a menudo terminan nuestros esfuerzos. […]

Hoy aumenta la exigencia de una educación que sea verdaderamente tal. La solicitan los padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el futuro de sus hijos; la solicitan tantos profesores, que viven la triste experiencia de la degradación de sus escuelas; la solicita la sociedad en su conjunto, que ve cómo se ponen en duda las bases mismas de la convivencia; la solicitan en lo más íntimo los mismos muchachos y jóvenes, que no quieren verse abandonados ante los desafíos de la vida.

Fragmentos de: Benedicto XVI.
Carta, 21/1/2008.

Una misión primordialmente de los padres

En los primeros años de vida de los niños, se lanzan las bases y el fundamento de su futuro. Por eso mismo, los padres tienen que comprender la importancia de su misión a este respecto. En virtud del bautismo y del matrimonio son ellos los primeros catequistas de sus hijos: en efecto, educar es continuar el acto de la generación.

Los niños tienen necesidad de aprender y de ver a sus padres que se aman, que respetan a Dios, que saben explicar las primeras verdades de la fe, que saben exponer el «contenido cristiano» en el testimonio y en la perseverancia «de una vida de todos los días vivida según el Evangelio». […]

Que no suceda, amadísimos padres que me escucháis, que vuestros hijos lleguen a la madurez humana, civil y profesional, quedando niños en asuntos de religión. No es exacto decir que la fe es una opción para realizar en la edad madura. La verdadera opción supone el conocimiento; y nunca podrá haber elección entre cosas que no fueron propuestas sabia y adecuadamente.

Fragmentos de: San Juan Pablo II.
Homilía, 5/7/1980.

La fe se transmite con la vida

Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, a ustedes esposos les digo: el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo. Este amor, al hacerlos «una sola carne», los capacita para dar vida, a imagen de Dios.

Por tanto, los animo a que sean para sus hijos ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo. […] En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien.

Fragmentos de: León XIV.
Homilía, 1/6/2025.

Deber de corregir ideas y opciones equivocadas

Llegamos al punto quizá más delicado de la obra educativa: encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y de vida, aplicadas día a día también en las cosas pequeñas, no se forma el carácter y no se prepara para afrontar las pruebas que no faltarán en el futuro. […]

A medida que el niño crece, se convierte en adolescente y después en joven; por tanto, debemos aceptar el riesgo de la libertad, estando siempre atentos a ayudarle a corregir ideas y decisiones equivocadas. En cambio, lo que nunca debemos hacer es secundarlo en sus errores, fingir que no los vemos o, peor aún, que los compartimos como si fueran las nuevas fronteras del progreso humano.

Fragmentos de: Benedicto XVI.
Carta, 21/1/2008.

Educación para discernir entre el bien y el mal, la verdad y el error

Procurad que vuestros niños y vuestros jóvenes, a medida que van progresando en el camino de los años, reciban también una instrucción religiosa cada vez más amplia y más fundamentada. […] Contraponed a la escasez de principios de este siglo, que todo lo mide por el criterio del éxito, una educación que haga al joven capaz de discernir entre la verdad y el error, el bien y el mal, el derecho y la injusticia. […]

Pero nunca se os olvide que a esta meta no se puede llegar sin la potente ayuda de los sacramentos de la confesión y de la santísima eucaristía, cuyo sobrenatural valor educativo jamás podrá ser apreciado debidamente.

Fragmentos de: Pío XII.
Radiomensaje, 6/10/1948.

Alimento de la virtud y freno de los apetitos desordenados

Aquellos cuya primera edad no se forma en la religión, crecen sin ningún conocimiento de las más grandes cosas: las únicas que pueden por sí solas alimentar en los hombres el amor a la virtud y frenar los apetitos contrarios a la razón. […]

Si se desconoce esto, toda la cultura del espíritu se volverá malsana: los adolescentes, poco acostumbrados al temor de Dios, no podrán resistir ninguna norma de vida moral, y no habiéndose opuesto nunca a sus pasiones, serán muy fácilmente inducidos a perturbar el Estado.

Fragmentos de: León XIII.
Nobilissima gallorum gens, 18/2/1884.

Es falsa la instrucción que excluye la formación sobrenatural

Es, por tanto, necesario desde la infancia corregir las inclinaciones desordenadas y fomentar las tendencias buenas, y sobre todo hay que iluminar el entendimiento y fortalecer la voluntad con las verdades sobrenaturales y los medios de la gracia, sin los cuales es imposible dominar las propias pasiones y alcanzar la debida perfección educativa de la Iglesia, que fue dotada por Cristo con la doctrina revelada y los sacramentos para que fuese maestra eficaz de todos los hombres.

Por esta razón es falso todo naturalismo pedagógico que de cualquier modo excluya o merme la formación sobrenatural cristiana en la instrucción de la juventud; y es erróneo todo método de educación que se funde, total o parcialmente, en la negación o en el olvido del pecado original y de la gracia, y, por consiguiente, sobre las solas fuerzas de la naturaleza humana.

Fragmento de: Pío XI.
Divini illius Magistri, 31/12/1929.

Y nociva la que aleja de Cristo

Una educación de la juventud que se despreocupe, con olvido voluntario, de orientar la mirada de la juventud también a la patria sobrenatural, será totalmente injusta tanto contra la propia juventud como contra los deberes y los derechos totalmente inalienables de la familia cristiana; y, consiguientemente, por haberse incurrido en una extralimitación, el mismo bien del pueblo y del Estado exige que se pongan los remedios necesarios. […]

Y ¿qué escándalo puede haber más dañoso, qué escándalo puede haber más criminal y duradero que una educación moral de la juventud dirigida equivocadamente hacia una meta que, totalmente alejada de Cristo, «camino, verdad y vida», conduce a una apostasía oculta o manifiesta del divino Redentor?

Fragmentos de: Pío XII.
Summi pontificatus, 20/10/1939.

 

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